Poder y Política Crónicas de un país anormal

La Convención Constituyente logró la hazaña de entregar al pueblo la única Constitución legítima en el origen

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Nadie puede negar el acto de entrega del texto de la nueva Constitución: brillante y cumpliendo todas las reglas republicanas. A los patrioteros se les dio el gusto de poder escuchar dos veces el Himno Nacional durante el acto, (“a quien no quiere sopa se le sirven dos tazas”).

Los derechistas se pueden disfrazar de los Huasos Quincheros para algunos cacheros, (tenida más del patrón que del peón), pero el que una Convencional proponga la “estupidez  de hacer resucitar los Soviets” causó un escándalo de proporciones, así sacara O votos, incluyendo el de quien propuso tan tamaña idea. Un empate y medalla de oro a la tontería.

Salvo la Constitución de 1828, redactada por el genial gaditano, José Joaquín de Mora, todas las demás Constituciones han surgido de Comisiones nombradas por el gobierno de turno, cuyo resultado ha sido impuesto por la bota militar y, para rematar, sometida a consulta de los ciudadanos en plebiscitos fraudulentos. (1828 es la única que definió su fin y fue elegida por los cabildos provinciales)

La visión de la historia por parte de la derecha es estática, es decir, no entiende la contradicción propia de la dialéctica a partir del filósofo Heráclito pasando por Hegel, Marx  y  Engels y hasta  hoy. Diego Portales proponía “violar” la Constitución y la Ley, todas las veces que fuera necesario  a fin de proteger a quien el sostenía “los buenos” conservadores contra los malos “pipiolos”.




Los Presidentes-monarcas de Chile, con más atributos que los de aquellos del absolutismo, gobernaron por un período de 10 años cada uno, por treinta años durante el siglo XIX, nominando a su sucesor, también al senado en su totalidad, como si no bastaran las garantías constitucionales que no se aplicaron, pues gobernaron bajo el Estado de sitio (Las guerras civiles del siglo XIX están marcadas por el debate constitucional).

La Constitución de 1925, (redactada e impuesta por Arturo Alessandri Palma y José Masa, sumado al apoyo forzado por las amenazas del Inspector del Ejército de la época, Mariano Navarrete), requirió ocho años para ser aplicada, (en el intertanto ocurrió una dictadura militar de Carlos Ibáñez del Campo, una República Socialista de doce días, los cien días de Carlos Dávila, incluso, una corta vicepresidencia de Abraham Oyanedal).

La Constitución de 1980 se extiende desde este año hasta ahora. A pesar de tener todo el poder, el dictador Augusto Pinochet demoró para ponerla en marcha hasta más allá del fin de su período. Entre  sus artículos  estaba el famoso “artículo octavo”, que proscribía toda ideología contraria al sátrapa.

El hecho de que la Constitución de 1980 haya sido reformada no hace que esta Carta Magna sea legítima en su ejercicio, pues su esencia dictatorial y antidemocrática ha permanecido en el tiempo, y el hecho de que estas reformas hayan sido firmadas por el Presidente Ricardo Lagos y sus Ministros, no la hacen democrática. Hay un acuerdo generalizado de que este monstruo jurídico está muerto y bien muerto, y sólo un sector muy estúpido de la derecha dura aún hoy pretenden mantener su esencia a esta “cara” herencia de Pinochet.

Si entendemos dialécticamente la historia constitucional, cada Carta Magna tiene que ser analizada en su contexto histórico y fluido del cambio incesante del contenido de las reglas de convivencia a través de la historia. Si bien es cierto que se busca que una Constitución perdure en el tiempo, carece de todo sentido introducirle trampas y cerrojos, por lo tanto, irreformable, (fue el caso del carácter de pétrea la de 1980).

Ningún texto es perfecto, (ni siquiera  el de Los Diez Mandamientos que, de respetarse y cumplirse, podría conducir a la “tierra prometida”). En el caso concreto de la Nueva Constitución, el invocar el nombre de  Dios o la entonación de la Canción Nacional, no conduce directamente  a la salvación de los chilenos pues, generalmente, las Constituciones surgen a raíz de graves conflictos sociales y políticos y, por lo regular, los distintos regímenes que han intentado imponer a los vencidos por las oligarquías, terminan por morir. Es el caso de la Constitución francesa, que dio lugar a la IV República; fue rechazada en el plebiscito de salida a pesar de que Francia venía de liberarse en la II Guerra Mundial; la V República, la actual, ya da signos de agotamiento y, al menos, la izquierda propone la instauración  de una VI República.

