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La caricatura de Landerretche

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Esta no es solo una campaña política torcida, marcada por el miedo y la manipulación, sino que también pone en evidencia el preocupante nivel de desconexión —o incluso ignorancia política— que aún persiste en parte del electorado chileno, que sigue reaccionando ante discursos alarmistas sin contrastarlos con la realidad de los hechos y las políticas concretas.

En medio de la campaña oficialista por definir su candidatura presidencial, las declaraciones del economista del Partido Socialista Óscar Landerretche han desatado una tormenta política que revela más de lo que aparenta: el intento desesperado del sector socialdemócrata de reinstalar una vieja narrativa del miedo, a costa de caricaturizar al actual gobierno como un proyecto radicalizado de izquierda.

Pero ¿quién puede creer semejante despropósito? ¿Quién puede tomarse en serio la imagen de un gobierno radical cuando su accionar ha estado marcado, en los hechos, por un tono más cercano al centrismo que a la socialdemocracia clásica? En palabras del diputado socialista Daniel Manouchehri, “este gobierno es más bien un gobierno socialdemócrata o incluso más conservador que un gobierno socialdemócrata”. Y no es solo una opinión: basta con revisar las políticas públicas impulsadas por la administración Boric para advertir una moderación que, en muchos casos, ha desilusionado a quienes esperaban transformaciones estructurales.

El disparo de Landerretche, lejos de abrir un debate honesto sobre el futuro del progresismo, evidencia una herida no cerrada del mundo concertacionista. “La campaña de Carolina Tohá no puede servir de terapia para sanar las heridas de algunas personas”, apuntó Manouchehri con claridad, aludiendo al tono visceral y narcisista del economista, que ha optado por transformar una contienda democrática en una plataforma de ajuste de cuentas personales.




Las palabras de Landerretche —advertencias sobre la supuesta “radicalización” del Frente Amplio y el Partido Comunista, desconfianzas hacia la madurez política del Presidente Boric, e incluso un insólito llamado a que la izquierda no “queme iglesias” si pierde las elecciones— han cruzado el límite de la crítica política legítima para instalar una campaña del terror. Una estrategia conocida, añeja, y profundamente desconectada del ánimo ciudadano, que ya no compra los viejos argumentos del “mal menor”.

Desde el entorno de Tohá, intentaron restarle importancia a sus palabras, aclarando que Landerretche no ocupa un cargo formal en el comando. Pero su cercanía al equipo político y la sincronía de sus declaraciones con la línea discursiva más conservadora del oficialismo revelan un diseño premeditado: condicionar la primaria del 29 de junio a una sola opción “razonable”, negando legitimidad al resto de los competidores.

Y sin embargo, como ha señalado Gonzalo Winter, “ese progresismo reducido no le va a ganar a la derecha”. Porque si el progresismo pretende volver a gobernar, necesita volver a entusiasmar. Y eso no se logra con miedos, ni con amenazas veladas, ni con fantasmas de barricadas.

En esta disputa no solo se juega un nombre en la papeleta, sino la definición misma del proyecto progresista para los próximos años. ¿Se repetirá el libreto del centrismo neoliberal de los años 90, funcional al modelo y desconectado de las urgencias sociales? ¿O emergerá una propuesta con vocación transformadora, que dialogue con las esperanzas que aún sobreviven en la ciudadanía?

Landerretche ha elegido su bando. El problema no es que lo haya hecho, sino que lo haga desde la descalificación y el miedo. Su caricatura de un gobierno supuestamente radical solo busca justificar la continuidad de un progresismo dócil. Pero a estas alturas, la ciudadanía sabe distinguir entre una caricatura y una alternativa real de futuro.



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  1. Renato Alvarado Vidal says:

    Gracias Landerretche, por mostrar los verdaderos colores y valores de esa candidatura. Su carácter de clase, que le dicen.

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