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Yo explico, tú explicas, nosotros explicamos, ¡Ah, pero ellos no explican nada!

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La victoria de Jeannette Jara en las primarias ha abierto un escenario inédito para la izquierda chilena, pero también ha desatado una ofensiva anticomunista desde la derecha y sectores del centro. En vez de ceder terreno, la campaña debe afirmarse en sus principios y dejar de dar explicaciones por hechos ajenos. La candidata no ganó «a pesar de ser comunista», sino también por serlo.

 

El sólido triunfo de Jeannette Jara en las primarias de las fuerzas progresistas ha provocado las reacciones que eran de esperar, tanto en los círculos de la izquierda y la centroizquierda, como en la derecha.  Así, hubo júbilo entre las huestes del Partido Comunista y también entre muchos que desde la periferia e incluso desde otras militancias, dieron su apoyo a esa candidata simplemente porque encarnaba—y esperamos que lo siga haciendo—las propuestas y principios que históricamente ha levantado la izquierda. También, entre otros sectores, ha suscitado dudas a la que la candidata derrotada había contribuido con su tristemente célebre frase de que “no le gustaría que gobernara el Partido Comunista”.

Cierto, la elección ya pasó, la derrotada candidata ahora ha anunciado incluso su retiro de la vida política activa y ahora hay que encarar las dos siguientes etapas—muy difíciles—que se vienen: las elecciones del 16 de noviembre donde la candidata de la izquierda debe estar entre las dos postulaciones finalistas para así pasar a la segunda vuelta, el 14 de diciembre, y, esperamos, que allí pueda imponerse a quienquiera represente a la derecha.

En todo caso, si antes de las primarias el anticomunismo hizo su aparición incluso entre algunos que se supone hacen parte de la izquierda, una vez en campaña contra la derecha será inevitable que esos argumentos se centren en las premisas más primitivas y simplistas: el “peligro comunista”. Por cierto, ya la misma noche de la votación esos argumentos más primarios salieron a la luz por boca del diputado Johannes Kaiser, candidato del llamado Partido Nacional Libertario. El diputado ultraderechista basó toda su intervención en subrayar que un eventual gobierno de Jeannette Jara representaría un “peligro para la democracia”.  Esto ya pasa a ser un poco surrealista, he aquí que un individuo claramente asociado a ideas fascistoides se quiere presentar como defensor de la democracia.




Sin embargo, el tema del anticomunismo, a veces soterrado, disimulado bajo formas más sutiles, se ha presentado también entre sectores de centro e incluso cercanos a la propia izquierda. Se ha hecho costumbre por parte de algunos, no siempre con mala intención hay que decir, andar pidiendo explicaciones y definiciones, ni siquiera sobre hechos puntuales en ciertos países, sino sobre esos gobiernos en general.  Cuba, Venezuela, Nicaragua han sido nombrados y—de manera bastante absurda—se exige explicaciones a los comunistas o a quienes solidarizan con esos gobiernos, en circunstancias que, por cierto, los comunistas chilenos no tienen por qué dar explicaciones acerca de gobiernos sobre los cuales ellos mismos no tienen posibilidad de determinar sus acciones. Las elecciones son en Chile, no en esos países.

En esto de andar explicando conductas ajenas, en la misma izquierda a veces se ha actuado muy a la defensiva.  Por cierto, no se debe renegar de la solidaridad con Cuba o con otros gobiernos progresistas con los cuales uno sienta afinidad ideológica o, incluso, cierto grado de circunstancial coincidencia en un contexto internacional, pero de ahí a tener que dar explicaciones por sus actos hay una gran distancia. Mucho menos se debe permitir que estos sujetos de la derecha, sin ninguna autoridad moral, intenten poner a la izquierda a la defensiva por eventos externos que ella no controla.

