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Gómez Leyton: «El gobierno de Boric es la continuidad de los viejos gobiernos concertacionistas»

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Al cumplirse el primer año del gobierno del presidente Gabriel Boric las evaluaciones de expertos y observadores interesados en el devenir de la política no han sido muy favorables. En estos doce meses ha habido una deriva en la coalición gubernamental escorada hacia los postulados levantados por la exconcertación y un desprendimiento de la narrativa inicial que llevó al presidente Boric a la presidencia. Estos y otros complejos flujos políticos configuran un momento de cierta singularidad y de escasas y cortas expectativas. Parece atrapado entre el lastre del pasado y un evaporado futuro.

 

Juan Carlos Gómez Leyton es un cientista político bastante conocido en estas páginas. Hace muy poco estuvo en un debate en Mate al Rey conducido por Gustavo Burgos, El Licenciado, para un primer análisis de estos doce meses. En esta entrevista Gómez Leyton extiende, profundiza su análisis y no oculta su mirada fría hacia el pálido presente.

 

 En Mate al rey has hablado de un gobierno fracasado, acorralado, terminado. Esas fueron tus calificaciones. Pero este es un gobierno que llegó con la narrativa de cambios orientados por las demandas populares bajo la influencia del PC y Apruebo Dignidad. Cuando hablas de fracaso estás también hablando de la capitulación de un proyecto antineoliberal levantado desde el origen del Frente Amplio. Si este proyecto está realmente terminado ¿qué queda?

Justamente he usado esos adjetivos calificativos para expresar la evaluación que hago del primer año de gobierno de “Boric y sus dos Alianzas”. Cuando se analizan las bases programáticas de la propuesta gubernamental de Gabriel Boric y el Frente Amplio, se destaca una cierta narrativa progresista de carácter antineoliberal la cual durante la primera vuelta presidencial se acentúa aun más por la influencia del Partido Comunista de Chile. Sin embargo, esa propuesta pierde en la primera vuelta, pues Boric solo obtiene el 25% de los votos. Gruesamente, eso significa, que su propuesta no tiene apoyo social. Ni la propuesta comunista ni la frente amplista concitan entusiasmo entre el “pueblo electoral”. Por esa razón, debe modificar su programa gubernamental no solo para ganar a la extrema derecha de Kast, sino, principalmente, para conseguir los votos y la adhesión de los partidos de la exConcertación, especialmente, de aquello que se denominan “socialismo democrático”, o sea, del PS de Chile, el Partido por la Democracia, entre otros. Para ello, debe abandonar la retórica antineoliberal y, por cierto, iniciar ya en la campaña pero que se acentúa en el primer año de gobierno, sus renuncias, a despojarse, su combativo antineoliberalismo estudiantil y de diputado, en su periodo “enfant terrible”. Bajo el eslogan «otra cosa es con guitarra”, debe asumir y someterse a los dictámenes no de sus aliados de Apruebo Dignidad, sino del Ministro de Hacienda, Mario Marcel y de su Ministra del Interior,  Carolina Tohá, ambos  integrantes del Socialismo Democrático (que, por cierto, de socialismo solo tiene el nombre, y debiera cambiar por “Neoliberalismo Democrático”). Sus renuncias son lo más característico de su primer año de gobierno donde destaca la aprobación del TPP11; la no reforma de Carabineros de Chile, el rechazo a los retiros previsionales, a la no militarización de la Araucanía, la lista es larga. Todo esto ha defraudado ampliamente a la base social-popular que le otorgó su voto en diciembre pasado. Los únicos que lo siguen apoyando son sus bases clase medieras aspiracionistas universitarias y de profesionales jóvenes, y, sobre todo, las y los ciudadanos neoliberales, que, al parecer, son muchos en el país, más de lo que imaginamos en su momento.




Evidentemente, el gobierno de “Boric y sus dos alianzas” es la continuidad tanto de los viejos gobiernos concertacionistas, de la Nueva Mayoría e incluso de los gobiernos de Piñera. La virtud de este gobierno es que sintetiza los 32 años de gubermentalidad neoliberal. Si los gobiernos de la Concertación fueron gobiernos progresistas con neoliberalismo corregido, este sería un gobierno neoliberal con un progresismo ausente. Son francamente un fraude total. Pero, bueno, esto no es extraño en América Latina, la mayoría de los progresismos que han llegado al gobierno tanto en la primera ola roja, 1999-2015 como la actual ola “rosa”, 2018-2023, han debido moderar y jibarizar sus criticas al orden neoliberal y lo han terminado administrando. Salvo el caso de Venezuela y, algo, el boliviano. El resto de los gobiernos han tenido una retórica antineoliberal, pero políticas publicas que lo sostienen y lo reproducen en el tiempo.

