Crónicas de un país anormal

La peste va a radicalizar las crisis de las élites

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Wilfredo Pareto, en el libro La circulación de las élites, escribía “la política es entre las élites, (y) la historia es un cementerio donde mueren las aristocracias…”.

Más que nunca los Presidentes de los países del mundo han tenido tanto poder como hoy con ocasión de la aparición del Covid 19: no solo dominan los cuerpos, sino también las voluntades de los ciudadanos, (como diría Michel Foucault, “el alma es la cárcel del cuerpo).

Un gran panóptico se instala en las sociedades y, como nunca, los poderosos pueden tener a su antojo, so pretexto del combate contra la muerte, el manejo de todos los movimientos e ideas de los ciudadanos. Es tal el dominio que han instalado que pueden condenar a la cárcel a quien se atreva a desafiar su poder omnímodo.

A principios del siglo XIX Henri de Saint Simon  pretendió reemplazar la aristocracia por los tecnócratas; hoy, con la peste, se plantea el clivaje entre los políticos y la ciencia, en que la nueva clase son los médicos y demás investigadores VS la crisis de representación de los dirigentes políticos.




Si nos retrotraemos al siglo XIV, a lo mejor podríamos encontrar algunas similitudes respecto a la actual crisis y, para tal efecto, debemos recordar que, previo al mes de enero de 2020, Trump se encontraba en guerra económica con China, países que se disputaban la hegemonía de la economía mundial.

En América Latina, el Presidente de Perú cerraba el Congreso; en Ecuador, los indígenas se rebelaban contra las políticas neoliberales del modelo; en Chile, nos encontrábamos en plena rebelión popular que, en algunas oportunidades salían a las calles más de un millón de personas; en Francia, los “Chalecos Amarillos” que ya sumaban más de 53 sábados consecutivos de protestas en las calles de las principales ciudades de Francia.

El siglo XIV fue catastrófico para toda Europa: comenzó con una ola glaciar que destruyó la agricultura, provocando grandes hambrunas en la población en general; en 1347 llegó la Peste Negra, que eliminó a la mitad de los habitantes europeos; en el intertanto, la guerra entre Inglaterra y Francia, llamada la de los “Cien Años”, estaba en pleno auge.

En 1354 los franceses perdieron frente a los ingleses, quienes tomaron preso al Rey Juan II, “El Bueno”, lo cual posibilitaba a Inglaterra el cobro de una fuerte suma de dinero a cambio de su liberación. Con su Rey en Londres, los franceses tuvieron que aceptar el gobierno del joven e inexperto, Carlos, (después fue Carlos V, “el sabio”).

El rey no podía subir los impuestos sin antes convocar a los diputados de los tres estados, (nobleza, clero y burguesía); en esta “primera” revolución francesa los estados generales dominaron al rey, restándole el poder de nombrar a sus ministros, como también el manejo del producto de los impuestos, y al rey le aceptaron solamente el aumento de los impuestos.

Etienne Marcel era el representante del mercado de París, (una especie de alcalde de la Capital). La Segunda Revolución Francesa, de 1789, le rindió sentido homenaje colocando una escultura ecuestre, con vista al río Sena, en la Plaza del Hotel de Ville, (Municipalidad de París).

Marcel era un rico burgués quien, en un momento dado, logró tener en sus manos tener en sus manos la vida del rey Carlos V, sin embargo, prefirió salvarlo al colocarle el bonete azul y rojo, (colores que representan, hasta hoy, a la ciudad de París). Cuatro siglos después Louis XVI se vio obligado, para salvar su vida, a colocarse el famoso bonete si quería salvar su vida y, además, beber en honor a la Revolución.

Etienne Marcel salvó la vida del Rey Carlos V, “El sabio”, pero pagó caro su bondad, pues el rey, buen político que era, huyó de la prisión y volvió a aliarse con la nobleza, y logró formar un ejército que asaltó a París, y el rey le pagó cobrando su cabeza.

En 1358, una vez controlada la Peste Negra, vino la hambruna y, con ella, la gran jacquerie, (su nombre se debe al líder campesino, Jacques Bonhomme), y los principales afectados fueron los campesinos, que estaban obligados a pagar impuestos a la nobleza y el rey con el fin de reunir el dinero requerido para el rescate del Rey Juan II, “El bueno”.

La rebelión campesina, (la gran Jacquerie), significó una matanza de proporciones entre los contendientes, (campesinos y nobles), anticipando el derrumbe del feudalismo.

Para algunos historiadores, “la jacquerie” era comparable con la rebelión de los “Chalecos Amarillos” del último año, y es muy probable que la crisis que sucederá a la pandemia Covid19, acarree rebeliones similares a las del siglo XIV, y que signifique el derrumbe de las actuales élites político-económicas.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/04/2020

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