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Razón sintiente y adultocentrismo, retorno a clases y bienestar escolar en Chile

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El adultocentrismo de la escuela del ránking, adultocentrismo de la razón desencarnada, razón logicizante de emociones, sentimientos, cuerpos y cerebros infantiles y juveniles no es capaz de advertir que hay un hastío juvenil áulico que, como jugando a las escondidas, se viene asomando hace tiempo desde la razón sintiente al interior de las salas de clases.

 Ese adultismo escolarizante (escolarizante se entiende aquí como no humanizante) no ve ni se conmueve ni le interesa que esa razón infantil y juvenil sensible, largamente inmovilizada, haya resuelto movilizarse y expresarse como intranquilidad kinésica y como emociones sin miedo y que antes de la pandemia venía haciendo ruido e interrumpiendo el encierro áulico a fin de zafarse de una tiranía disciplinadora que venía enfermando emociones y cuerpos de generaciones de escolares a causa del ránking y la razón pura insensible.  

 La minuciosa programación adultista de predisposiciones escolares neurobiológicamente innatas tales como el sentir, el pensar, el dinamismo kinésico, en una palabra la vida misma de NNA en las escuelas –programación instalada y mantenida desde arriba y desde abajo por dispositivos de dominación y control religiosamente administrados por escuadrones de especialistas y por las elites políticas y tecnocráticas de turno- crecientemente venía perdiendo autoridad y actualidad en las aulas escolares en estos tiempos.

 Como si la razón sensible de Maffesoli y el paradigma pedagógico de las neurociencias afectivas y sociales se hubieran colado por esas típicas ventanas rotas de las escuelas públicas de Chile, y como contestación al hecho de que para estas escuelas los cuerpos y emociones escolares infantiles y juveniles cuentan únicamente como perturbaciones que hay que inmovilizar y controlar para que la razón cognitiva cartesiana y kantiana trabaje cabeza gacha y prestigie la imagen corporativa de tal o cual colegio en los ránkings del Simce, hace ya tiempo que se viene dando al interior de las aulas un forcejeo de tira y afloja contra el corsé institucional escolarizante adultocéntrico del orden y el silencio pues niñas y niños ya no compran tan fácilmente los también típicos “¡¡cállate!!” y “¡¡siéntate!!” que los quiere eternamente sumis@s y obedientes bajo el régimen agobiante de un horario lectivo que es por lejos el más extenso de los países OCDE.




El derecho histórico de la escolaridad viviente y sintiente a ser oída y tomada en cuenta, y su consiguiente derecho a sentir y a moverse en aulas cerradas durante horas así como su neuroderecho al desencierro de su corporalidad en desarrollo, no ha sido un situarse físicamente fuera de las aulas para no querer volver nunca más a éstas (porque éstas son el lugar de encuentro con compañer@s y amig@s querid@s y también con cientos de profes junto a l@s cuales aprenden, profes que no tienen nada que ver con el paqueo ni el adultocentrismo escolarizante) sino un escape, cada vez que se puede, con su imaginación y emotividad amordazadas, hacia otros lugares, fuera de las aulas de la razón adultista que logiciza sus vidas, fenómeno intrínsecamente ligado a los mecanismos de escolarización y que el adultocentrismo no es capaz de revisar pues, para éste, lo que sientan alumnas y alumnos nunca fue tema para la docencia, para la educación y la escuela.

 

A propósito de ello, me pregunto: para la institucionalidad chilena (incluyendo la escolarizante) y para esos adultos que están detrás de ese Informe 2019 de Unicef que muestra que 6 de cada 10 niñ@s en este país han sido maltratad@s en sus procesos de crianza, ¿cuentan los NNA acaso como seres sintientes y como sujetos de respeto, de bienestar emocional y de derecho?  

