Crónicas de un país anormal

Degollamiento de un profesor en Francia por un islamista de origen checheno

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El 16 de octubre, día del Profesor, una profesión sacrificada, y tan importante como la de médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud, los primeros salvan el alma y sacan de la ignorancia a los “bípedos”, los segundos, curan el cuerpo y tratan de atrasar la llegada de la muerte.

Ese mismo día, a treinta kilómetros de París, fue degollado el profesor Samuel Paty por el fanático islamista, de origen checheno, Obdoulakh, de 18 años, que gozaba del estatus de refugiado político en Francia y carecía, además, de antecedentes policiales. Al colocar el afilado cuchillo en el cuello del profesor gritó: “Alá es el más grande”.

Samuel Paty contaba con 46 años y tenía un hijo; enseñaba Historia y Geografía en un colegio de la localidad de Comflans Sainte Honorine. Días antes había hecho un curso de educación cívica sobre el ejercicio de la libertad de pensamiento y expresión.

Como todo profesor moderno, usaba recursos pedagógicos, entre otros métodos, caricaturas para ilustrar y motivar a sus alumnos y hacer más amenas sus clases. Ese día llevó la tapa de la Revista Charlie Hebdo, en que aparecía una caricatura cómica de Mahoma, (en el año 2015 le había costado un atentado terrorista en sus locales, en que hubo varios muertos y heridos).




El profesor había advertido a sus alumnos, algunos de ellos musulmanes que, si lo deseaban, se retiraran de la sala de clases, a fin de que no se sintieran ofendidos en su fe.

Pocos días después el pariente de uno de los alumnos no sólo hizo un video en el cual insulta a dicho profesor, sino que también presentó un reclamo a la directora del colegio.

El sistema francés de educación es laico desde finales del siglo XIX; El Estado está separado de la Iglesia desde 1906, (recomiendo leer el brillante discurso de Jean Jaurés con motivo del debate parlamentario sobre la separación de la Iglesia y el Estado), por consiguiente, está prohibido el proselitismo religioso en todas las escuelas públicas francesas. En el gobierno de Nicolas Sarkozy se prohibió en ese país el uso de la gurka en los establecimientos educacionales.

La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, tan bellas ideas en teoría, no fueron aplicadas en las colonias, en las cuales se impuso la dominación y el imperialismo. Francia es uno de los países más racistas del mundo, y los árabes, en particular son, quizás, los más despreciados y marginados, a pesar de que muchos de ellos son franceses.

En las grandes ciudades, (igual que en Chile), los inmigrantes y los pobres son instalados en las afueras, en su mayoría árabes, que vienen de las antiguas colonias del norte de África, (Argelia, Marruecos y Túnez).

Francia, por su parte, Francia tiene toda la razón en defender el laicismo en su sistema educacional, y ninguna religión proselitista puede arrogarse el derecho de violar las normas de este sistema.

La libertad de opinión es parte fundamental de los derechos humanos y de la democracia, condición sine qua non para su existencia, por consiguiente, los musulmanes en este caso, como cualquiera otra religión, deben respetar este principio.

Si los padres y apoderados han resuelto inscribir a sus hijos en el sistema educacional francés, necesariamente, deben aceptar el laicismo y, por lo tanto, la libertad religiosa, que incluye no pertenecer a ninguna creencia, o bien, dudar de todas ellas.

El terrorismo no es aceptable en un país democrático, y el Estado tiene todo el derecho a combatirlo y a frenar a quienes lo llevan a cabo, incluso, penarlo severamente.

No es aceptable en una democracia el propagar el odio a los infieles y, sobre todo, a degollar a un profesor en nombre de Alá. (Es sabido, según su credo, que la persona que pronuncie el nombre de Alá en el momento que precede a su muerte, va directo al paraíso).

Voltaire, que era en extremo reaccionario en lo político, decía que la mayoría, (la canalla), debe trabajar para unos pocos, incluso, que la religión católica servía para que los pobres aceptaran su condición, sin embargo, en el tema de la tolerancia era un gigante intelectual: su célebre frase que “en todo pienso distinto a ti, pero daría mi vida para que puedas expresarte…”. En “el caso de Callas”, (cuando los católicos perseguían a los protestantes, acusando al padre de haber asesinado a su hijo porque se convirtió al catolicismo), Voltaire fue capaz de jugársela a fondo por la libertad y tolerancia religiosa.

Nada más fatal que la mezcla perniciosa entre la política y la religión que, en la historia, ha sido responsable de los crímenes más monstruosos de la humanidad. En nombre de Alá, Jehová y Dios, se han cometido tantos crímenes, producto de un fanatismo enfermizo que la historia nunca olvidará.

Hoy asistimos al fin de los ideales del siglo XVIII: la libertad, la igualdad y la fraternidad, ideas claves en cualquier democracia, y su reemplazo por sátrapas, sultanes, emperadores, tiranos, magnates, ladrones y locos. Calígula, Nerón, Atila, Louis XIV, Stalin, Hitler y Mussolini, podrían haber sido mucho menos criminales que Bolsonaro, Trump, Erdogán, Putin, Xi Jimping, en este mundo de salvaje capitalismo. Al fin del imperio americano, destruido por el loco Donald Trump, lo reemplazará, de seguro, el imperio chino, una dictadura del Partido Comunista que, seguramente, se comerá nuestras riquezas básicas, igual todos los imperialismos, (inglés, norteamericano, el tripolar chino-ruso-norteamericano…; una sola muestra: en Chile, en el salar de Atacama, ya los chinos se apropiaron del litio, las tierras raras el potasio).

El degollamiento del profesor francés es sólo una muestra de la hegemonía del fanatismo religioso, en mundo que se cae a pedazos por la crisis económica y la peste.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

18/10/2020

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Voltaire Tratado sobre la tolerancia

 

 

 

 

 

 

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