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Por un frente unitario: organización y lucha por un Gobierno de trabajadores

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El panorama electoral, como ocurre con cualquier terreno de la lucha de clases, se presenta complejo, nutrido de un intenso debate en la izquierda y organizaciones de trabajadores, tanto sobre la naturaleza del proceso constituyente, como respecto de la conducta a seguir ante él.

En este marco, la reciente reaparición de Longueira -un esperpento del inframundo pinochetista- llamando a votar APRUEBO en el plebiscito del 25 de octubre próximo, degradando su trascendencia política y llamando a la Derecha a pelear en la inevitable Convención Constitucional, constituye una gráfica demostración de la profundidad de la crisis del régimen.

En efecto, el plebiscito del 25 de octubre, a estas alturas, carece de toda incertidumbre. Lo único incierto es si el apruebo superará el 70% y en este contexto si Piñera podrá seguir en La Moneda luego de que su opción política -RECHAZO- sufra tan demoledora derrota. En la vereda burguesa del APRUEBO, el camino lo tienen perfectamente definido, lo que proyectan es una nueva transición para cerrar la crisis del régimen, ahogar las movilizaciones y permitir que la monstruosa depresión económica en curso sea soportada por las espaldas de los trabajadores.

De esta forma, el gigantesco proceso electoral que enfrentaremos de aquí a noviembre/diciembre de 2021, constituye un esfuerzo extraordinario de las clases patronales para darle oxígeno político a su dominación. Un bombardeo masivo electoral, inédito en la historia. Sin embargo, la arena electoral -como decíamos más arriba- es un terreno de la lucha de clases y en él la clase trabajadora debe intervenir con una política independiente, revolucionaria, tendiente a ocupar los transitorios espacios democráticos que obligadamente ha debido conceder el régimen.




Creemos que esta primera cuestión -la necesidad de intervenir electoralmente- debe quedar firmemente asentada. Hay compañeros, que se reclaman revolucionarios que rechazan por principio, la intervención electoral en consideración a la naturaleza de clase de los comicios. A ellos, fraternalmente pero con firmeza, debemos decirles que el purismo sectario agita sus ideas para sí mismo de forma impotente, pero no resuelve el problema político concreto de los trabajadores. Porque una cosa es el agotamiento histórico del régimen burgués y otra muy distinta, su agotamiento político. Mientras los trabajadores, la gran masa que hace las transformaciones en la historia, tenga expectativas en la democracia burguesa, aunque no crea en el Gobierno, ni en los partidos del régimen, pero siga creyendo en la democracia burguesa como el terreno para dirimir sus reivindicaciones, pues estaremos obligados a pelear en este terreno. No hay otro camino. En realidad hay otro, el de la intrascendencia declamativa de los intelectuales.

Despejado lo anterior, nos queda lo central, cómo conducirse dentro de un terreno agreste, un terreno enemigo en el que nuestro enemigo de clase -la burguesía- ejerce un dominio total.

Podemos comenzar indicando aquello que no se debe hacer: reproducir la conducta política del reformismo. El reformismo chileno de izquierda, el frentepopulismo, el electoralismo, tiene una larga tradición, una tradición de derrotas para los trabajadores, pero que en cada inflexión histórica -como los vampiros- se nutre de las ilusiones democráticas de las masas para desarrollar su interminable letanía de aguateros del gran capital. En el día de hoy sus posiciones están nítidamente contenidas en el referente electoral del Frente Amplio, que carga con la mochila de haber suscrito y apoyado el Acuerdo por la Paz del 15 de octubre y en Chile Digno, un curioso agrupamiento que encabeza el PC (se les suma Igualdad, el PRO y los Regionalistas Verdes) cuyo único mérito es no haber suscrito el referido Acuerdo.

Este reformismo persigue intervenir electoralmente para ocupar un espacio de poder dentro del régimen. La finalidad del reformismo no es acabar con el capitalismo -más allá de sus convencionales gárgaras antineoliberales- sino que corregirlo. Todo reformista, por esencia es gatopardista, que todo cambie para que nada cambie. Este reformismo, no es un mero ejercicio intelectual lo que decimos, ha demostrado en Chile históricamente su incapacidad para conducir a las masas en un sendero de transformaciones revolucionarias. Nos han acostumbrado al charango llorón y a la moralina del fracaso como sucedáneo y taparrabos de su función colaboracionista de clases.

