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Del “Apruebo” al “En contra”: un callejón sin salida

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El próximo 17 de diciembre se realizará el Plebiscito para votar y optar entre las opciones “De Acuerdo” o “En Contra” del texto constitucional redactado por el Consejo Constitucional, instancia que derivó de una nueva componenda política institucional, denominada esta vez “Acuerdo por Chile”, que fue refrendada con la firma de casi todos los partidos políticos institucionales (desde la UDI al PC), con la sola excepción del Partido Republicano, quienes, paradojalmente, fueron los grandes triunfadores de esta nueva etapa electoral, ya que en las elecciones de consejeros y consejeras del 7 de mayo de 2023 obtuvieron 23 de los 50 escaños del Consejo, es decir un 45% de las preferencias. La coalición Unidad por Chile, representando a los demás partidos de la derecha, obtuvo, por su parte, el 31%. De esta manera los grandes triunfadores en estas elecciones fueron los partidos de la derecha tradicional chilena y especialmente, en esta oportunidad, la ultraderecha “kastiana” representada por el Partido Republicano.

El texto emanado de este Consejo Constitucional -más allá de los “bordes” fijados por un “Comité de Expertos” y las revisiones realizadas al mismo por parte de un “Comité Técnico de Admisibilidad”, ambos órganos designados por los propios partidos políticos institucionales a través de la Cámara de Diputados y Diputadas junto con el Senado- es un fiel reflejo de las ideas y planteamientos de estos sectores retrógrados de la sociedad y no tiene nada de sorpresa que así sea dada la correlación de fuerzas políticas al interior de dicho Consejo Constitucional de acuerdo al resultado del 7 de mayo de 2023, proceso electoral en el cual, una vez más, llenos de ilusiones y empeños por escribir a todo evento un texto constitucional “en democracia”, se embarcaron todos los partidos políticos institucionales.

Pero bastó que se conocieran los resultados electorales en esta elección de consejeros constitucionales para que muchos integrantes de las coaliciones de gobierno se sintieran defraudados y dispuestos a rechazar de antemano lo que allí se escribiera, especialmente los militantes ligados a la coalición Apruebo Dignidad.

Así como la derecha tradicional desde un primer momento cuestionó y rechazó el proceso constitucional anterior, derivado del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, esta vez fueron los partidos que apoyan el gobierno de Boric quienes tomaron la misma actitud frente a este nuevo engendro de proceso constitucional.




Del rechazo de la derecha tradicional al primer proceso pasamos al rechazo de los partidos oficialistas a este segundo proceso, rechazo que esta vez se traduce en el votar EN CONTRA del texto propuesto el próximo 17 de diciembre.

Lo más paradojal de todo esto es que el voto EN CONTRA significa un respaldo a la Constitución creada en dictadura, la Constitución del 80 a la que se le realizaron una serie de reformas, pero que mantiene intactos los pilares del sistema de dominación capitalista creado por la dictadura civil militar encabezada por Pinochet, la cual, además, desde el año 2005 ya no lleva la firma del dictador, sino la de Ricardo Lagos.

Es decir, se trata de la misma Constitución que quería ser eliminada de raíz por los sectores políticos que hoy saldrán a defenderla y protegerla con su rechazo este 17 de diciembre.

Las ilusiones multicolores de quienes se embarcaron en este tortuoso camino electoral institucional -que tuvo su puntapié inicial en noviembre del 2019 con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución- se han transformado en callejón sin salida, en un oscuro laberinto cuya salida será, en el mejor de los casos, un “triunfo” con sabor a derrota, ya que de ganar la opción EN CONTRA, significa en la práctica concreta, sin eufemismo alguno, respaldar la Constitución creada en dictadura, con lo cual, debido al voto obligatorio que asegura una alta participación ciudadana, esta Carta Magna podrá ser propagandeada por sus verdaderos defensores como una Constitución de probada “legitimidad democrática”.

Quienes aceptaron este camino institucional deben hacerse cargo de ello y no seguir echándole la culpa al empedrado; los olmos, además, nunca darán peras.

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 10 noviembre 2023

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. Yo estoy leyendo y analizando el nuevo proyecto antes de decidir mi voto. Para ser franco, lo encuentro bastante mejor que el anterior. La Constitución debe ser para mí, tan sólo un «marco», los detalles se regulan por leyes y eso se cumple bastante mejor que en el proyecto anterior, que en sus 345 artículos estaban llenos de «ques» pero ningún «como» llegando a algunos absolutos absurdos como por ejemplo, por nombrar algunos «derecho a respirar aire puro» y que pasaba si el aire no estaba puro? «Toda persona tiene derecho a una muerte digna» sin definir que es una «muerte digna», si alguien muere atropellado o peor asesinado, tuvo una muerte digna? Toda perona tiene derecho a un habitabilidad digna, pero en ninguna parte definían que era una habitabilidad «digna» y muchos mas. Si bien, con la mayoría de los artículos yo estaba de acuerdo, voté rechazo porque no se podía aprobar artículo por artículo, sino que el todo. Cuando se formó la heterogénea C.C. anterior, el ex-Presidente uruguayo Mujica, dijo «ojalá no se convierta en una bolsa de gatos» y así fué exactamente.

  2. Serafín Rodríguez says:

    Yo voy a votar EN DESACUERDO. La vez anterior, la ley que autorizó el plebiscito del 4/S decía que si se rechazaba la propuesta de la CC, seguía vigente la Constitución de Pinochet. Esta vez, la ley que implementó el actual proceso es muda al respecto. Por tanto, si gana el EN DESACUERDO, el país queda en un vacío constitucional! Como no hay país sin organización política, simplemente lo borramos del mapa y calabaza, calabaza, cada uno para su casa! Problema resuelto y se acabó el cuento de la Neva Constitución con que la clase política se viene pichuleando al país desde el 15/N del 2019, sin que haya visos de ninguna solución a los problemas sociales y económicas que planteó masivamente la ciudadanía en octubre de ese año.

    P.S. Sea como sea, lo que hay que cambiar es la constitución real del país, los poderes reales y efectivos que lo rigen, para lo cual se requiere algo más que el voto ciudadano. La mala noticia es que el horno no está para bollos! Además, no basta con estar «firme junto al pueblo” si éste se mantiene desorganizado y sin representantes que respondan ante el mismo.

  3. Renato Alvarado Vidal says:

    ¿Por qué insisten en que rechazar el nuevo engendro constitucional significa «respaldar» al de Pinochet-Lagos?
    Esto significaría aceptar los términos de la actual casta política como si fuese la única realidad posible.
    Un eventual triunfo del rechazo sólo significa que la tarea está aún por hacerse y que la Asamblea Constituyente Soberana, la única con legitimidad para redactar una nueva Constitución, aún no ha existido.

  4. Florencio Macci Zepeda says:

    ¿Y cuál sería la actitud del pueblo llano que no es tan letreao como usted señor Correa Camiroaga? ¿según usted cuál es el camino de la felicidad para el pueblo? ¿o no hay nada que hacer porque todo está determinado?

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