En Chile desde 1990 hasta la fecha, nunca hemos tenido un gobierno antineoliberal. Han sido 45 años de neoliberalismo gubernamental. Chile, es la sociedad neoliberal más longeva del mundo global.

El problema central de este gobierno es que ganó perdiendo. Pues, cuando triunfó en la segunda vuelta sabía que no tendría apoyo parlamentario, que era un gobierno dividido, y que para gobernar debía  negociar con las oposiciones. Todo depende como negocie. Y allí fracaso de manera rotunda con el Ministro G. Jackson y con la Ministra del Interior Izkia Siches. Esa condición lo hizo vulnerable y débil. Gabriel Boric no sabe ejercer la autoridad del cargo, eso quedó demostrado en el caso de los indultos. Es un ejecutivo temeroso. Confunde la prudencia, que es una virtud política recomendada por Maquiavelo, en El Príncipe, con el miedo. Se deja atemorizar por las oposiciones e incluso por sus propios partidarios. La recomendación del florentino es al revés.

La segunda condición política que condicionó todo el quehacer gubernamental fue el triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4S22. Aquí Boric, nuevamente, fue un presidente timorato, no tuvo la actitud de un Presidente Correa, en Ecuador o de un Evo Morales, en Bolivia, o del Comandante Chávez, en Venezuela, o inclusive, el presidente Gaviria en 1991 en Colombia, presidentes que se la jugaron con todo por la aprobación de las nuevas constituciones e hicieron campaña por su aprobación. Boric y su gente se restaron de ello. Dejaron al “Apruebo” solo. La campaña por la nueva constitución no se traducía solo en repartir ejemplares, sino, salir a las calles a dar conocer las virtudes del texto propuesto por la Convención Constitucional. Tengo la impresión o la hipótesis que el Gobierno de Boric, especialmente, a sectores del “socialismo democrático” como también del Frente Amplio, e inclusive, al propio Boric, la propuesta constitucional no era de su total agrado. Además, el gobierno se dejó influenciar por las encuestas internas que daban tempranamente como ganador al Rechazo, por lo tanto, no se comprometieron activamente por un proyecto perdedor. Y, por esa razón de manera muy racional y estratégica, decidieron preparar el terreno para un nuevo proceso constitucional que se hará de manera armónica y equilibrada, consensuada, con todos los partidos del orden neoliberal, a objeto de darle continuidad al neoliberalismo. La racionalidad política que despliega el gobierno de “Boric y sus dos alianzas” es profundamente “rational choice”, o sea, neoliberal.

 

En tus artículos has escrito sobre el sujeto subpolítico, o apolítico. Esa despolitización ha quedado bastante bien expresada con la votación del 4 de septiembre. Un sujeto que no quiere ciertas cosas, pero tampoco sabe muy bien qué quiere. Esa despolitización junto a la combinación del voto obligatorio puede dar espacio para cualquier fórmula o engendro.  ¿Cómo se posicionan los populismos en este nuevo escenario?

En primer lugar, lo que debo aclarar que el sujeto subpolítico no es sujeto apolítico, todo lo contrario. Me explico. En mis diversos trabajos y, especialmente, en mi libro Política, Democracia y Ciudadanía en una sociedad neoliberal, Chile 1990-2010 (ARCIS/CLACSO, 2010) he sostenido que el “pueblo constitucional”, o sea, las y los ciudadanos con derechos políticos para participar política y electoralmente en la democracia, en la sociedad chilena, se ha fragmentado en dos grandes grupos de ciudadanos electorales..  Por un lado, las y los ciudadanos electores y por otro, las y los ciudadanos no electores. Estos dos grupos han tenido un comportamiento político-electoral muy significativo en los últimos 25 años, desde 1997 hasta la fecha. La presencia de este segundo grupo desde 1997 han definido los procesos electorales, como ocurrió por ejemplo en el plebiscito de entrada, la elección presidencial 2021 y el plebiscito de salida.

