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La desastrosa respuesta del gobierno ante la catástrofe doble que enfrentamos: depresión económica y pandemia

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No solo enfrentamos la pandemia del Covid-19, también tenemos que hacer frente al inicio de una catástrofe social como resultado de la depresión económica mundial. La recesión estaba comenzando antes de la epidemia de coronavirus en varias economías importantes, pero la irrupción de la Covid-19 sirvió como catalizador que aceleró todos los procesos y paralizó parcialmente la economía mundial. En algunos países como EEUU, Italia o España de manera dramática en paralelo con el aumento de los fallecimientos y el colapso de los servicios hospitalarios con capacidad de atender pacientes críticos.

El Plan de Emergencia Económica del gobierno de Sebastián Piñera no da el ancho para la gravedad de la situación. Anunció una serie de medidas con un presupuesto de un primer paquete de 11 mil 750 millones de dólares, lo mismo que representa un 4,7 por ciento del PIB nacional; estas medidas las complementó luego con otras. Anunciaron la creación de una línea de crédito a bancos con garantía estatal para préstamos por un total de US$ 24 mil millones para “nuestros emprendedores, pymes y empresarios. En principio las cifras parecen importantes.

 

El grueso de las medidas está enfocado en favorecer a las empresas antes que a los miles de trabajadores que se han quedado sin empleo o sin ingresos. El dictamen de la Dirección del Trabajo que permite enviar a los trabajadores a la casa sin salario ni indemnización, desempleados en la práctica, fue parte de esta misma política que privilegia los intereses de los empresarios.

 

La ayuda a Pymes y empresarios que lo requieran, obtendrían el beneficio a través de líneas de financiamiento con garantías del Estado, es decir pasando por el cedazo de los bancos. Visto así estas líneas millonarias de crédito con garantía del Estado parecen en primer lugar destinadas a asegurar la supervivencia de la banca privada.

El grueso de las medidas está enfocado en favorecer a las empresas antes que a los miles de trabajadores que se han quedado sin empleo o sin ingresos. El dictamen de la Dirección del Trabajo que permite enviar a los trabajadores a la casa sin salario ni indemnización, desempleados en la práctica, fue parte de esta misma política que privilegia los intereses de los empresarios. Decenas de miles están ahora sin trabajo, aunque por esta artimaña los que han sido enviados a casa aprovechando el dictamen no figurarán en las estadísticas. El dictamen de la Dirección del Trabajo ha sido una puñalada por la espalda contra los trabajadores desde el gobierno en este momento tan difícil para el empleo.  Además, se espera que ellos mismos paguen esta cesantía encubierta de los dineros que han acumulado en el fondo de cesantía; también hay un fondo de cesantía solidario pero muchos trabajadores no llenan los requisitos para acceder al subsidio de cesantía ni aún con el fondo solidario.




Los trabajadores por cuenta propia recibirán un “Bono Covid-19” consistente en $50.000 pesos por persona o carga familiar por una vez, lo que es totalmente insuficiente frente a un tiempo indeterminado en que será muy difícil ganarse la vida, sin saber cuándo podrá comenzar el proceso de vuelta a la normalidad de la vida económica y con desempleo masivo.  Normalidad que estará lejos de la que conocimos antes del impacto de los confinamientos por cuarentena.

 

Incluso alcaldes de la derecha como Codina de Puente Alto han llamado a la gente de los barrios pobres a organizar “Ollas Solidarias” como se hizo en los años 80 para enfrentar el desempleo masivo durante la dictadura cívico militar,

 

En un país como Chile en que el consumo interno se mantuvo dinámico con el recurso permanente al endeudamiento, y en que ha llegado a un nivel insostenible del 75% de los ingresos de los hogares comprometidos en deuda, la brusca caída de los ingresos de los consumidores se sumará al impacto de los cierres por cuarentenas y distancias recomendables. En otras palabras, se está rompiendo la cadena de ventas y pagos, y eso amenaza con provocar caídas en cadena como piezas de dominó. Empezando por el comercio, los servicios, las automotrices y las inmobiliarias.

Incluso alcaldes de la derecha como Codina de Puente Alto han llamado a la gente de los barrios pobres a organizar “Ollas Solidarias” como se hizo en los años 80 para enfrentar el desempleo masivo durante la dictadura cívico militar, dando cuenta de la realidad de hambre que ya ha comenzado a producir en los sectores más pauperizados.

Las medidas del gobierno no incluyen condonación ni suspensión de deudas, como las hipotecarias, deudas por educación, de servicios básicos, o de tiendas comerciales; tampoco incluye la paralización de remates por deudas y lanzamientos de familias desde sus viviendas. Ante una situación de emergencia como la que vivimos el Estado debería pasar a ser el comprador y pagador de última instancia durante la pandemia y la depresión posterior para asegurar mantener el poder adquisitivo y la demanda agregada.

Entre las medidas del plan de emergencia no se habla nada de nacionalizaciones por parte del Estado de empresas estratégicas o con un impacto económico y social muy grande para dejarlas caer, y en qué condiciones estas podrían llevarse a cabo.

No hay congelación de precios de la canasta básica de artículos mientras dure la emergencia.

Tampoco se toma ninguna medida sobre las pensiones. Ahora que tanta gente va a necesitar desesperadamente dinero y podría retirarlo de los fondos previsionales el gobierno no apoya estas iniciativas, con el argumento que hacerlo pondría en riesgo las pensiones futuras. Sin embargo, tampoco hacen nada cuando los fondos se desploman por el riesgo de las inversiones especulativas y la caída de los mercados financieros. Ni siquiera ha habido una exigencia – y modificación reglamentaria – a las AFP para que inviertan con criterios más conservadores.

El capitalismo de nuestra época, el neoliberalismo, no puede dar respuestas adecuadas ante una situación de gravedad inédita como la que vivimos. Mucho de la tragedia de la pandemia tiene que ver con la falta de gasto en recursos e infraestructura de salud, y la tremenda desigualdad social que no dejó de crecer en las últimas décadas. Esto ha quedado de manifiesto en países desarrollados, y especialmente en la nación más rica en el planeta, los Estados Unidos de América. Incluso el presidente neoliberal de Francia, Emmanuel Macron, ha reconocido que fue un gran error reducir el gasto público en Salud, que hay que considerar que la salud pública no es un gasto sino una inversión.

La pandemia de Covid-19 y la depresión económica en curso pone sobre la mesa la urgencia de implementar políticas económicas y sociales socialistas. La gente, el empleo, la salud, el medioambiente, los ingresos de trabajadores y pensionados, tienen que estar sobre el lucro y la ganancia. La cooperación y la solidaridad son superiores en la que historia de la especie humana a la competencia y el enfrentamiento. De hecho uno de los elementos nos diferencia de otros primates o animales es la capacidad del Homo Sapiens de colaborar a gran escala, en proyectos que involucran cientos o decenas de millones de personas incluso a través de generaciones.

Esta no es la última ni la peor pandemia global que vamos a tener que enfrentar. Mientras antes nos movamos en dirección de las políticas colaborativas y socialistas mejor preparados estaremos para enfrentar las consecuencias de la actual pandemia y de las próximas que vendrán.

 

Por Patricio Guzmán S.

 

 



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