Si hubiera que aplicar lo anterior, entonces uno bien podría pedirles a ellos explicaciones por lo que hacen gobiernos ideológicamente afines a sus posiciones: sobre esto de los derechos humanos, por ejemplo, un tema que desgraciadamente se ha echado mucho al trajín últimamente ¿acaso no habría que pedirles explicaciones por el más de centenar de muertos causados en Perú por el gobierno de Dina Boluarte? ¿o en Ecuador, donde el gobierno del derechista Daniel Noboa ordenó sacar violentamente a un solicitante de asilo político desde la embajada mexicana, violando convenciones internacionales? Y si queremos ir más lejos geográficamente ¿acaso alguno de estos presidenciables de la derecha ha condenado el genocidio que realiza Israel en territorio palestino? ¿o ha protestado por el trato del gobierno de Trump a los migrantes latinos?  Sería interesante saber, por ejemplo, si en su programa el libertario Kaiser, de ser elegido, dejará a miles de empleados públicos sin trabajo, como hizo Javier Milei en Argentina.

Ya es imaginable la respuesta de los abanderados derechistas, si es que la dan: “cada caso es diferente”, “las condiciones no son comparables”, etc. Pero en cambio para los casos con los que se quiere “aproblemar” a la izquierda sí que valen todas las extrapolaciones posibles, por absurdas que parezcan: “si gana Jara Chile será como Cuba, o Venezuela, o Corea del Norte…”

Curiosamente, incluso el manoseado tema de los derechos humanos con que se quiere atacar a la izquierda puede ser encarado de un modo más firme y no intentando sumarse a supuestas condenas basadas en premisas cuestionables. En este sentido, si de derechos humanos se trata, el derecho a la salud y a la educación son esenciales y pese a todas las dificultades económicas, el “régimen cubano”, como lo llaman algunos desdeñosamente, ha hecho grandes esfuerzos por proveer a su población con un amplio y gratuito acceso a esos dos derechos fundamentales. Más aun, en medio de la pandemia, Cuba, en un gesto solidario, envió brigadas de personal sanitario a otros países para ayudar a combatir el pernicioso virus.

La victoria de Jeannette Jara ha creado también al interior de la izquierda un nuevo escenario en que por primera vez una persona militante del Partido Comunista puede ser elegida a la presidencia del país. Como dato histórico valga señalar que aunque lo que se recuerda de abanderados presidenciales del PC en tiempos recientes es la postulación de Gladys Marín, que ciertamente no tenía posibilidades reales de triunfo; este partido de la izquierda estuvo presente durante el siglo 20 en varias contiendas presidenciales aunque, por cierto, sin posibilidades de ganar: Luis Emilio Recabarren en 1920, Elías Lafertte en 1931 y 1932, e incluso el poeta Vicente Huidobro en 1925 aunque posteriormente retiró su postulación para apoyar a José Santos Salas de la Unión de Asalariados de Chile. Manuel Hidalgo, que liderara una facción trotskista y posteriormente fundara la Izquierda Comunista postuló también, sin mayor éxito en 1931. Por cierto, Pablo Neruda fue precandidato en 1969 cuando la coalición de la Unidad Popular nominó a Salvador Allende.

En este nuevo escenario se plantean también importantes dilemas sobre aspectos tácticos y estratégicos. En este último aspecto no debe haber mucha duda en cuanto a que el programa que sea consensuado por los partidos progresistas ciertamente no será un programa para la construcción del socialismo ni mucho menos. En esto, muchos podrán dormir tranquilos. Esencialmente el programa deberá profundizar algunos cambios que ya se han intentado introducir durante la presente administración, pero al mismo tiempo debería hacer un planteamiento más robusto sobre la participación del Estado tanto en la minería del cobre como del litio y otros minerales que hoy se tornan estratégicos en la nueva era tecnológica. Temas aun pendientes como la salud pública universal, la gratuidad y el mejoramiento de la educación en todos sus niveles y una nueva visita al sistema de pensiones, orientada a eliminar o al menos reducir el rol de las AFP debe estar en la agenda, sin olvidar por cierto un comprehensivo programa de seguridad y combate a la criminalidad. Esto último no sólo centrado en una respuesta policial efectiva sino también en la prevención, apuntando a las causas sociales del incremento de las conductas criminales.

