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Risas, burlas y humillación en la Oficina Oval: Trump y Bukele sellan alianza sobre deportaciones

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En una Oficina Oval repleta y con un ambiente distendido, entre risas y comentarios que rozaron la burla, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió oficialmente a su homólogo salvadoreño Nayib Bukele. Fue la primera visita de un presidente latinoamericano a la Casa Blanca desde el regreso de Trump al poder, y el eje del encuentro giró en torno a la política migratoria y las deportaciones masivas impulsadas por su administración.

La reunión, interpretada como un gesto de afinidad política entre ambos mandatarios, dejó en evidencia una estrecha colaboración bilateral sustentada en un polémico acuerdo: El Salvador se ha convertido en destino final de cientos de deportados desde Estados Unidos, muchos de ellos sin antecedentes penales ni vínculos con bandas criminales. A cambio, el gobierno salvadoreño recibe seis millones de dólares anuales.

Uno de los casos que marcó la jornada fue el de Kilmar Ábrego García, un ciudadano salvadoreño con residencia legal en Maryland y padre de tres hijos, deportado el 15 de marzo pasado en uno de los vuelos que trasladan presuntos miembros de pandillas como la MS-13 y el Tren de Aragua. A pesar de que una jueza federal declaró su deportación como ilegal y ordenó su regreso inmediato, Bukele se negó públicamente a liberarlo o facilitar su retorno, alegando que “su gobierno no libera terroristas”.

Consultado sobre el caso, Bukele se limitó a afirmar que Ábrego es un criminal y que “no va a ser devuelto ni liberado”. Trump, por su parte, elogió a su invitado por su “labor increíble” y aseguró que ambos países trabajan “en estrecha colaboración para erradicar organizaciones terroristas”. El mandatario estadounidense restó importancia a las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en el Cecot, la cárcel de máxima seguridad donde está recluido Ábrego.




En la sala estaban presentes altos funcionarios de la administración Trump, entre ellos el vicepresidente JD Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y la secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem. Rubio insistió en que Ábrego “estaba ilegalmente en territorio estadounidense”, desoyendo el fallo judicial que prohíbe su deportación desde 2019.

El ambiente durante el encuentro fue descrito como relajado e incluso festivo. Sin embargo, según testigos, no faltaron las expresiones de burla y humillación hacia los deportados enviados a las cárceles salvadoreñas. “¿Quieren que volvamos a liberar criminales para convertirnos en la capital mundial del asesinato? Eso no va a suceder”, dijo Bukele con tono desafiante, mientras desde el gobierno estadounidense se sugería que si El Salvador decidiera repatriar a Ábrego, Washington facilitaría un avión.

La escena en la Oficina Oval no solo evidenció el endurecimiento de la política migratoria, sino también una preocupante indiferencia frente a los derechos de los deportados. En medio de la retórica del “combate al crimen”, crecen las voces que denuncian arbitrariedades y violaciones a las garantías fundamentales.

Esta fue la primera visita de un presidente salvadoreño a la Casa Blanca desde 2014, cuando el entonces mandatario Barack Obama recibió a Salvador Sánchez Cerén. A diferencia de aquella ocasión, el tono del encuentro de este lunes estuvo marcado por una sintonía ideológica que deja escaso espacio para la diplomacia y la defensa de los derechos humanos.



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