 

Pero antes de referirme a ese punto. Quiero referirme “al partido de las y los ciudadanos no electores”. Por cierto, nunca han sido un partido político, pero he usado el concepto de partido para graficar la importancia y relevancia política de estos ciudadanos en el sistema político. Desde 1997 hasta la actualidad este grupo ha sido el partido principal del sistema político nacional. Se conformó primero con todos los jóvenes que al cumplir los 18 años, no se inscribían en los registros electorales, por lo tanto, renunciaban a su condición de ciudadanos sufragistas o electores. Desde mediados de los años 90, se inicio el vaciamiento de ciudadanos del régimen democrático posautoritario. Las razones fueron variadas desde las políticas a desafección política. Este abandono de la política fue un fenómeno transversal socialmente hablando. Lo encontramos en los sectores socioeconómicos altos, medios y bajos, con sujetos con alta escolaridad, mediana o sin escolaridad (lo menos), sin mayores diferencias entre los géneros. Aunque los sectores populares como los medios, hay un mayor número de no electores que entre los sectores altos. Durante década de los noventa y la primera década del siglo XXI, los no electores (no inscritos) aumentaban de manera sistemática y los electores se estacaban. Por esa razón, se modificó la regla electoral: se estableció la inscripción automática y el voto voluntario, como un fórmula para frenar el constante vaciamiento ciudadano de la democracia. Fracaso total. Entre 2012 hasta 2023, las y los ciudadanos fueron liberados de la “obligación” de participar. Y, el partido de las y los no electores, alcanzó niveles y porcentajes de abstención superior a los 55% del padrón electoral. Mientras que el universo de votantes se redujo considerablemente.

Ante esa situación los partidos políticos del orden neoliberal no dijeron nada o no hicieron nada. Pues, en un escenario electoral pequeño, todos podían ganar, pues el costo del proceso era menor. Dada la ficción democrática que utiliza el Servel en que calcula la representación en base de los votos válidamente emitidos y no en relación al padrón electoral general. Teníamos presidentes o presidentas ganando elecciones con el 54% de los votos pero que en realidad solo representaban al 25% o 27% del “pueblo constitucional”. Lo cual profundizaba la crisis de representación y la obsolescencia de la democracia electoral.

Para la condición neoliberal de nuestra sociedad y, sobre todo, para la racionalidad que ha dominado la actividad democrática en Chile desde 1990, si las y los ciudadanos se abstenían de votar era porque las “ofertas” que los actores políticos ofrecían en cada elección no eran tan disimiles, por lo tanto, ganara A o B, las y los ciudadanos “maximizaban de igual manera sus utilidades”, en otras palabras, siempre ganaban, sin votar.  Y, eso, de acuerdo a los neoliberales es una acto racional. Por esa razón, a los partidos políticos nunca les importó ni les interesó mayormente el partido de las y los no electores. Lo mismo pasaba entre los ciudadanos electores. No había gran drama cuando ganó la derecha en 2010 ni cuando volvió a ganar en el 2018. Ni tampoco era problema para la derecha que ganará Bachelet en 2014. Todos se movían en la misma racionalidad política.

Ahora bien, el partido de las y los no electores no era y no es, -pues, tengo la impresión que seguirá existiendo a pesar de la reposición del voto obligatorio, pero esta es una hipótesis que podremos comprar su veracidad en la próxima elección del 7 de mayo para Consejeros. Decía que este partido no es un grupo homogéneo ni compacto. A través de mis indagaciones e investigaciones sobre este universo social y electoral he logrado establecer que internamente era posible distinguir tres grandes grupos de ciudadanos/as no electores. (cabe señalar, que mis colegas de la ciencia política, como de la sociología política y de la historia política, que revisaron los diversos proyectos de investigación que presenté a Fondecyt para analizar en profundidad esta cuestión, nunca le otorgaron financiamiento porque para ellos era un tema poco relevante)

1.- Las y los ciudadanos subpolíticos, constituidos por diversos grupos sociales y políticos territoriales, altamente politizados, tenaces opositores no solo del neoliberalismo sino del capitalismo y a todas la instituciones de la democracia burguesa. Han sido activos en política pero que la realizan en los márgenes del sistema. No les interesa participar en el sistema, pero sí combatirlo y transformarlo. Activos defensores del medio ambiente, ecologistas, opositores al IIRSA y de cualquier proyecto de destrucción de la naturaleza. Antipatriarcales, feministas y proaborto, etcétera. Son grupos que hace algunos años atrás eran organizados por los exrebeldes de los años sesenta y setenta, de los años ochenta, y de los noventa. Activos en la defensa de los pueblos originarios, la causa mapuche es parte de sus quehaceres políticos, admiradores del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional EZLN .., en fin las características de las y los subpolíticos son extensas y múltiples. Ellos fueron activos combatientes y protagonistas de la Revuelta de Octubre de 2019. Su presencia la podemos encontrar entre las y los estudiantes secundarios, o sea, de jóvenes sin derecho a sufragio como entre las y los trabajadores adultos e incluso adultos mayores. Son un grupo donde la flama de la revolución social aun arde. Constituían entre 30 el 25% del partido, o sea, entre el 2, 5 a 3 a millones de no electores.