En lo táctico, durante la campaña hay que dejar de andar dando explicaciones por lo que ocurra en Cuba o Venezuela, mientras la derecha no dé explicaciones de lo que hacen en otras latitudes los regímenes afines a su ideología. It’s just a matter of fairness, como se diría por estos lados. Esto es importante porque ya se oyen voces de que la candidata tendría que “descomunizarse”, moverse más hacia el centro dicen algunos. En los hechos ella no es la candidata del Partido Comunista (como lo fueron en su momento los nombres que mencioné antes) sino la candidata de una amplia coalición de partidos de izquierda y centro, que sucede que es militante del Partido Comunista, una tienda política que, por lo demás, históricamente se ha apegado más a las reglas del juego del sistema político que varios de sus detractores.

“Correrse al centro” sería pues un error y hasta podría interpretarse como una actitud oportunista. Ella ganó la nominación en la primaria y la gente la votó no “a pesar de ser comunista”, sino, entre otras cosas, “por ser comunista”. No se venga pues con intentos de “echarle agua al vino” para que no se note lo que es o, quizás, para que nadie se cure y termine hablando de revolución y socialismo. Todos sabemos que, por ahora al menos, esto último no está en la agenda, pero, aun así, el hecho que una comunista lidere este muy interesante proceso abre un inédito camino que no debe malograrse.

 

Por Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)

 

 



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  1. Serafín Rodríguez says:

    Si hay algo que explicar, aparentemente es lo que afirma el comentario de más abajo, el cual incluye un buen análisis y cifras, hasta donde entiendo irrebatibles, que circula en internet. Como no está firmado, desconozco su autoría pero parece en extremo interesante:

    «Dado que no milito en ningún partido de Gobierno, carezco de pretensiones electorales y, por ende, de intereses creados en las primarias presidenciales; y ante la proliferación de análisis dominados por la emocionalidad —sin el más mínimo rigor racional—, me permito señalar algunos datos concretos:
    1.⁠ ⁠Desde una perspectiva estrictamente numérica, las primarias de Apruebo Dignidad en 2021 convocaron a aproximadamente 1.75 millones de electores, mientras que en las de 2025 participaron cerca de 1.37 millones, lo que refleja una disminución de 380,000 votantes.
    o El exitismo de ciertos sectores de izquierda —que celebran la victoria con un 60% de los votos emitidos— ignora un hecho crucial: dicha cifra representa solo el 9% del padrón electoral total, lo que se traduce en un apoyo real del 5.4% para la candidata en cuestión.
    o Este fenómeno es análogo al del plebiscito de entrada (2020), donde el Apruebo obtuvo un 78% del 50.9% de participación (es decir, un 39.7% del padrón total), y luego en el plebiscito de salida (2022), el Apruebo obtuvo cerca del38 % en un escenario de voto obligatorio.
    2.⁠ ⁠Resultados históricos del Partido Comunista (PCCh):
    o Municipales 2016: 5.3% de los votos.
    o Parlamentarias 2017: 4.6%.
    o Municipales 2021: 5.3%.
    o Parlamentarias 2021: 5.1%.
    o Primarias 2025: 5.4% (la candidata en cuestión no rompió la tendencia, sino que se mantuvo en el rango habitual del PCCh).
    En síntesis, los porcentajes relativos (dentro de una elección restringida) no deben confundirse con respaldos absolutos. La narrativa triunfalista oculta una realidad fría: el Partido Comunista de Chile no ha logrado expandir su base electoral más allá de su núcleo duro.»

  2. Renato Alvarado Vidal says:

    Un objetivo estratégico central es «resucitar» la movilización popular, que fue la principal víctima de la Concertación; esto incluye el retorno de el Clarín.
    Pasando a otro tema, hace poco escuché por primera vez al candidato Kaiser ¡no podía creer que alguien fuese tan caradura! ¡él, un pinochetista entusiasta, dando lecciones de democracia al PC, que nunca ha participado en un golpe de estado!

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