Desafortunadamente, no existe un plebiscito en que la ciudadanía tenga que decidir artículo por artículo del texto constitucional: todo plebiscito es, necesariamente, binario, (entre dos alternativas), y además, supondría un electorado de alta capacidad política para conocer, al menos en general, los aspectos principales sobre los artículos consultados.

Personalmente, votaré por el APRUEBO, lo cual no excluye algunas discrepancias con respecto al contenido de algunos temas del articulado: soy contrario a la reelección del Presidente de la República y al presidencialismo, que a pesar de los cambios que lo atenúan, continúa siendo una monarquía que paraliza el sistema político; por otra parte, sigo siendo partidario del unicameralismo, que se adecúa más a un sistema semipresidencial. El no haber aceptado la existencia de un Primer Ministro, nombrado por el Presidente de la República, pero que representa a la mayoría parlamentaria, nos vuelve a colocar bajo el “todo o nada”, propio del presidencialismo.

Uno de los motivos por los cuales votaré APRUEBO  en el plebiscito de salida es que la Constitución, redactada por miembros elegidos por los ciudadanos a la Asamblea Constituyente, reemplaza a la Constitución que ampara el neoliberalismo y a la subsidiaridad del Estado, la 1980. La Nueva propuesta constitucional consagra al Estado como ente social y de derechos, entre ellos, la salud, la educación y la vivienda, además aporta en la definición del carácter del Estado chileno, la plurinacionalidad y la regionalización, entre otros.

 

Por Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

05/07/2022

 

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Historiador y cronista

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  1. Felipe+Portales says:

    Ojalá fuese así. La Convención Constitucional, si bien fue elegida democráticamente, no pudo aprobar un nuevo texto constitucional de acuerdo a las reglas democráticas del principio de mayoría. Es más, el antidemocrático quórum de los dos tercios implicó que quien definió, en definitiva, el texto fue su minoría (un tercio) y no su mayoría (la mitad más uno). Y, por si lo anterior fuese poco, le encargó de modo aberrante e inédito en la historia universal de las Constituciones, que ¡fuese el Congreso de la fenecida Constitución! (donde la derecha tiene el total control con su 50% del Senado) quien concretizase legislativamente el nuevo texto constitucional. Es decir, si gana el «Apruebo», será la derecha la que finalmente dará el visto bueno para que dicha Constitución tenga efecto legal y práctico. ¡No nos engañemos!

    • Serafín Rodríguez says:

      No nos engañemos? Y qué es lo que hemos hecho como país desde 1990 en adelante? Por ahí en octubre del 2019 nos anduvimos como pegando la cachetada pero en menos de un mes volvimos a caer como bobitos en la trampo del 15/N. En los hechos, como país vivimos del engaño y el autoengaño.

  2. Rosa Tassara says:

    Por primera vez en la historia una Constitución redactada por personas elegidas democráticamente aún conservando los 2/3 que han impedido todo avance en el pasado, será sometida a sufragio universal obligatorio, su aprobación terminará definitivamente con la época mas oscura y terrible de nuestra historia, caerá el último bastión de la dictadura bajo cuyo amparo se cometieron abusos, injusticias y surgió una clase político empresarial que arrasó con todo incluídas las platas de los escuálidos sueldos de los trabajadores chilenos vía AFP. Esto a pesar de las mentiras descaradas de la derecha y de la ingenuidad de los chilenos que las creen sin haber leído un solo artículo porque los chilenos no leen solo creen el «dicen que». será aprobada porque no es posible volver a revivir épocas ya superadas. Aprobarla es la gran esperanza.

  3. Renato+Alvarado+Vidal says:

    Aparte de juegos de piernas y malabarismos de la lengua, el asunto es bien claro: Si gana el Rechazo sigue la constitución actual.
    Esto significa que en septiembre vamos a elegir entre dos constituciones, la de Pinochet-Lagos, dictatorial e ilegítima de origen y la nueva, primera con legitimidad democrática, redactada por gente elegida por la gente; que aunque haya resultado fragmentaria y «post moderna» ¡es legítima!

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