Este reformismo el del Frente Amplio y el que propone el PC -no referimos al PS porque este partido formalmente ha tomado partido por la burguesía- en concreto, en lo corrido de este año han servido a Piñera y respaldado las principales iniciativas de ataque a los trabajadores. No nos olvidemos, fue el PC y el Frente Amplio los que saludaron por «ir en el sentido correcto» las medidas de suspensión de relaciones laborales que abrieron camino al desastre actual de un virtual 30% de cesantía y precarización. Fue desde estos referentes que se desactivó en todos los frentes el «Fuera Piñera», son los mismos que mientras los trabajadores se batían en las calles con las FFEE ya nos estaban proponiendo el Plebiscito, la vía pacífica institucional, como placebo a la crisis.

Con el reformismo, ni a misa!!!

Ahora, nuestra intervención en el proceso electoral debe hacerse en debate con estas concepciones que aún tienen mucha influencia entre los trabajadores. Es imprescindible abrir espacios de debate y organización con una perspectiva clasista y arrebatarle a los reformistas las banderas democráticas y de la unidad. Si no somos capaces de dar esta pelea, los revolucionarios deberíamos colgar los guantes y resignarnos a ser comentaristas, en el mejor de los casos rémoras del reformismo.

Para esto lo fundamental es sintonizar con la actividad concreta de los sectores organizados. La campaña del APRUEBO es precisamente ese primer terreno, es necesario intervenir sin reservas en ella dándole una perspectiva clasista, de trabajadores. Al APRUEBO vamos a enfrentar el fraude del art. 135 de la Constitución que quita toda soberanía al constituyente, vamos a enfrentar a la propia Convención Constitucional generada por y para los partidos del régimen, vamos en definitiva a reivindicar una verdadera Asamblea Constituyente desde las bases, en democracia directa como antesala de un Gobierno de Trabajadores.

Durante esta etapa muchas veces deberemos pelear junto a los reformistas, pero marcharemos separados, con nuestras propias banderas y nuestra propia identidad.

A cada problema que levanten las masas hemos dar la respuesta obrera, clasista que corresponde, poniendo de relieve que la actividad electoral -para nosotros- es un instrumento de agitación y de organización para la lucha. Jamás un fin en si mismo. Hemos de organizarnos, por lo mismo, con el explícito propósito de instaurar un Gobierno de Trabajadores, un verdadero Gobierno democrático asentado en los órganos de poder, en las asambleas y cabildos. Un régimen de democracia directa que socialice los grandes medios de producción, expropie a los capitalistas y ponga la economía a funcionar bajo control de los trabajadores y a su servicio. Esta cuestión, con una depresión económica mundial como la que se abre frente a nuestros pies, es medular. La hambruna, la pandemia y la descomposición general del régimen sólo podrán ser superadas en tanto la clase trabajadora se organice con una perspectiva de poder.

Llamamos a organizarnos, construir espacios de unidad de trabajadores, frentes de trabajadores para tomar los problemas políticos en nuestras manos y construir una nueva dirección política. No podemos regalarles la posibilidad de organizarse partidariamente a la burguesía y al reformismo, debemos construir nuestra propia dirección política para la lucha y la intervención electoral es un espacio propio para ese fin. Debemos levantar candidaturas obreras, enraizadas en las organizaciones populares, candidaturas que permitan plantearle a los trabajadores la necesidad de la autoorganización y la lucha por el poder. Que los 50 años del triunfo de la Unidad Popular sean una instancia más para debatir estas cuestiones. La derrota de la UP fue la derrota del reformismo y la confirmación empírica que la única vía para llegar al poder es la revolucionaria. Ese es el balance central que hay que poner en alto, la bandera socialista de la revolución obrera.

 

Por Gustavo Burgos

 

Fuente: El Porteño

Publicado en El Clarín de Chile con autorización del autor
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  1. LUIS CONTRERAS ARAYA says:

    Con estos argumento más van a dividir a los opositores a los Gobiernos de derecha y del empresariado. NO VOY DE ACUERDO Y VOTO APRUEBO A LA NUEVA CONSTITUCIÓN..

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