
Mayo Chilote: La catástrofe salmonera que mató el mar y aún espera justicia
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A nueve años del vertimiento masivo de salmones en las costas de Chiloé, comunidades del archipiélago recuerdan una de las mayores crisis socioambientales de Chile, marcada por la impunidad, el saqueo empresarial y la resistencia territorial.
El 2 de mayo de 2016, el archipiélago de Chiloé despertó en rebeldía. Durante 17 días, pescadores artesanales, comunidades costeras, estudiantes y familias enteras paralizaron las rutas de la isla para denunciar una tragedia que cambió su vida y su entorno: la muerte de su mar.
Todo comenzó meses antes, entre febrero y marzo, cuando un Florecimiento Algal Nocivo (FAN) mató 25 millones de salmones —unas 40 mil toneladas— producto de la sobrecarga de nutrientes y químicos vertidos por la industria salmonera. La situación se agravó cuando, en marzo, la Dirección General del Territorio Marítimo (Directemar) autorizó el vertimiento de más de 9 mil toneladas de salmones descompuestos frente a las costas de Ancud, pese a las advertencias de contaminación. El permiso fue solicitado por SalmonChile y aprobado como medida de “emergencia sanitaria”.
Lo que vino después fue devastador: una marea roja sin precedentes, causada por el alga Alexandrium catenella, envenenó los recursos marinos y dejó sin sustento a miles de familias chilotas. Peces, moluscos, lobos marinos y aves murieron. Los pescadores y recolectores perdieron su fuente de trabajo. El turismo colapsó. “Nos mataron el mar”, fue el grito que se elevó desde el archipiélago y que marcó para siempre el llamado Mayo Chilote.
Rebelión histórica y responsabilidad del Estado
Durante la revuelta, la consigna “No es marea roja, es saqueo empresarial” se transformó en símbolo de una denuncia mayor: la colusión entre el Estado y la industria salmonera. Barricadas cortaron más de 250 kilómetros de la Ruta 5, enfrentamientos con carabineros se sucedieron a diario y el archipiélago se mantuvo movilizado exigiendo justicia ambiental.
Con los años, la Corte Suprema ratificó que el vertimiento fue ilegal. Directemar, Sernapesca y otras entidades del Estado incumplieron las normas ambientales y sanitarias, según dictaminó el máximo tribunal. Aun así, a la fecha ninguna empresa ha sido sancionada penal ni económicamente. Seis compañías fueron autorizadas para arrojar salmones podridos al mar: AquaChile S.A., Aguas Claras S.A., Granja Marina Tornagaleones, Trusal S.A., Mar Ventisqueros S.A. y Australis S.A.
La impunidad ha sido la constante. Ni el Ministerio del Medio Ambiente ni los tribunales han dado respuesta efectiva a las demandas de reparación. A nueve años del desastre, organizaciones locales denuncian que la industria salmonera continúa operando con los mismos riesgos, incluso en áreas protegidas y ecosistemas frágiles del sur austral.
Crisis ambiental más allá de Chiloé
El caso del Mayo Chilote no es un hecho aislado. En 2021, un nuevo bloom de algas tóxicas mató a miles de salmones en el fiordo Comau, un ecosistema único donde habitan corales de aguas frías, cetáceos y mamíferos marinos. Las organizaciones ambientales han denunciado que la presencia salmonera en zonas protegidas ha creado “zonas muertas” y desequilibrios irreversibles.
Otro caso emblemático ocurrió en el Parque Nacional Alberto de Agostini, donde la empresa Nova Austral fue acusada por la Superintendencia de Medioambiente de destruir el fondo marino y superar los límites de producción. Aunque el Consejo de Defensa del Estado presentó una demanda por daño ambiental y fraude, con el tiempo la compañía recibió múltiples perdonazos regulatorios.
Chiloé no olvida
Nueve años después, las heridas siguen abiertas. Comunidades y organizaciones sociales de Chiloé recuerdan el Mayo Chilote como “la rebelión del siglo” y reafirman su lucha por justicia y soberanía ambiental. “Nos mataron el mar, pero no la memoria ni la resistencia”, se lee en las redes sociales de Defendamos Patagonia y Radio Umbral, que han conmemorado la fecha con publicaciones especiales.
“El Mayo Chilote fue un grito por la dignidad de los territorios”, sostienen desde el archipiélago. Hoy, cuando la industria salmonera mantiene intactos sus privilegios y su modelo extractivista, la demanda por una nueva relación con el mar, basada en el respeto ecológico y la autodeterminación de los pueblos, sigue más vigente que nunca.
Renato Alvarado Vidal says:
Si hemos de dar una batalla no conviene hacerlo con armas falsas, con espaditas de madera que el contrincante destruirá sin esfuerzo; en un debate conceptual conviene entonces que nuestros argumentos sean sólidos y basados en una realidad demostrable; el presente artículo no es un buen ejemplo.
Tanto las floraciones de algas como la marea roja son fenómenos naturales que han ocurrido en estas aguas desde que hay memoria. En 2016 hubo una floración de diatomeas acá en la zona norte del archipiélago y mató 40.000 toneladas de peces en jaula; la presencia de las jaulas motivó la presencia de tantos peces juntos y por tanto de la mortandad, pero no fue en modo alguno la causa de la floración nociva.
La mayor parte de esos peces muertos fueron faenados como harina de pescado, pero hubo 9.000 toneladas que se descompusieron y debían ser eliminadas y se buscó hacerlo incorporándolas a la cadena trófica del océano, por lo que fueron vaciadas a la cuadra de la boca poniente del canal de Chacao, mar afuera, más allá de la poderosa corriente de Humboldt, de modo que ese material orgánico no tenía modo alguno de volver a la costa y seguramente fue bien aprovechado por la fauna oceánica; lo único que podía volver y de hecho lo hizo, fue la espuma sobrenadante, ya que esta es movida por el viento y este sopla siempre del mar hacia la costa.
Coincidiendo con estos hechos venía avanzando desde Aysén la marea roja, que es también una floración de microalgas, pero diferentes a las diatomeas que habían matado a los salmones, y cuando esto ocurrió la marea roja venía aún muy al sur de las Guaitecas; es decir, no hay relación causal alguna entre ambos fenómenos ni tampoco con la disposición de los peces muertos.
Algo muy decepcionante de los hechos de 2016 fue que entidades ambientalistas como Greenpeace y otras que debieron haber hecho claridad al respecto, hicieron lo contrario, aumentando el caos, de modo que en vez de movilizarnos en ayuda de los damnificados, de toda esa población costera que se quedó no sólo sin poder vender mariscos sino incluso sin poder consumirlos para la propia subsistencia, en vez de ir en su ayuda salimos a cortar los caminos, protestando ciegamente por las cosas más variadas, ventilando una bronca como la que con toda justicia estalló en 2019, pero sin ayudar en nada.
Si vamos a defender nuestro mar conviene apoyarse en la ciencia, incluso a Marx, Engels, Jacques Coustau y otros les ha dado buen resultado.
Desde los siempre atareados muelles de Chinquihue, 20 del mes del mar de 2025
Renato Alvarado Vidal