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Una derecha sin país

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La derecha chilena parece haber renunciado a pensar el país en su complejidad. Sin proyecto nacional ni sensibilidad territorial, sus principales referentes reivindican sin pudor el legado dictatorial y promueven un modelo de Estado mínimo funcional al gran empresariado. ¿Cómo puede gobernar un país una élite que lo desconoce?

 

Uno de los hechos más evidentes es que la derecha carece de un proyecto nacional. No hay horizonte republicano, no hay imaginación histórica, no hay siquiera una idea país. Lo que hay, más bien, es un esfuerzo tenaz por prolongar el legado económico de la dictadura civil-militar, con una estética aggiornada a los nuevos tiempos, pero con las mismas coordenadas de fondo: mercado, elite, orden.

Esto no es una simple conjetura. Basta observar a sus principales referentes. Tanto José Antonio Kast como Evelyn Matthei y Johannes Kaiser son abiertamente pinochetistas. Ya no se trata de una herencia vergonzante o de una relación ambigua con el pasado. Todo lo contrario: revindican con orgullo la figura del dictador, no como un hecho histórico superado, sino como una identidad política activa, una clave de lectura del presente.

Y es que en este sector político no hay verdadera voluntad de innovación. Lo que hay es una operación restauradora: quitarle todas las restricciones que la Concertación —con timidez, es cierto— impuso al modelo neoliberal, con el objetivo de hacerlo aún más funcional a los intereses empresariales. Porque no nos equivoquemos: la derecha chilena no le habla al pueblo, sino al empresariado, a sus pares, a sus financistas, a quienes ven en el Estado no una herramienta de justicia social, sino un obstáculo regulatorio que estorba el libre juego del capital.




El discurso sobre la “permisología” —ese nuevo enemigo interno— no es más que un eufemismo para avanzar hacia un Estado mínimo, sin capacidad de fiscalización, sin capacidad redistributiva, sin presencia territorial. Pero, ¿cómo sostener seriamente una idea de país que minimiza al Estado en un territorio tan desigual y fragmentado como Chile? Pensar en un “Estado reducido” cuando hay vastas zonas del país donde el Estado ya brilla por su ausencia, no es solo un error: es una irresponsabilidad política de proporciones históricas.

Johannes Kaiser puede hablar desde su escritorio digital en la zona oriente de Santiago, pero desconoce —como muchos en su sector— la complejidad territorial, cultural y social del país. Esa es, quizás, la herida de origen de la derecha chilena contemporánea: su ignorancia (y desdén) por la realidad nacional. Un país que no se reduce a Providencia, Vitacura o Lo Barnechea. Un país donde persisten carencias estructurales, desigualdades brutales y demandas de reconocimiento que no caben en PowerPoints ni en modelos de Excel.

Desde cierta academia politológica, se ha intentado explicar el fenómeno con marcos analíticos importados. Algunos, como Cristóbal Rovira, han propuesto leer estas derechas desde las categorías del populismo europeo. Pero a mi juicio —y lo digo con respeto— esa es una lectura equivocada. Porque aquí no hay una ruptura con el neoliberalismo, como sucede con Vox o con Le Pen, sino más bien una radicalización de su espíritu original. Esta derecha no quiere superar el modelo: quiere profundizarlo, desmantelando cualquier traba que el tiempo, las reformas o la protesta social hayan conseguido instalar.

¿Es esto una anomalía latinoamericana? No necesariamente. Pero sí es una tragedia nacional que un sector con aspiraciones de gobierno no tenga una lectura compleja del país, no tenga sensibilidad territorial, no tenga contacto real con las mayorías populares. Y peor aún, que sus cuadros dirigentes —salidos de la empresa privada— no comprendan que gestionar un Estado no es lo mismo que dirigir una empresa familiar o un holding de inversiones.

La pregunta es, entonces, urgente: ¿cómo puede gobernar un país una derecha que no conoce el país? ¿Qué tipo de república puede construir un proyecto político que ve en el Estado un estorbo y en la democracia un trámite?

Los síntomas están a la vista. El peligro, también.

 

Fabián Bustamante Olguín.

Académico del departamento de teología, Universidad Católica del Norte, Coquimbo.



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Fabián Bustamante Olguín

Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado Magíster en Historia, Universidad de Santiago Académico Asistente del Instituto Ciencias Religiosas y Filosofía Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo

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  1. Felipe Portales says:

    Ya no existe «la» derecha en Chile. Existen desde hace mucho dos derechas: la tradicional y la «centro-izquierdista». Ambas -¡y particularmente la segunda!- legitimaron, consolidaron y profundizaron el sistema neoliberal impuesto por la dictadura.

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