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¿Cómo entender la libertad de expresión?

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Nada más perturbador para quienes escriben, saber qué se entiende por libertad de expresión. A menudo, corresponde sujetar la pluma y la lengua, y hacer cabriolas lingüísticas, y así expresar lo que se piensa. Expresar lo que no se quiere opinar o decirlo de una manera tan sofisticada y ambigua, que nadie lo entienda. Cuando se escribe una novela, un cuento o un poema, el autor puede sentirse seguro de no ser demandado por injurias. Si alguien escribe un artículo y asegura que cierto Ministro es un idiota, y lo nombra, el aludido se va a querellar, aunque sea verdad la acusación.

“La libertad de expresión es un principio que apoya la libertad de un individuo o un colectivo de articular sus opiniones e ideas sin temor a represalias, censura o sanción posterior”. Definición clásica, obtenida de las miles que circulan en Internet. De acuerdo. En estos últimos cuatro años, desde la prensa de oposición, se ha dicho que el gobierno de la oligarquía, representado por Sebastián Piñera y su corte de aduladores, se ha dedicado a saquear el país. Verdad que no admite circunloquios para asegurarlo. Enumerar los estropicios, robos a mansalva, ocuparía infinidad de artículos por escribir y el tema, jamás se agotaría.

¿Y cómo se defiende el gobierno? Clausura los medios donde escribir, pues existe una prensa que se ha rendido al poder actual, desde donde reciben apoyo financiero.

Cuando la doctora Izkia Siches, futura Ministra del Interior del gobierno de Gabriel Boric, trató de infelices a los funcionarios de esta administración, por no decir destrucción, los aludidos se encabritaron. Como ignoran el significado del vocablo, se sintieron ofendidos. Infeliz, no significa otra cosa que: “De suerte adversa, no feliz”. Y en sentido familiar: “Bondadoso y apocado”. Quizá les dolió haber sido descritos de apocados. ¡Qué insolencia! Sí, pues son soberbios, engreídos y consumados artista en el arte de engañar. Tradición que se remonta al día en sus antepasados, llegaron a robarse Chile.




Izkia Siches, en demasía, fue generosa en su denuncia. Apenas si los rozó con el pétalo de una rosa. Tenía que haberlos acusado de ladrones al por mayor. Bueno, como en esta época serlo, da prestigio, habría recibido felicitaciones. Ella, no hizo otra cosa que, ejercer su derecho a expresarse, y decir cuánto piensa. Una verdad irrefutable, que día a día se comprueba, al observar cómo nuestro país, ha sido saqueado, envilecido, entregado a la delincuencia y al narcotráfico. Como si fuese un botín de guerra, y los vencedores, es decir los infelices, se ceban protegidos por las leyes, dictadas por ellos, durante la dictadura.

Se puede pensar que el concepto llamado libertad de expresión, es otra engañifa, para mantenernos adormecidos. Exprese y diga lo que le plazca, mientras nosotros nos robamos el país, una y otra vez, bajo la mirada complaciente de las autoridades. ¿Acaso usted no quería ejercer el derecho a la libre expresión? Publique sus escritos y quejas, donde le plazca y buenas noches.

Al próximo gobierno de Gabriel Boric, le significará un arduo trabajo, desmontar este tinglado de falsa obra de teatro. Se necesita al menos una década de gobierno, para limpiar las alcantarillas, los albañales y el pus de tantas heridas que todavía no sanan. ¿Por dónde empezar? Primero, llevar a la justicia a los responsables de esta debacle y congelarles sus bienes mal habidos. Golpearlos donde les duele, es decir, en los bolsillos de payaso. Fervorosos creyentes y adictos al Dios dinero, llorarán su desgracia, mientras piensan, cómo regresar al gobierno en cuatro años más, y así volverse a enriquecer. Entonces, como uno es mal pensado, el descalabro que deja este gobierno de infelices, apunta a dañar al futuro gobierno de Gabriel Boric. Después, urge llamar a José Antonio Kast y sus valquirias, para resolver la crisis. Labor cumplida.

 

Por Walter Garib

 

 

 

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Escritor

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  1. No sea que el tinglado que se desarma, por obra y gracia del espíritu santo , se rearme sin querer queriendo. Algunos podrán decir que son las mutaciones permanentes de la infección endémica que nos envuelve.

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