2.- Las y los ciudadanos no políticos. Este grupo es mucho más heterogéneo que el anterior. Son apolíticos, pero, sobre todo, apartidista. No les interesa votar, pues, para ellos todos los políticos son corruptos, ladrones, delincuentes, sinvergüenzas, etc. Este grupo detesta la política democrática y sus actores, la cual carece de toda importancia, constituye un estorbo y una complicación o simplemente no les sirve para sus objetivos individuales o colectivos familiares, renuncian a ella. Se alejan y levantan un discurso anti-política y antipartidista. Su espacio de realización es el mercado. Tienen un comportamiento político y social extremadamente individualista, egoísta, consumista y competitivo. Todo conflicto político y social, es visto como un obstáculo para su realización profesional o biográfica. Su conexión con la realidad social y política son los medios de comunicación masiva, especialmente, la “caja idiota”, o sea, la televisión. Lo que se dice en ella es palabra “ex cathedra”. Son profundamente nacionalistas chovinistas. Para estos ciudadanos la Plaza Italia, es un lugar donde se celebran los triunfos de la selección de futbol, no para expresar las iras, las rabias, como lo hicieron los ciudadanos que protestaron en O19. Son ciudadanos patrimonialistas y credicard, están endeudados. Pero, es, a través del endeudamiento como construyen su base material de existencia, o sea, de sus bienes materiales o no, tales como tener auto o viajar. El consumo a ellos no los consume, todo lo contrario, los realiza. No buscan de ninguna manera alterar las cosas solo arreglar lo que no funciona bien. Por ejemplo, el mercado.

Son profundamente neoconservadores al nuevo estilo de la condición neoliberal. Como dice Zizek “al tiempo que suscriben plenamente la autotransformación constante del capitalismo, lo que quieren es que sea más eficaz… y al mismo tiempo rechaza(n) el (…) progresismo y buscan a toda costa mantener la cohesión de la sociedad”. Por tanto, mientras la política no amenace su particular estilo de vida no interfieren en los asuntos públicos. Por ello, siempre están atento a lo que sucede en la política. Ante cualquier amenaza real o imaginaria se organizan y se arman con el objeto defender sus patrimonios y propiedades. Viven encerrados. Cierran, con rejas de fierro, las calles y pasajes en los barrios. Exigen y demandan seguridad, ante todo. Durante la Revuelta de O19, salieron a la calle con “chalecos amarillos reflectantes” para identificarse para confrontar a los “vándalos y delincuentes que protestaban”. Expresan un terror atávico a los sectores populares. Estos grupos están dispuestos a apoyar a las formas autoritarias de gobierno a objeto de “vivir en paz y en seguridad”.

3.- Y, por último, un tercer grupo de ciudadanos no electores intermitentes son aquellos grupos que se abstenían de participar de una elección a otra, flexibles políticamente, que podían votar por distintas opciones sin ninguna disciplina política o partidista o ideológica.

La participación política-electoral de estos tres grupos de abstencionistas resultaron muy significativas y decisivas en el último ciclo electoral vinculado con el proceso constitucional abierto como consecuencia de la Revuelta de Octubre del 2019. Recordemos que ese proceso impulsado por el poder constituido y los partidos del orden neoliberal con el objetivo de frenar la rebeldía y la insurrección popular y ciudadana y lograr la Paz Social decidió sacrificar a la Constitución Política de 1980/2005. Y, convocó a tres procesos electorales, el Plebiscito de Entrada, la Elección de Convencionales y el Plebiscito de Salida. Los dos primeros se realizaron con voto voluntario y el último con voto obligatorio. Los dos primeros en el contexto de pandemia de Covid-19 y el tercero libre de dicho flagelo.

 

las contradicciones y problemáticas que causaron o provocaron la Revuelta siguen intactas. Ninguna de ellas ha recibido las atenciones necesarias para su solución. Por lo tanto, las clases dominantes, el Kapital, no puede dormirse. En cualquier momento podría haber otro reventón histórico, que podría ser de mayor magnitud y con mayor experiencia histórica y política acumulada y que sí esté dispuesto a luchar por el poder.

