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Militares, que traidores habéis sido

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Sencillamente no se trató del privilegio de sentir el llamado de la patria que los reclamaba para salvarla.

Desde sus orígenes la relación entre patrones y gañanes queda explicita en la formación del ejercito patriota para las batallas que posibilitaron la independencia de Chile. Fueron miles los que engrosaron las filas sencillamente porque le daban de comer tres veces al día. Los patrones ya habían sentido el agrado del comercio y que sin el más absoluto desvelo rompieron el monopolio con España y comenzaron a vender sus productos a otros países. Negocios son negocios.

Los uniformados, esos personajes financiados con el dinero de todos los chilenos han marcado en la historia del país situaciones de extrema gravedad. Escuela Santa María, La Coruña, Ranquil, pura memoria, absoluta impunidad.

Sería aceptado en los tiempos actuales que el salario sea una ficha y que para comer tenga que ir a la pulpería que tiene el mismo que le entrega la ficha. Absolutamente nadie podría aceptarlo, no es humano. Pecado gritaría alguna sotana.




Feliz esclavo si tiene un amo que te da de comer.

Los uniformes militares en Chile siempre se han relacionado con las necesidades de los ricos, las urgencias de los empresarios o los apuros de los grupos económicos. El servilismo también los llevó a establecer alianzas con agencias y personajes de otros países. De aquello estaba informada toda la alta oficialidad.

Los militares saben que cuando se tomar el gobierno deben actuar criminalmente. Es imperativo hacer que el terror se propague para que el ejercicio dictatorial no sea alterado y los fines de los que los empujaron sean cautelados con evidentes beneficios. Los militares no hacen nada gratis. No son benefactores ni caritativos, aunque sean devotos de la Virgen del Carmen.

Los que quieran validar como justo el golpe militar, allá ellos.

Para la historia es el inicio de un largo proceso de exterminio, tortura y muerte. No es entendible justificar el golpe militar y para quedar bien condenar las gravísimas violaciones a los derechos fundamentales. Ese es el ejercicio perverso de la derecha chilena.

Los protagonistas del drama de un país en el siglo XX, tiene a sus responsables perfectamente identificados. Cuelgan sus fotos en los muros de los regimientos y cuarteles, en mármol con sus nombres y apellidos. Tantos militares traidores, mano barata de la CIA. Las baratijas en los mercados no son caras.

Los militares no son de fiar.

Algunos generales antes que el presidente Allende fuera declarado presidente por el congreso, un general de apellido Canales, funcionario de la CIA , fue quien entregó razones, fundamentos e información para que fuera asesinado el general Schneider. Tras ese asesinato vil, hubo mano militar de alto grado. Traición se llama.

De conocimiento público es la miseria de Pinochet, se sabe de su cobardía con  perfil de ladrón con los dineros públicos. Indigno sencillamente por depositar sus robos en bancos extranjeros. No confió en los banqueros nacionales, es decir, sus amos.

Desde el día 11 los militares dejaron de escuchar al alma de la patria. Se entregaron a la sucia tarea de repartir el botín entre los ricos, esas empresas que habían sido de todos los chilenos. Verdad rebelada que el patriotismo es ropa vieja.

Las fuerzas armadas y sus agentes hicieron un trabajo criminal. Torturar, matar y hacer desaparecer a miles de personas es extremadamente deleznable, criminalidad absoluta y amparados con la impunidad de militares y civiles. Criminalidad pura dura. Es por aquello que los aplausos al golpe militar y aceptar como necesarios sus crímenes sencillamente podemos encontrarlos en Chile.

En esta triste y dolorosa foto del país, aún sobreviven los que también apoyaron, trabajaron, conspiraron junto a las gorras estrelladas para que por largos años millones fueran azotados en sus derechos y mantenidos en la miseria.

RN tiene sus abuelos, la UDI sus orígenes y el PDC sus culpables. A 50 años Chile tiene: un golpe militar, el informe Rettig, el informe Valech, Punta Peuco y casi veinte años de dictadura

Nada se le debe a los militares, absolutamente nada.

En la doctrina militar podría entenderse que ante algún ataque a su máxima autoridad en la que se encuentre un riesgo a su honra y el honor uniformado, como sucedió en la detención por más de un año en Londres, lo justo y correcto habría sido el suicidio, Pinochet no tuvo valor para intentar limpiar sus guantes. Hasta en eso cobarde.

Hacer de un país que miles y miles arrastren sus recuerdos de familiares fusilados sin juico o enterrados clandestinamente, son sencillamente una deuda que no se paga ni con pensiones ni con disculpas. Es un asunto de Estado.

El nunca más no es verdadero, es una mentira, una justificación precaria miserable.1973 – 1990 de criminalidad e impunidad y desde 1990 en adelante silencio cómplice. Ni patriotas ni salvadores, sencillamente criminales que bajo falsedades históricas se entregaron a los deseos de potencias extranjeras y el capital.

Nadie ha puesto en cuestión la mantención militar en Chile ni que celebren sus días  con fanfarria de bombos y platillos. Nadie cerrara sus clubes/madrigueras de generales en retiro donde saludan a los asesinos, a los degolladores, a los que fueron a lanzar los cuerpos al mar y brindan por Manuel Contreras y Marchenko.

Entonces esperamos que sencillamente sea cerrado Punta Peuco para que este país por tantas veces asesinado por los militares, pueda tener una página digna en su historia desde la cual podamos iniciar un recorrido de buena memoria.

En asuntos de derechos humanos no hay espacio para justificaciones. El camino a recorrer es la búsqueda de la verdad y la justicia. Exigirla con tantos decenios de retraso convierte una tarea ineludible de los gobernantes. Nada cambiará en los tiempos por llegar. Seguirán los uniformes pagados con los impuestos de todos los chilenos sin atisbar sospechas de eventuales guerras para mantener su presencia.

 

 

Por Pablo Varas

 

 

 

 

 

 

 

 

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