Crónicas de un país anormal

Donald Trump dice ser “abusado” por los mexicanos

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Donald Trump tiene muchas razones para temer a los latinoamericanos: en primer lugar, porque los actuales 50 millones de mexicanos, por ejemplo, llegarán a convertirse en la población hegemónica  de ese país, hacia los años 50 de este siglo. La minoría de la población blanca anglosajona y protestante cada día disminuye más su natalidad y un gran número  son ya tercera edad.

 

Para el xenófobo y racista Trump, los salvadoreños, hondureños y guatemaltecos no son seres humanos y, además, provienen de países que – según él, “son un hoyo de mierda”.

 

Los abusadores mexicanos, según Trump, le disputan los empleos a los anglosajones, blancos y  protestantes, y el dinero ganado es enviado a la familia del país de origen: las remesas – después del narcotráfico – constituyen el segundo ingreso de México. Los vecinos del sur ingresan por la frontera a narcotraficantes y tratantes de blancas, es decir, lo “peor” de la raza humana.

 

La balanza de pagos en las relaciones entre Estados Unidos y México es deficitaria para el país del norte, que se traduce en la importación de más productos mexicanos que los importados por México provenientes de ese país.




 

Los mexicanos, que antes elegían a presidentes corruptos, ladrones y vendidos – los del PAN y del PRI – hoy pueden estar orgullosos de haber votado por un hombre digno, progresista y patriota, Andrés Manuel López Obrador.

 

Para Trump era muy fácil dominar a Enrique Peña Nieto y a su ministro de gobernación, Luis Videgaray, personajes carentes de toda ética, que sólo querían mantener negocios con la potencia del norte, sin importar su vasallaje sin límites; nadie se explica por qué Peña Nieto no está en la cárcel, pero la verdad es que se lo debe a la grandeza moral  de su sucesor.

 

Para Trump, el Tratado de Libre Comercio, firmado por USA, Canadá y México, ha sido el peor Acuerdo firmado por sus predecesores, (desde Clinton en adelante), y el ideal de Trump sería pactar bilateralmente.

 

Para Trump ningún Acuerdo multilateral tendría validez: poco le importa los dictámenes de  Naciones Unidas, y menos los pactos contra el calentamiento global y, además, hace lo que quiere con aliados y rivales.

 

Trump está convencido de que los gobiernos mexicanos deben siempre decirle “el amén” y cuando surge un Presidente que tiene el valor de sugerirle otro camino de paz y progreso para las naciones, se desespera y comienza a vociferar. Como sus predecesores, sólo “es amigo de los hijos de puta que son  sus propios amigos de  hijos de  puta”.

 

El digno actuar de Andrés Manuel López Obrador ha provocado la solidaridad de gobiernos dignos, entre ellos Alemania que, antes seguían los dictados y caprichos de Trump.

 

Para el Presidente norteamericano, los gobiernos al sur del Río Bravo son sus vasallos y, como tales, son parte  de su patio trasero y deben seguir el neo-monroísmo post guerra fría, que sólo puede marchar con presidentes vendidos – casos Duque, Bolsonaro, Macri, Piñera, y otros -. Cuando el amo y señor prohíbe el ingreso de productos chinos, sus serviles presidentes-empresarios no tienen otra opción que cerrar sus fronteras.

 

A todos estos Presidentes yanaconas latinoamericanos se les hace cada día más difícil complacer a Trump, pues en la mayoría de estos países el principal comprador de sus materias primas son los chinos, de ahí que los empresarios encuentren mucha dificultad para romper con la tiranía comunista  que, ¡oh paradoja!, lleva a la práctica el Libre Comercio.

 

A Trump le cuesta aceptar que ya terminó la hegemonía única de Estados Unidos y que el mundo de hoy es tripolar – Estados Unidos-China-Rusia – y que en pocos años más se convertirán en la primera potencia de mundo. Para este gobernante es inaceptable, por ejemplo,   que la tecnología de 5ª generación de Huawei sea muy superior, incluso, que la de Apple, y que los “macacos” latinoamericanos prefieran adquirirla.

 

Está claro que si declarara una tercera guerra mundial no alcanzaríamos a enterarnos, (todos estaríamos muertos), y como ya la disuasión nuclear no tiene el mismo sentido de antes, las guerras son fundamentalmente comerciales en la actualidad, pero  sus resultados son aniquiladoras para las economías en disputa y, de paso, afecta también  a los demás países.

 

Estados Unidos sólo reacciona ante una guerra que está perdiendo sobre la base de bloqueos comerciales: en el Medio Oriente en contra de Irán; en África y América Latina, en contra de China; en Europa, en contra de Rusia.

 

El castigo que Trump pretende propinar a México decretando la puesta en marcha de un arancel inicial de un 5% a partir del 10 de junio, que aumentaría hasta el 25% hacia el 1º de octubre, además del aumento del 17% en la importación  de tomates mexicanos, va a terminar por perjudicar las economías  de ambos, principalmente a los Estados Unidos.

 

A raíz  de esta guerra comercial impulsada por Estados Unidos, México podría aprovechar para diversificar sus importaciones favoreciendo el ingreso de productos chinos. La Ruta de la Seda, como también el ataque al petrodólar son las verdaderas razones de las pataletas de Donald Trump. La penetración china en los ferrocarriles de alta velocidad cambiaría radicalmente la infraestructura vial mexicana, por ejemplo, el Proyecto en Chiapas.

 

El único objetivo de Trump es ganar las elecciones de noviembre de 2020 y, para lograrlo, encuentra necesario demonizar a los demócratas acusándolos de propiciar las fronteras abiertas y convertirse en el principal enemigo de la “América Primero”. Hay que entender que el clivaje norteamericano actual es entre nacionalismo y globalización.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

03/06/2019     

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