 

En octubre de 2020, en el Plebiscito de Entrada, el temor al contagio al virus retiró del proceso electoral a importantes sectores de ciudadanos, especialmente de adultos y adultos mayores. La abstención llegó al 49,02%. O sea, la participación fue del 51,0%, la salida de los adultos y adultos mayores fue compensada con el ingreso de más de 1.200.000 mil nuevos electores. Esos sectores fueron, esencialmente, jóvenes subpolíticos, muchos de ellos y ellas integrantes activos de la Primera Linea que votaron masivamente por el apruebo y por una Convención Constitucional electa. Muchos subpolíticos se transformaron en electores en octubre de 2020. Y luego volvieron a votar masivamente en la elección para convencionalistas en mayo de 2021. En aquella oportunidad se produce una brutal caída de la participación electoral, el 58,00%, no eligió en dicha elección. O sea, las y los convencionales fueron elegidos tan solo por un 42% del padrón electoral. Nuevamente, los subpolíticos convertidos en electores, son los que sostienen esa elección, por ejemplo, la Lista del Pueblo y otras Listas eligen a convencionalistas independientes subpolíticos. Términos generales, la CC fue electa por el 38,38% del padrón. Por último, las y los subpolíticos ingresaron masivamente, alrededor, otro 1.250.000 en la segunda vuelta presidencial votando por Boric. Y, esos fueron esencialmente, sectores populares.

Es interesante comparar los votos de los Apruebos del Plebiscito de Entrada y el de Salida, entre ambos Apruebos hay una diferencia de 1.040.580. Ese millón de electores, presumiblemente, son todos los sectores de la exConcertación y grupos de las izquierdas no institucional que estaban “molestos” por el texto Constitucional por diversos razones, y votaron Rechazo. Otros votaron nulo o simplemente no fueron a votar y se justificaron. Tengamos presente, que un 14.4% se abstuvo, muchos ellos por razones políticas y otros por razones técnicas.

Lo espectacular está en el hecho que el 90% de los votantes “no políticos” votaron Rechazo. Y cambiaron el rumbo del proceso político iniciado en los octubres del 2019 y del 2020. El cambio político fue definido por los ciudadanos “no políticos”. Los cuales dijeron, NO, no queremos cambiar la Constitución de 1980/2005 o NO, nos gusta ese texto Constitucional. Las razones y motivaciones son múltiples, pero que en mi perspectiva de análisis, ellos interpretaron que la nueva constitución venía a cambiar la “condición neoliberal” de la sociedad chilena y la retraía hacía un pasado cercano traumático, a los tiempos de la Unidad Popular, al estatismo, de la vulgarización de los símbolos patrios, de las restricciones al mercado, del reconocimiento indebido a los pueblos originarios y un largo etcétera. Por eso y por otras razones, votaron Rechazo.

Ahora, que la participación masiva electoral se vaya a mantener en el futuro y abrir espacio hacia los populismos tengo mis dudas. El populismo se sostiene en la “política electoral”. A “las y los ciudadanos no políticos” no les gusta la política. En todo caso la gran prueba será la elección de Consejeros Constitucionales del próximo 7 de mayo.

De existir el populismo en el futuro cercano hacia el 2026, será un populismo de derecha. Difícilmente de izquierda, fundamentalmente, porque en la sociedad neoliberal no existe la izquierda o esta reducida a su mínima expresión. Por tanto, ese populismo será autoritario, profundamente antidemocrático que se construirá sobre la base del miedo y el discurso de la seguridad y en la lucha contra “los malos”: los delincuentes, los narcotraficantes, los “terroristas”, los vándalos, etcétera. Va a criminalizar la protesta social y política y tendrá rostro de mujer o de hombre de impronta comunal.

Es interesante señalar y advertir que los populismos necesitan líderes o lideresas que tengan proyección y presencia nacional entre las masas y no meramente local. Y, un aspecto a resaltar es que la sociedad neoliberal chilena no tiene lideres ni lideresas. En la derecha convencional, luego de Piñera, nadie; en la centro-izquierda, Bachelet, después de ella, nadie. En la extrema derecha Kast, que posee según algunos estudios realizados, sobre el 60% de rechazo entre la ciudadanía. En las izquierdas no institucionales, tampoco. Esta es una sociedad neoliberal sin liderazgos.

 

La condición neoliberal de la sociedad chilena es estructural y tiene casi medio siglo de existencia. Para modificarla se requiere una Revolución social. Pero, las revoluciones son experiencias históricas que desde los años 80 del siglo XX y desde la caída de la URSS, en 1991, la revolución como instrumento del cambio histórico y de transformación fue abandonado y desechado por las izquierdas.

También has afirmado que la sociedad chilena es finalmente neoliberal y crecientemente derechizada e individualista. ¿Cómo, en solo tres años, desde 2019 a la fecha, ha podido oscilar el escenario político de un extremo a otro? ¿No es prematuro, así como lo está haciendo de manera oportunista la derecha, sacar conclusiones que apunten a consolidar lo que es un momento más?

