
Jeannette Jara y el fracaso del centro: cuando el carisma no basta
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El arrollador triunfo de Jara revela el agotamiento de una política que administró sin transformar. Su desafío no es solo convocar al progresismo, sino convertir dignidad en poder real sin repetir las frustraciones del pasado.
El triunfo de Jeannette Jara en las primarias del pacto Unidad por Chile no es una victoria del Partido Comunista, es una confesión tardía de que la política chilena de los últimos treinta años se quedó sin relato. Después de décadas de administración del modelo por parte de una centroizquierda que confundió gobernabilidad con complacencia, una candidata sin estridencias, pero con firmeza, barrió en las urnas. Eso dice más del fracaso del centro que del éxito de la izquierda.
Jara no representa un giro brusco, sino una continuidad que incomoda: la de las luchas sociales, el sindicalismo y la dignidad como principio político. Su carisma, su biografía de esfuerzo, y su lenguaje llano son difíciles de atacar, incluso para una derecha que ya recurre al anticomunismo como quien sopla cenizas. Pero ese capital simbólico, por grande que sea, no basta. La política no se transforma con relatos conmovedores, sino con instituciones, reformas y capacidad de ejecución.
El Partido Comunista, acostumbrado al lugar de resistencia, ahora lidera. Y debe dejar de hablarle solo a los convencidos. La apelación a la unidad que hizo Jara no puede ser solo un eslogan de campaña. La coalición que necesita no se construye sumando fragmentos del progresismo, sino enfrentando una realidad incómoda: la fractura entre partidos y ciudadanía, entre programa y posibilidad.
El centro político está en ruinas, pero el elector de centro no ha desaparecido. Existe, desconfía, y observa. Puede votar por Jara si la percibe como una garantía de estabilidad con justicia. Pero también puede fugarse si el discurso se vuelve dogma. La moderación no debe ser una renuncia, sino una estrategia.
El gobierno de Boric, con su acumulación de frustraciones, es el espejo donde Jara no puede mirarse. Prometió transformaciones y terminó paralizado entre una geometría parlamentaria adversa y una voluntad que se diluyó. Si la nueva candidata quiere evitar el mismo destino, necesita construir gobernabilidad sin sacrificar convicciones. Eso requiere alianzas, pero también una claridad brutal sobre lo que es negociable y lo que no.
La reforma previsional y el «No + AFP» son pruebas de fuego. Jara reafirmó ese compromiso, pero también sabe que el Parlamento actual está diseñado para frenar cualquier intento serio de cambio. Su apuesta deberá ser doble: una campaña que movilice y una estrategia parlamentaria que presione. El electorado necesita saber que esta vez, si vota por la transformación, tendrá consecuencias.
Y sin embargo, el riesgo es claro. El entusiasmo puede volverse complacencia, y la unidad, un pretexto para diluir el programa. El PC, ahora con la candidata, debe evitar la tentación del protagonismo absoluto. Liderar no es dominar, es convencer. No basta con tener la razón histórica, hay que demostrar que también se puede construir futuro.
Jeannette Jara encarna una posibilidad. Pero el pasado reciente obliga a la cautela. La izquierda popular no puede darse el lujo de repetir los errores del progresismo que vino antes. Gobernar con dignidad implica hacerlo con eficacia. Y esta vez, no hay espacio para excusas.
Félix Montano