 

El punto a destacar aquí es que la tiranía de ese adultocentrismo jamás se enteró y quizás jamás se enterará que hay un algo en las vísceras y los sentires infantiles y juveniles áulicos que hace años le viene diciendo a ese adultocentrismo ¡ya basta!, grito emocional que en rigor se dirige a esa institucionalidad escolar pavloviana en la que el maestro Claudio Naranjo vio el robo de la vida de generaciones enteras de jóvenes y que, por lo mismo, asoció incluso con “cárceles”… toda vez que a esa institucionalidad nunca le interesó la sensibilidad de una infancia y una juventud corporal y emocionalmente neutralizadas en las aulas por los procesos de escolarización en Chile. Y la prueba más rotunda e indesmentible de esto último, vale decir, de ese ninguneo adultocéntrico histórico del sentir de NNA, está radicada en el hecho de que en todo este tiempo de órdenes unilaterales bajando del Sinaí a volver a clases, jamás se ha consultado ni siquiera la opinión de algún centro de alumn@s a nivel país, es decir, nadie de la autoridad educacional adulta se acercó siquiera a un conjunto de NNA de alguna comuna popular para preguntarles si quieren regresar el 1º de marzo a las aulas a morir de encierro y aburrimiento.

 

La emergencia de esta expresividad infantil y adolescente -expresividad eminentemente emocional y kinésicamente inquieta- que se multiplicaba al interior de las aulas mucho antes de esta pandemia, no es algo que haya que “normalizar” –y ojalá con metilfenidato, para no pocos adultos-: esa expresividad no es más que la irrupción de lo auténticamente infantil y juvenil –manifestación de la vida- que se empezó a hartar de las jaulas áulicas y del silencio de monasterios en los que el mundo adulto quiso embutir emociones y cuerpos infantiles y adolescentes durante décadas en interminables jornadas de clases, jornadas obviamente planificadas desde escritorios de tecnócratas y expertos en “educación” que jamás han pisado una sala de clases; jornadas insoportablemente completas que nacen por allá por los 90 gracias a la estrategia neoliberal de la exConcertación “democrática” para profundizar el modelo legado por su predecesor golpista y asesino, claro que predicando a la galería que la JEC nacía para que durante las tardes l@s escolares fueran felices vivenciando talleres de artes, de creatividad, de imaginación, de teatro, de títeres, de juegos, de deportes, de danza, pero que desembocó al final en el fraude del ránking que casi mata el sistema límbico de cientos de miles de muchachas y muchachos hasta antes de la pandemia.   

 

Esa emocionalidad e intranquilidad infanto-juvenil kinésica escolarizada que antes de la pandemia interrumpía las clases cada 15 o 20 minutos (tiempo promedio o pic en la curva de atención sostenida e ininterrumpida de NNA en clases formales, luego de lo cual éstos necesitan pausas para moverse, reír, jugar, respirar profundo, según las neurociencias educativas), no era más que la vivencialidad sintiente e insubordinada de un derecho humano que en Chile se les niega a NNA, esto es, su derecho a participar y a ser oíd@s, sobre todo en asuntos que les conciernen y les afectan.

 

Pues, ya que la voz y la opinión de est@s niñ@s y jóvenes en general e históricamente en Chile no cuentan para el mundo adulto, las y los estudiantes fueron aprendiendo por sí mismos en el camino que dar lugar a la expresión de sus emociones y la activación kinésica de sus cuerpos de cuando en cuando (por ejemplo, “pidiendo permiso” para ir al baño, lo cual la mayoría de las veces no es más que una excusa cándida para mover sus cuerpos infantiles pegados por largo rato en un asiento que l@s niñ@s sienten como piedra dura o fierro) constituye su única manera de desestresarse, de aflojar sus sistemas cerebrales amigdalianos de alarma sobreexcitados a causa del trabajo bajo presión del que son objeto por un adulto en nombre de los resultados clase tras clase; que esta estrategia de sobrevivencia es el único modo que en definitiva tienen las niñas y los niños para contrarrestar el paqueo adultocéntrico dominante en las aulas y para ganar aunque sea un tanto de bienestar emocional en la escuela dominante del ránking.

