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El debate sobre los ‘Verdaderos Chilenos’: Análisis de las declaraciones de Beatriz Hevia

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Durante la clausura del Consejo Constitucional, las declaraciones de la Presidenta Beatriz Hevia, perteneciente al Partido Republicano, han generado un exhaustivo análisis en relación con la conceptualización de los «verdaderos chilenos» que ella ha delineado, haciendo referencia al diario nortino La Bandera Tricolor en alusión a la Gran Convención que redactó la Constitución de 1833. Este documento fundamental, caracterizado por notables restricciones al sufragio, especialmente excluyendo a las mujeres, ha dejado una marca histórica marcada por desafíos y conflictos a lo largo del siglo XIX, el cual estuvo signado por la presencia de guerras civiles.

Hevia ha adoptado un discurso dicotómico, definido por su tono absoluto y excluyente, evocando la tradición ideológica nacionalista de derecha en Chile, representada por figuras como Alberto Edwards, Francisco Encina, Nicolás Palacios y Jorge Prat durante el siglo XX. Esta perspectiva se ha asociado históricamente con el conservadurismo social, el anticomunismo, el sesgo de clase, antidemocracia y un patriotismo que, según ciertos críticos, podría interpretarse como mal comprendido. Es interesante destacar, a partir de los comentarios de Hevia, que existan continuidades entre la actual derecha radical del Partido Republicano y la tradición ideológica nacionalista del siglo XX. Además, la referencia a la Constitución de 1833, una constitución que según la historiografía conservadora del siglo XX otorgó «estabilidad» al régimen portaliano, no carece de importancia. Ya hemos mencionado previamente que esta supuesta estabilidad no fue tal, y durante el siglo XIX, hubo guerras civiles cruentas. La derecha radical republicana busca convertirse en hegemónica dentro de los partidos de Chile Vamos y posicionarse como una opción en futuras elecciones presidenciales.

Dentro de este contexto, la concepción de «verdaderos chilenos», según la visión de Hevia, operaría como un marcador identitario que distingue a aquellos que respaldan estas concepciones, erigiéndolos como el bien absoluto, mientras que aquellos que no comparten esta perspectiva serían categorizados como el mal absoluto. Esta simplificación extrema de la identidad chilena y la imposición de una dicotomía moral plantean interrogantes sustanciales sobre la inclusividad y diversidad que deberían caracterizar a una sociedad democrática. Este enfoque dicotómico permea significativamente entre los consejeros constitucionales, lo cual no puede pasarse por alto al considerar el producto final de la nueva constitución. En este sentido, las perspectivas en términos absolutos no dejan espacio para el diálogo constructivo. De hecho, en la ceremonia de clausura, Beatriz Hevia aprovechó la oportunidad para cuestionar la gestión del presidente Gabriel Boric en su gobierno, críticas a las cuales se suman todos los partidos de Chile Vamos, incluyendo a Amarillos y Demócratas. Es innegable que estos actores políticos respaldan de manera unánime el texto constitucional propuesto.

La imperiosa necesidad de reconocer la inmensa riqueza de la identidad chilena se fundamenta en la comprensión de que dicha riqueza no puede reducirse ni encapsulada en una única perspectiva. La intrincada trama histórica de Chile se teje con múltiples corrientes de pensamiento, luchas sociales y transformaciones que no solo ilustran la diversidad de su realidad, sino que también evidencian la complejidad inherente a su identidad nacional. Este mosaico cultural y social, enriquecido por una multiplicidad de voces y experiencias, desafía la noción simplista de una identidad homogénea y subraya la importancia de abrazar la diversidad para comprender plenamente la realidad sociopolítica del país.




La exclusión de perspectivas diversas no solo contradice los principios fundamentales de la democracia, sino que también se convierte en un obstáculo sustancial para la construcción de una propuesta constitucional que aspire a ser inclusiva y representativa. La democracia, como principio rector, demanda la participación de todas las voces en la formación de las bases fundamentales de la sociedad. La negación de esta diversidad de perspectivas en la elaboración de una nueva constitución no solo debilita la legitimidad del proceso, sino que también socava la posibilidad de construir un marco legal que refleje auténticamente la pluralidad de experiencias y aspiraciones presentes en la sociedad chilena.

Aunque el énfasis en la Constitución de 1833 es relevante para comprender el desarrollo histórico del país, no debería utilizarse como justificación para perpetuar divisiones y exclusiones en el presente. Más bien, debería ser considerado como un recordatorio de los desafíos superados y un estímulo para una reflexión crítica sobre cómo avanzar hacia una sociedad más equitativa y participativa.

Finalmente, el discurso de Hevia, con su marcado sesgo dicotómico y excluyente, no contribuye de manera positiva a la propuesta constitucional que busca promover. En lugar de fortalecer la unidad y la diversidad, sus expresiones pueden alimentar divisiones y tensiones innecesarias en el proceso constituyente. En este momento crucial para la construcción de un nuevo marco legal, es imperativo fomentar un diálogo inclusivo que abrace la pluralidad de voces y perspectivas para configurar un futuro constitucional que refleje genuinamente la riqueza y complejidad de Chile.

 

Fabián Bustamante Olguín

Doctor en Sociología (UAH) y Magíster en Historia (USACH), Profesor del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo.



Doctor en Sociología (UAH) y Magíster en Historia (USACH), Profesor del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo.

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  1. Patricio Serendero says:

    La Derecha chilena y su fracción dominante desde los dueños del latifundio, después de las minas y la industria y hoy de las finanzas siempre ha interpretado que este es su país. Lo han construído ellos. Desde el triunfo contra la corona española hasta hoy.
    El desarrollo de Chile piensan de debe a ellos solos, que siempre han dirigido. Ellos y sus adláteres apoyantes en las clases medias son los «verdaderos chilenos». Los demás somos paisaje.
    De aprobarse su proyecto constitucional, podrán reclamar ahora que la Constitución es perfecta y legítimamente democrática.

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