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Palestina: un alegato en favor de la decencia

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Este es un alegato en favor del decoro político y la dignidad humana. Me niego a caer en la manipulación de condenar hoy lo que otros han silenciado durante décadas. No acepto el maniqueísmo de acudir al argumento espurio de hacer uso del derecho a la legítima defensa cuando justifica el genocidio. Cuestiono el concepto de terrorismo que se maneja con tanta ligereza por quienes lo han desarrollado en tanto razón de Estado, bombardeando a la población civil, vendiendo armas y lucrándose de la guerra de exterminio contra el pueblo palestino. Quienes, a pesar de las resoluciones de la ONU, se mofan, niegan el derecho de resistencia, se posesionan en favor de bloqueos, y presionan a terceros países bajo amenazas de suspender acuerdos de cooperación, restringir exportaciones o cancelar inversiones.

¿Cuáles son las características de un Estado terrorista? ¿Quiénes se arrogan la potestad de hacer la lista? Baste recordar cómo países entran y salen en función del estado de ánimo de quienes gobiernan EU, razón por la cual nunca veremos a Israel engrosar la lista, aunque la realidad diga lo contrario. Pero sí están Cuba, Irán, Siria y se busca incorporar a Rusia. Ante tanta hipocresía, es preferible ser tildado de antisemita, antisionista que caer en una condena maniquea.

Occidente se apresura a poner el grito en el cielo. Israel, su aliado estratégico en Medio Oriente, ha visto cómo lo que lleva practicando por más de medio siglo contra el pueblo de Palestina, el odio y el desprecio a la cultura musulmana, acaba en un efecto bumerán. Se ha roto su cinturón de seguridad, los muros levantados en Gaza y Cisjordania. Kilómetros de hormigón, custodiados por un ejército invasor que corta la electricidad, el agua y decide cuándo y cómo entran y salen sus habitantes. Pero, nada de esta indignidad ha tenido respuesta internacional. Ningún país levantó la voz y reclamó para Israel, lo mismo que hoy condena. Sólo suscita comentarios. Ni bloqueo, ni suspensión de créditos. Sin embargo, Israel ha sido denunciado por años por Amnistía Internacional, al practicar la tortura de forma legal y sistemática en los interrogatorios contra los detenidos palestinos acusados de pertenecer a la OLP. Los hechos no se pueden cambiar, aunque sí interpretar. Para algunos “humanistas de salón” la vida de un niño israelí tiene un valor incalculable, pero un niño palestino es prescindible. Los bombardeos a la población civil de Gaza es acción de defensa, los misiles lanzados por Hamas, terrorismo. Los secuestros y asesinatos de los servicios de inteligencia israelí tienen como objetivo proteger la vida de sus connacionales.

En la Europa comunitaria, que apoya a Ucrania y defiende sin fisuras a Israel, uno de sus comisarios plantea suspender la ayuda a Palestina. La declaración pilló por sorpresa a algunos de sus miembros. Aunque quisieran, no pueden llegar tan lejos. Por vergüenza, algunos rechazan la propuesta, pero abre la puerta al problema de fondo. Se oponen, no por defender los derechos del pueblo palestino, más bien les invade un sentimiento de culpa por facilitar el genocidio practicado por Israel.

Contemplo el mapa, y veo cómo desde 1948, se incrementan los territorios palestinos ocupados por Israel. Lentamente, los asentamientos de colonos judíos han terminado por ahogar a la población palestina. Es la constatación de cómo eliminar una cultura y practicar el genocidio. El pueblo palestino ha sido despojado de su dignidad, considerado animales. El ministro israelí de defensa, Yoav Gallant, se quita la careta: “Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia”.

Esta deshumanización está enquistada en la opinión común de la población israelí que justifica la tortura, la detención ilegal y el asesinato político bajo el supuesto de estar defendiéndose de ataques terroristas. Así, se mantiene a cientos de palestinos sin proceso judicial, negándoles el habeas corpus, con la complicidad de una sociedad que levanta la voz contra un gobierno corrupto, pero apoya a sus fuerzas armadas que les permitían, hasta hoy, vivir en una paz, asentada sobre miles de cadáveres de niños, mujeres, jóvenes palestinos. Por eso, la condena a las acciones de Hamas y en defensa de Israel no son más que una carta en blanco para seguir masacrando al pueblo palestino. En estas circunstancias no se puede ser neutral, ni menos negar la evidencia. El pueblo palestino requiere que la sociedad internacional, si existe, condene y obligue a Israel a devolver los territorios ocupados y acabe con la política de genocidio planificado.

Por Marcos Roitman Rosenmann

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor e investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México así como docente en diferentes centros de América Latina. Columnista del periódico La Jornada de México y Clarín digital de Chile.

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  1. Margarita Labarca Goddard says:

    VUELVO para hacer una propuesta. En Chile hay muchos judíos de izquierda, en otros países en que he vivido no se ve eso o es porque ellos no se manifiestan abiertamente. Y también en Chile está la comunidad palestina más grande del mundo. Y las discrepancias, la hostilidad entre ellas no existe o es mínima,
    Cada una de estas comunidades debe tener dirigentes varones y también dirigentes mujeres. Yo no puedo hacer nada porque estoy en el extranjero. Pero pienso que en Chile, dadas estas peculiares circunstancias, se podría hacer una marcha conjunta de judíos y palestinos por la paz. O quizás sólo de mujeres judías y palestinas que cataran alguna canción chilena, quizá el “Gracias a la vida” de Violeta Parra” u otra que se elija en conjunto. Entonces, les pido a todos los que lean esto, que piensen en cómo realizarlo, pues sería un gran ejemplo para el mundo, algo hermoso y muy significativo universalmente.

