Crónicas de un país anormal Poder y Política

El derrumbe de la democracia en Estados Unidos

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El clásico libro de Alexis de Tocqueville, La democracia en América, describe el sistema político norteamericano, bajo los parámetros de la filosofía del Siglo de las Luces, como un modelo de equilibrio del poder, obra que ha servido de inspiración a cientistas políticos contemporáneos para colocar como modelo el bipartidismo respecto a los sistemas de partidos políticos. Maurice Duverger en su obra, Los partidos políticos, presenta el bipartidismo británico – Duverger llama “el dos y medio partidos” – ´Laborista, Conservador y Liberal´, como modelo de sistemas de partidos políticos. Por su parte, Giovanni Sartori, en Elementos de teoría política, con algunos matices, sigue esta línea.

El culpar a la locura de Donald Trump el cuestionar como fraude antes de contar los votos en la elección presidencial del 3 de noviembre, es muy fácil, (personalmente, creo que ni siquiera un loco, enfermo de narcisismo, puede destruir un sistema que ha perdurado en el tiempo, y que podría conducir a un choque en la sociedad norteamericana, muy cercano a la guerra civil).

Los sistemas electorales condicionan, en cierto modo, los sistemas de partidos políticos. Podría ponerse en duda la tesis de Duverger sobre esta relación, sin embargo, desde el punto de vista fáctico, existieron sistemas electorales, no sólo el binominal chileno, sino también el indirecto que se aplicó también en Chile hasta la Constitución de 1925, sistema que favorecía los empates entre partidos y candidatos, y el ejemplo más claro fue el de las elecciones presidenciales de 1920, en que Luis Barros Borgoño obtuvo el 50,1% de los sufragios populares, contra el 49,48% de Arturo Alessandri; en el caso de los electores,  Alessandri ganaba por un pequeño margen frente al otro candidato, Barros Borgoño (179 VS 175). Casualmente, un sector de los liberales que se mantenía neutral, liderado por mi   abuelo materno Manuel Rivas Vicuña, (en ese tiempo se llamaba “los electrolíticos), terminaron por imponer su tesis del “tribunal de honor”, que decidió el triunfo en favor de Alessandri.

El problema de esta última elección presidencial norteamericana va mucho más allá del obsoleto sistema electoral, que está detallado en la enmienda 12 (1804) a la Constitución de Estados Unidos. Es evidente que el predominio de los Colegios Electorales sobre el voto popular, a lo mejor, podría tener cierto sentido cuando se aprobó la enmienda 12, pues según los padres de esa Constitución, evitaba que los estados más poblados decidieran quién obtendría la presidencia de la república; la demografía en un siglo a otro ha variado lo suficiente a fin de que el sistema electoral tenga, incluso, la virtualidad de destruir el bipartidismo, o bien, a uno u otro de los partidos actuales.




La crisis de representación política es mucho más radical que la descrita por analistas y periodistas especializados. El sentido común del líder republicano en el senado Mitch McConnell se ha abstenido de seguir a Donald Trump en su aventura antidemocrática, al rechazar la idea de fraude, instalada por el propio Presidente de la República, como todos sabemos, antes de que termine el conteo de votos en la totalidad de los estados norteamericanos.

El empate se complica aún más cuando en el senado los republicanos ganan apenas a los demócratas por un solo senador,(47, 48); la mayoría terminaría decidiéndola dos senadores independientes.

Si ganara Trump, (lo cual es improbable), siendo minoritario en la Cámara de Representantes, (199 por el Partido Demócrata, y 192, el Partido Republicano), bastaría que los dos senadores independientes se inclinaran por el Partido Demócrata para que Trump se viera impedido de aprobar proyectos de ley en el Congreso. Incluso, sería posible aprobar el empeachment en su contra, decidido por la mayoría en la Cámara de Representantes y la mitad más uno en el Senado, que actúa como jurado.

Si triunfara Joe Biden, (como es lo más probable), el vicepresidente puede, en algunos casos, desempatar una votación. En cualquier situación, tiene que ganar el apoyo de los dos senadores independientes.

Tanto Trump como Biden van a gobernar sólo cuatro años, a partir de la última semana de enero de 2021. En cuanto a Trump, no puede postular por tercera vez, por consiguiente, de ganar, podría ejercer el poder a su amaño sin preocuparse por una próxima elección; en el caso de Biden, ha asegurado que no postulará a un segundo período, (tendría más de 80 años).

El sistema de pesos y contrapesos está haciendo agua en la democracia norteamericana: Trump seguirá hasta el final la lucha por la presidencia, incluso, apelando ante la Suprema Corte, donde tiene seis votos a favor contra tres progresistas, y tratando de repetir la decisión de la Suprema Corte, (en el año 2000), en favor de George W. Bush, al detener el conteo de votos en los condados de Florida.

Si observamos la situación interna de ambos partidos, el panorama se ve muy confuso: el Partido Demócrata ha podido unificarse solamente gracias al rechazo en contra de Trump, por esta razón, más que el voto positivo en favor de Biden, lo que ha predominado es el clivaje en quienes veneran a Trump con un fanatismo desmedido y como un dios, y los que lo odian.

Los demócratas progresistas, en 2016 partidarios de Bernie Sanders, cuya mayoría se abstuvo de votar por Hillary Clinton, hoy lo hicieron por Joe Biden, no porque estén totalmente de acuerdo con él, sino para detener a Trump en su delirio de poder. Conocedores de la mentalidad de los “millennials” norteamericanos, que están lejos de la socialdemocracia, (hoy en decadencia en el mundo, ´véase la situación actual del socialismo francés´), manifestando un radicalismo izquierdista, diferente del que se expresa en la ultraizquierda europea, sabemos que podrían abandonar el Partido Demócrata si el sector hegemónico de los Clinton, los Obama, y el mismo Biden…se inclinan demasiado al centrismo, (sabemos que, en cierto grado, Obama los defraudó).

En el caso del Partido Republicano, que se inclinó demasiado a la derecha, (especialmente con Trump), tendría que reconstruirse e innovarse, de salir derrotada la aventura judicial de Donald Trump.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

06/11/2020

Maurice, Duverger, Los partidos políticos, FCE, México, 1951

Sociología política, Ariel, Barcelona, 1972

Giovanni, Sartori, Elementos de teoría política, Alianza Editorial, Madrid, 2005

Alexis, de Tocqueville, La Democracia en América, Alianza Editorial, Madrid, 1990

Manuel, Rivas Vicuña, Historia política y parlamentaria de Chile, Biblioteca Nacional, 1964

Heise, Julio, Historia de Chile. El período parlamentario, 1861-1925, Andrés Bello, 1964

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Historiador y cronista

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