 

La condición neoliberal de la sociedad chilena es estructural y tiene casi medio siglo de existencia. Para modificarla se requiere una Revolución social. Pero, las revoluciones son experiencias históricas que desde los años 80 del siglo XX y desde la caída de la URSS, en 1991, la revolución como instrumento del cambio histórico y de transformación fue abandonado y desechado por las izquierdas. La última revolución en América Latina se registró en 1979 en Nicaragua. Desde esa fecha no se ha producido ninguna otra Revolución en la región. Los procesos revolucionarios jurídico-constitucionales recientes, son experiencias de cambio limitadas y reducidas, que han sufrido enormes regresiones como la ecuatoriana y/o la boliviana. Tan solo se mantiene la Venezolana, con muchos y urgentes problemas.

El problema de la Revuelta de octubre del 2019 es que no logró convertirse ni transformarse en una Revolución Social. Ni siquiera logro la condición de Rebelión, fundamentalmente, porque careció de los requisitos necesarios para ello. Por cierto, estaba el sujeto, el pueblo no elector, pero no tuvo una o más organizaciones políticas estructuradas que la direccionaran, fue completamente inorgánica, desordenada, con una multitud en las calles; no contó con un programa ni con un proyecto político revolucionario, careció de conductores y líderes, de una dirección revolucionaria que organizaran a nivel territorial, regional y nacional las diferentes acciones políticas destinadas a disputar lo central de toda actividad política revolucionaria, el PODER.

Por lo tanto, la potencia de la Revuelta se diluyó rápidamente luego del Acuerdo de 15 de noviembre de 2019 que instituyó el cambio constitucional. Tengamos presente que de las tres demandas formuladas en las calles, ninguna hasta ahora, se han logrado: fin del neoliberalismo, esté agrietado pero se mantiene en pie y se recompone;  por cierto, y es evidente que no se logró la renuncia del presidente Piñera, el cual tranquilamente y sin ninguna zozobra traspasó el poder gubernamental a quien había prometido perseguirlo judicialmente por la violación de los Derechos Humanos durante la Revuelta, pues, bien allí anda Piñera; y, por último, la demanda por una Asamblea Constituyente sigue su eterna espera. O sea, fracaso total o derrota completa.

Por otro lado, las contradicciones y problemáticas que causaron o provocaron la Revuelta siguen intactas. Ninguna de ellas ha recibido las atenciones necesarias para su solución. Por lo tanto, las clases dominantes, el Kapital, no puede dormirse. En cualquier momento podría haber otro reventón histórico, que podría ser de mayor magnitud y con mayor experiencia histórica y política acumulada y que sí esté dispuesto a luchar por el poder.

Ahora, podemos construir otra hipótesis que cuestione a la Revuelta de Octubre como una acción colectiva de los sectores anticapitalistas y antineoliberales. Y observar su trascurso en largo plazo. Podríamos sostener que la condición anticapitalismo neoliberal, predominó en el primer mes de accionar. Y luego se transformó en una protesta social de las y los ciudadanos neoliberales que molestos y enrabiados por los abusos y por el mal funcionamiento de los mercados que configuran la sociedad neoliberal exigen el buen funcionamiento del mercado, pero no su fin. Esta hipótesis no sería tan ilógica pues diversas protestas sociales han sido resueltas con “soluciones de mercado”. El mayor ejemplo, es el caso del Mercado de la Educación. La educación sigue siendo un bien de mercado.

Así podríamos nombrar otros ejemplos que confirman la existencia de la sociedad y, sobre todos, de sujetos neoliberales. Somos una sociedad neoliberal Ese es el gran triunfo de la “contrarrevolución” acontecida hace 50 años que transformó radical y estructuralmente a la formación social chilena, es lo que T. Moulian, E. Tironi y M, Garate, entre otros, señalan que Chile experimento una “revolución capitalista” que hizo posible la emergencia de la sociedad neoliberal.

 

 Otra de tus muy recientes afirmaciones es que el gobierno del presidente Boric carece de voto popular. Su voto fue circunstancial para frenar a Kast.

