
Peripecias de jubilada
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Doña Gertrudis, profesora jubilada de inglés, quien ahora vive en una ciudad famosa por su benévolo clima, decidió aplicar la manida frase: “Compre, después de cotizar.” Como es viuda y sola, creyó prudente defender su jubilación, en tiempos de vacas flacas. Nada de excesos en un mundo de tentaciones materiales y una publicidad fastidiosa, igual a moscón azul. A veces le cae algún dinerillo extra por hacer clases particulares a una vecina. Ni doña Gertrudis ni yo hablamos de su edad, lo cual le permite usar ropas algo atrevidas. Vive con esa dignidad pobretona de la clase media, en un edificio de cuatro pisos. Se resigna a este hecho, donde todos se conocen y si no se conocen, se desean conocer. Cuando está en apuros financieros, recurre a una hija abogada, quien la visita y le lleva víveres. Igual, debe pelear a trancazos con su presupuesto mensual. Aunque habla el inglés a la perfección, le molesta que invada el español. “Pura cursilería de gente arribista”, le dice a quién desea escucharla.
Aquel día, apenas apuntó la mañana, decidió salir de compras. La despensa se veía enflaquecida, aunque era la tónica. En la noche, había visto un programa en la TV, donde un economista pomposo y afirolado, que mostraba la suela de sus zapatos, para indicar que eran nuevos, decía: “La competencia es sana. Compre después de cotizar”. Le gustó aquella frase y decidió comprobarla. Aunque padece de una leve artrosis a la cadera, camina sin dificultad. Usar bastón, le parece entregarse a una temprana discapacidad. Después de desayunar, tomó su carrito de compras y se dirigió a la feria, que hay a tres cuadras de su casa. Evita compra en ese sitio, pues la bulla del recinto, le produce mareos. Por norma lo hace en el supermercado del sector, aunque siente que ahí, los precios son altos. También suele comprar en un quiosco de la esquina, cuando está apremiada de tiempo.
La algazara de la feria de ese día primaveral, la hechizó como nunca. Los vendedores la piropeaban y ella feliz circulaba con su carrito de compras. Nada de la formalidad de esos establecimientos, donde quienes compran, parecen estar disgustados. Se movía a sus anchas, pese a sus limitaciones físicas, tentada a responder a quienes la seducían. Esa fiesta de colorido bullanguero, la hizo olvidar que, al cabo de una semana, debía concurrir a controlarse, al hospital. Se proveyó de las vituallas necesarias destinadas a una semana. Algo fatigada, se ubicó en la terraza de una cafetería, desplazada junto a la feria. Mientras bebía café, quiso averiguar el monto de sus gastos en víveres.
Sumó por aquí, por allá, por acullá y ante su sorpresa, se enteró haber ahorrado la friolera de $1.250. Cantidad que ni siquiera servía para cancelar un café. Regresó a casa. Bueno; al menos la habían piropeado y ello compensaba haber conocido la realidad de su condición de jubilada. Quiso llamar a su hija por celular, y referirle esta historia, aunque desistió. Quizá la joven iba a pensar que su madre tenía olvidos y las cuatro operaciones matemáticas, empezaban a fastidiarla. Al final, Gertrudis decidió comprar un par de berenjenas en el quiosco de la esquina, donde la dueña le refiere historias de familia y siempre termina con esta muletilla: “¿Sabe casera? Algún día me voy a jubilar y me iré a vivir a Santiago. Dicen que es una ciudad llena de vida nocturna y aún tengo años, para pasarlas flor”.
Walter Garib
IBAN SÁNCHEZ MATUS says:
Una lástima…casi un suicidio diría yo…el que se autoinfiere el CHILENO…ESE PATIPELADO de la clase media emergente…como le llaman los Expertos…porque ellos no estan NI AHI con publicaciones de este tipo…que les permitirian abrir los ojos y no andar a CIEGAS CULPANDO a medio mundo de su desgraciada vida….NUNCA estarán contentos porque en cosas de la vida son unos auténticos analfabetos…..Dios los guarde a este inmenso mar de desubicados…que NUNCA SABEN Y/O SABRAN PARA DONDE CRESTA VA LA MICRO….
ilsita says:
Sin duda la realidad de doña Gertrudis es la de la mayoría, donde no importa los estudios y un cartón , para pasar en la vejez a formar parte a los que su pensión no alcanza. Con hijos apoyadores para tan precaria situación se hace más llevadero, pero igual se nota la precariedad de la vida. Y no es que no haya posibilidad de ahorrar en ferias, sino el cuasi monopolio de los precios en que hay alguien desde donde esos ferianos compran, que determina el precio. Por lo demás hay un poco menos posibilidad de transgénicos y alimentos radiados, 30 veces más que una simple radiografía, para que duren y se dice pierden así los nutrientes o sea más encima se come cosas muertas… van quedando pocas posibilidades de ingerir productos desde el productor y siempre que no aplique los regalitos de monsanto y bayer para supuestamente preservarnos de algo… Qué decir la agroindustria que va directo a supermercados y sí aplica los ingredientes de los gigantes monsanto-bayer, ahí no hay salvación casi que no lleven preservantes peligrosos para la salud…por eso quieren acabar con los chicos, tanto en agricultura, pesca y demás, así nos envenenan a todos tranquilamente y todo autorizado por los gobiernos que juran es todo muy alimenticio…así que doña Gertrudis tuvo ya la experiencia de este sistema neo conservador llamado liberal, porque da igual, ambos permiten al pez grande se coma al chico y de partida nos digan que esas manzanas, tomates- que hace rato no son de los productores directos- tan brillantes, que hasta cera les ponen-son de lo mejor para nuestra salud.