  2. Hugo Murialdo says:

    Estimado Antonio Pizarro: agradezco la corrección sobre la religión del dictador Ríos Montt. Estos comentarios enriquecen el debate. Nuevamente, muchas gracias.

  3. Sr Roitman, cuantos, cuantos debieran leer su ensayo, incluído el presente presidente del Chile Neoliberal y obediente de los zionistas que como malezas proliferan en todo el mundo. ¿ Será que los governantes del Estado Judío actual no aprendieron nada del comportamiento de los nazis en contra de los Judíos de Europa?

  4. Margarita Labarca Goddard says:

    Compañero Marcos: sólo una cosa te quiero decir: este artículo me ha resultado tremendamente emocionante. No sólo porque es buenísimo, sino porque lo escribes tú. Hasta se me han saltado las lágrimas, muchas gracias

    • Estimado Hugo Murialdo : en su articulo » Semitas, sionistas, nacionalistas, fascistas…» publicado el 27 de septiembre del 2022 en este medio
      usted escribio » Francisco Franco se hacía llamar caudillo de España por la gracia de Dios. El dictador de Guatemala Ríos Montt, decía que estaba ahí porque Dios lo había querido así. Pinochet, por su parte, expresaba que había llegado al poder, gracias a la Divina Providencia; todos ellos, profesaban la religión católica»
      Solo precisar que el dictador Rios Montt pertenecia a una de las iglesias evangelicas de la region . Precision que en nada empaña su excelente articulo
      y su acertada mirada acerca de la injusta situacion que padece el pueblo palestino y la infame pasividad de occidente incluida la union europea para hacer cumplir las resoluciones de la ONU
      Desde 1978, Ríos Montt perteneció a la Iglesia Verbo, filial de la organización evangélica Gospel Outreach en Guatemala; no solo era un miembro de esa comunidad sino que se le reconocía como Anciano Gobernante, lo que en otras comunidades equivale a un rango pastoral o de liderazgo.
      .

  5. En la diáspora palestina, Chile ocupa un lugar singular: tiene más población palestina que Egipto o Líbano, y un poco menos que Siria. De unos 10 millones de palestinos en el mundo, se estima que varios cientos de miles viven en la nación sudamericana.

    Numerosos estudios, entre ellos uno de la Fundación Konrad Adenauer -una institución internacional con origen en Alemania-, estiman que no existe otro lugar fuera del mundo árabe e Israel donde vivan tantos descendientes de palestinos, como en Chile.

    Dado que la inmigración palestina traza un arco amplio -desde los primeros llegados a fines del siglo XIX hasta los 117 refugiados palestinos que llegaron en 2008 y fueron recibidos en la casa presidencial de La Moneda- es difícil saber con exactitud cuántos son exactamente.

    Cuando un diario chileno publicó el mes pasado una caricatura sobre el bombardeo a la Franja de Gaza, nueve empresarios redactaron una breve misiva pública advirtiendo que la comunidad palestina, que estimaban en 300.000 personas, no comprendía «el humor» de la pieza ante las muertes en Gaza.

    Y cuando el alcalde de la ciudad palestina de Beit Jala, Nael Salman, visitó Chile en 2013 aseguró que en el país vivían 400.000 palestinos con raíces en su ciudad, es decir, 20 veces más que en la propia Beit Jala.

    En Chile, grandes fortunas llevan apellidos provenientes de pueblos cercanos a Jerusalén y se reiteran en el ámbito de la justicia, la política, la cultura y los negocios. Existe el club deportivo Palestino y en uno de los barrios más caros de Santiago, se despliegan las instalaciones del Estadio Palestino.

    ¿Qué explica esta masiva presencia palestina en Chile?

    Algodón y seda
    Los inmigrantes de Palestina, Siria y el Líbano empezaron a llegar a Chile durante la dominación del imperio otomano. En las fronteras del territorio, las familias palestinas preferían que los jóvenes partieran a la aventura, a quedar de «carne de cañón» de un ejército ajeno. Se embarcaban aunque debían llevar el pasaporte turco, que los ofendía.

    Viajaron a América como parte de un movimiento migratorio mundial. Muchos creían en «un nuevo mundo» de oportunidades. Siguieron la ruta a Europa y varios por mar a Buenos Aires. Pero en vez de quedarse en la capital argentina, más rica y europeizada, los palestinos prefirieron cruzar los Andes y seguir hacia Chile.

    «Acá se los recibió mejor, tenían más espacio, mejores posibilidades», dice Jaime Abedrapo, nieto de un inmigrante palestino llegado en los treinta, y vicepresidente de la Federación Palestina.

    Entre 1885 y 1940, los árabes sumaban entre 8.000 y 10.000 personas en Chile, según el libro «El mundo árabe y América Latina», la mitad de ellos palestinos.
    Fuente :
    Eugenio Chahuán, del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile.

  6. Excelente articulo en el que el autor emplea con rigor cada termino en el marco politico actual
    sin desmerecer la emocion contenida en el mismo
    En estas circunstancias no se debe ser neutral ni equidistante
    Libertad para pueblo palestino
    Condena absoluta al terrorismo de estado practicado por Israel

  7. Felicito las palabras del Sr. Marcos Roitman Rosenmann, a las cuales adhiero abiertamente.
    Alguno de los vociferantes occidentales anti palestinos, se sacará la careta ?

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