 

El presidente Boric fue electo gracias al voto de las y los ciudadanos subpolíticos populares que votaron en la segunda vuelta por él. Pero, tal como lo escribí en un texto publicado por www.elclarin.cl cuando Boric asumía el gobierno en marzo de 2023, el Talón de Aquiles, o sea, el punto débil de su gobierno sería el apoyo popular. Pues estos sectores no le tenían confianza política, y dado sus “volteretas políticas” y su inclinación hacia la derecha, hoy pienso que la ha perdido completamente. Los sectores populares tienen una particular preferencia por las personalidades fuertes que sepan mandar, tal vez sea, ascendencia del pasado “inquilino” y, tengo, la impresión, que Boric, no tiene esa impronta. Y, eso a los sectores populares no les gusta, no lo ven con buenos ojos. “A ese gallo, le falta cantar en el gallinero”, me comentó jocosamente un sujeto popular, vecino de mi comuna. Otra vecina me comentaba, como era posible que el Presidente se dejara presionar por el tema  de los indultos, “debe ponerse los pantalones y golpear la mesa”. Así lo ven su votantes populares.

 

El problema mayor es que los actores políticos relevantes, los partidos políticos, son partidos que han asumido de una u otra forma el neoliberalismo han renunciado a los proyectos emancipadores, cuyo, mejor ejemplo, es el Partido Socialista de Chile.

 

La derrota a la propuesta constitucional del 4 de septiembre más el curso que ha seguido el denominado acuerdo constitucional configuran un proceso impulsado por las oligarquías y las elites que buscará consolidar aquello que tambaleó el 2019. Con la también derrota de las propuestas del gobierno de Boric y la inclinación hacia las figuras de la exconcertación a través de Socialismo Democrático, las derechas y las elites parecen tener el control total en hábiles negociaciones a puertas cerradas. Tendemos a volver a la estructura política de los últimos 30 años, con una izquierda en el gobierno descolorida y debilitada y por fuera una izquierda atomizada e invisible. ¿Crees tú que las elites podrán seguir manteniendo el modelo neoliberal cuyo peso recae abusivamente sobre los trabajadores y ciudadanos?

 

La condición neoliberal no es solo obra de las elites de poder y en el poder sino también de las y los sujetos neoliberales, de los actores políticos y sociales neoliberales, de la universidades neoliberales, de los medios de comunicación neoliberales, de las escuelas neoliberales, etcétera. La condición neoliberal es la estructuración, o sea, la amalgama de la acción de los agentes con las estructuras lo que permiten la configuración de la sociedad neoliberal. Por eso no existe el “modelo neoliberal” sino la sociedad neoliberal. Por cierto, que la dominación neoliberal se ejerce sobre las y los trabajadores y las y los ciudadanos, pero ellos, a su vez, a través, de los procesos enajenación o alienación o cualquier otro proceso van adquiriendo la cosmovisión neoliberal, la weltanschauung. Y se vuelven sujetos neoliberales con una praxis cotidiana de ella.

Por eso, a me pareció interesante cuando durante la Revuelta se hablaba o se decía que “Chile había despertado”, brillante, pues las y los sujetos que protestaban estaban saliendo de su estado de enajenación  y cortando las ataduras que amarran a su condición neoliberal. A su condición de hombres y mujeres endeudados, abusados, mercantilizados, etcétera. Pero, no fueron todos ni todas. Muchos vieron con espanto aquello, la destrucción de las vidrieras, de los espacios mercantiles, y lo rechazaron. Tengamos presente que mientras varias decenas de jóvenes “combatían” en Plaza Dignidad, en los alrededores de ella, en el Barrio Lastarria, por ejemplo, otros cientos de jóvenes disfrutaban de un “happy hour” u otros miles paseaban por los centros comerciales. Allá estaban los que luchaban para poner fin al neoliberalismo a piedrazos, y los más lo sostenían con el acto de consumir. El punto es si los y las clase trabajadoras actuales quieren sacudirse de la dominación neoliberal.

El problema mayor es que los actores políticos relevantes, los partidos políticos, son partidos que han asumido de una u otra forma el neoliberalismo han renunciado a los proyectos emancipadores, cuyo, mejor ejemplo, es el Partido Socialista de Chile, El partido fundado por el presidente mártir Salvador Allende, sería profundamente, hipócrita, que este año que se conmemoran los 50 años del derrocamiento de su gobierno y de su muerte, los socialistas rindan honores y lo recuerden. Pues, en estos últimos 30 años, han abandonado íntegramente los postulados de lucha del compañero presidente. Me daría profunda vergüenza y una burla para todos que aun luchamos por el socialismo.

Lo mismo pasa con Boric y sus dos alianzas, son neoliberales, tal vez no doctrinarios ni ideológicos, pero sí en la praxis, en quehacer cotidiano, en la forma de gobernar y hacer las políticas públicas. Por ejemplo, hay que estudiar bien y de manera crítica en que consiste la reducción de la jornada laboral a 40 horas. No digo que no sea positivo trabajar menos horas. Pero cuidado con el tema del incremento de la productividad, en función de ella, muchas  incrementan los niveles de explotación y extracción-apropiación del plusvalor de las y los trabajadores. Falta análisis crítico. El punto es que en las universidades ya no se enseña marxismo. Y los partidos políticos del Apruebo- Dignidad como del Socialismo Democrático, dejaron de ser partidos marxistas.