 

Esos momentos de expresividad escolar emocional y kinésica que tanto incomoda al adultocentrismo inmovilizador que en general  impera y opera en las escuelas son, por lo tanto, la única forma que conocen las y los escolares de ejercitar su derecho humano a expresarse; momentos que son, asimismo, una forma de evadir los controles biopolíticos antidemocráticos y adultistas, controles que, de la manera más antinatural posible, se han mantenido y se intentarán mantener y perpetuar a como dé lugar en los procesos de escolarización en Chile una vez que regresen los NNA a las escuelas, todo lo cual permite concluir que la educación bancaria que denunció por años el maestro Paulo Freire está vivita y coleando al interior de los modelos pedagógicos del presente histórico y que los NNA de estos tiempos son los nuevos oprimid@s a manos de una escolarización recalcitrantemente adultocéntrica que no sabe ni se interesa por lo que sienten las niñas y los niños.  

 

Cierro mi reflexión antiescolarizante y antiadultista con un reconocimiento al Ministro de Educación.

 

De manera inédita en Chile, y aunque haya sido a causa de una pandemia, e independiente del hecho de que en toda esa trayectoria suya que lo vincula a lo educacional jamás lo haya manifestado –no lo insinuó siquiera durante todo el primer gobierno de Sebastián Piñera, ni cuando fue jefe de los asesores del Ministerio de Educación ni en su condición de excoordinador del programa educacional de la campaña de aquel ni cuando ejerció como Subsecretario de Educación (que no lo haya hecho bajo la administración del terror de la señora Cubillos se lo concedo)-, por fin y por primera vez un Ministerio de Educación se da cuenta, descubre, que las niñas, niños y jóvenes del país tienen sentimientos y emociones. ¡¡Aleluya!! Lo digo por su uso recurrente del término “bienestar emocional o socioemocional” y porque desde lo que es la práctica docente, antes de la pandemia, jamás se supo que bajara desde la autoridad de gobierno actual alguna iniciativa de transformación tendente a que en las aulas se tome por fin en cuenta la emocionalidad y la corporalidad de las y los escolares, especialmente del ciclo básico y educación media. Pero también lo digo porque cada vez que no le resulta su  mandato imperativo a retornar a las escuelas, el Ministro Figueroa desenfunda al parecer de su manga derecha “el bienestar emocional o socioemocional” de NNA, dando a entender que ese bienestar es su principal preocupación y que la institucionalidad escolar descrita más arriba es el mejor lugar del planeta para que NNA puedan vivenciar la realización a plenitud de su bienestar emocional y socioemocional, bienestar que –de seguro lo sabe un Ministro que es abogado- es parte constitutiva de los derechos de NNA y del derecho de éstos a una formación auténticamente integral.

 

Es esperable, entonces, que ese bienestar emocional que tanto le preocupa ahora al Ministro de Educación –ahora, quiere decir, en una coyuntura transitoria de pandemia-  tome cuerpo prontamente en medidas concretas y baje a las aulas de este país pero no sólo durante la pandemia sino para siempre porque, reitérese, el bienestar (emocional, mental, corporal,  social, etc.) es parte de unos derechos humanos cuya exigibilidad le corresponde naturalmente, y de suyo, a la niñez y a la juventud escolar en todo país civilizado. ¡L@s NNA que viven en Chile, y que regresarán más temprano que tarde a las escuelas, se lo agradecerían mucho al Ministro!

 

Parafraseando finalmente al filósofo y sociólogo Maffesoli, la irrupción de la razón sintiente o razón sensible de la juventud, aludida aquí, tanto por su aparición en las salas de clases como en las calles de este país, es garantía de honestidad y creatividad en lo que concierne al nuevo Chile que desde esa razón descontaminada se abre paso: un Chile sintiente, compasivo, empático, benevolente, consciente, que se pone en el lugar del otro/otra, que busca justicia y dignidad para tod@s sin exclusiones ni maltratos ni aprovechamiento de sus mayorías a manos de un puñado de intocables o de una elite de asegurados. ¡Un país, en suma, sin más mutilaciones oculares policiacas en contra de esa juventud sintiente que lucha, sueña y marcha en las calles y que alza sus alas avanzando contra nubes de lacrimógenas venenosas sobre indefensas bicicletas, con toda su emocionalidad y corporalidad empapadas de esperanza, porque es una juventud emotiva que motiva con su heroísmo al mundo, porque sabe que otro Chile es posible!

 

Noé Felipe Bastías

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Profe de filosofía Egr. de Mg. en Neurociencias Aplicadas a la Educación

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