La recomposición de la agrietada condición neoliberal será una tarea de todos los partidos políticos que firmaron el Acuerdo por Chile en concordancia con el poder legislativo y, por cierto, con el Gobierno de Boric. Para ello han puesto en marcha este ordenado, serio y acicalado proceso constitucional. Con hombres y mujeres “decentes”, supuestamente sabios, aplicados y obedientes. Son los “chicas y chicos buenos del curso”. Llevan varias semanas trabajando y no se sienten, están como ausentes, no meten bulla, no se tiran papeles, ni hacen bombitas de ruidos. En silencio conventual trabajan por Chile. Me producen repulsión, fundamentalmente, porque son sujetos neoconservadores. Me refiero a los 24 expertos y expertas. El saber técnico produciendo nuevos mecanismos y dispositivos de poder, someter a las y los rebeldes. Para que nunca más osen, cuestionar el orden existente.

 

¿Qué pasa y cómo se canalizarán las demandas ciudadanas por una mejor educación, salud y pensiones no mercantilizadas?

 

Cuando dices “no mercantilizadas”, ello supone, una poner en marcha una idea fuerza movilizadora y profundamente subversiva, pues, para que exista una educación, salud y pensiones “no mercantilizadas”, se debe poner fin a la condición de la neoliberal de la sociedad chilena. Para ello, se requiere realizar una revolución social, no constituir un gobierno de corte progresista, ni cambiar la constitución política. Hay que abandonar la idea de que a través de cambios parciales y sectoriales vamos a avanzar en la destrucción del capitalismo neoliberal. Si, se podría poner fin al neoliberalismo, pero no al capitalismo. No se trata de cambiar la forma de acumulación, pasar del neoliberalismo a otro tipo de capitalismo. Pues, el capitalismo es problema.

Hay que construir en los tiempos que vienen una organización política, un partido-movimiento que sea capaz de construir y proyectar una estrategia y una táctica para luchar por el poder, por todos los poderes, el micro, meso y el macro; a nivel local-territorial, regional y nacional, con el objetivo histórico y político de acumular fuerza social para impulsar la revolución social que transforme la sociedad neoliberal.

Esa acumulación de fuerza social debe impulsarse y sostener en el tiempo a través de un trabajo constante, permanente y cotidiano en una relación activa entre lo social y lo político. Entre una fluida relación entre los saberes teóricos y las praxis populares. La conformación de un contingente de hombres y mujeres destinados a educar y formar cuadros para impulsar la revolución social. Hay que recuperar todas las experiencias históricas para sacar las lecciones políticas que nos permitan superar todos los problemas y limitaciones que esas experiencias tuvieron. Hay que estudiar y analizar todo. Y no solo concentrase en los segmentos que nos sean favorables. Hay que volcarse a conocer bien a la sociedad que busca transformar como a los sujetos que viven en ella. No suponer, nada. Conocer todo.

Obviamente que lo anterior es un trabajo colectivo de largo plazo. Que en lo inmediato no soluciona los problemas de salud, educación y pensiones como tantos otros que hoy existen, pero el gran problema de la condición neoliberal que ha influido en la forma de hacer y en el quehacer de los actores y sujetos políticos es que no piensan el futuro, no proyecta la construcción de la historia futura, solo piensa en lo actual, en el presente. Se debe volver a construir la Utopía.

Pues, el problema es que habitamos en un tiempo en que todo se termina. Es la condición póstuma de la sociedad actual, es la extinción misma de la civilización capitalista. Se acaba, para que queremos tener mejores condiciones materiales de existencia hoy, si no tenemos futuro. A tal punto, que las generaciones actuales están renunciando a tener hijos. No quieren hacerse cargo de un ser humano. Prefieren tener mascotas que adquieren en el mercado de mascotas, que es un lucrativo y extenso mercado. Nos estamos quedando vacíos. Por eso hay luchar no solo por mejorar el presente, sino, fundamentalmente, por el FUTURO.

Ese es el desafío político e histórico actual. Debemos abandonar el presentismo, que nos somete la condición neoliberal. Hace tiempo que vengo sosteniendo en diversos lugares, el futuro no ha llegado, y es necesario comenzar a construirlo.

 

Por Paul Walder

 

 

 

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Periodista

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