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Lacayos de la elite

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Dotada de una sapiencia milenaria, la oligarquía ha sabido imponer sus privilegios. Desde que se extinguieron los dinosaurios. O desde el tiempo de Noé, para ajustarnos mejor a la reciente historia.

Recurre al zoco, llamado también la plaza del mercado, a contratar a sus sirvientes. Las ofertas de lacayos, siervos, súbditos y cagatintas, siempre es variada. Abanico de ofertas. Por norma son del medio pelo, advenedizos, donde destaca el trepador social.

Alguno de ellos, nieto de inmigrantes, vendedores de baratijas en las calles, conforman esta generosa multitud. En épocas pasadas se les conocía con el apelativo de “falte”. Lo niegan, pero la porfiada historia, los acusa.

Desde siempre, semejante caterva, ha sabido utilizar su cercanía al poder, para brindar sus contactos. Se dan mañas y exhiben pergaminos de virtud. Entonces, a infinidad de ellos, la oligarquía los utiliza en distintos menesteres. Desde barrer a servir la mesa o de trotaconventos.




Privilegiando a aquellos que ocupan altos cargos, ya sea en la política en el servicio público o en las actividades económicas y sociales del país. Una red poderosa, amparada por la permisividad social, que auspicia la “canalla dorada”, en esta actividad.

También, hay acólitos y sacristanes dedicados a encender las velas y recoger el diezmo. A vender reliquias, desde una falange a un trozo de sotana y a participar en las procesiones, mientras se golpean el pecho.

No le tembló la mano a la oligarquía en ordenar la matanza de obreros y sus familias en Iquique, y las otras que, enlutaron al país. Después hubo infinidad de tropelías, hasta llegar al golpe militar de 1973.

A menudo, el poder obnubila, confunde, siembra dudas, sin embargo, surgen las ansias de la riqueza y lo que parecía indigno, se convierte en honesto. Como van a misa y son generosos a la hora de dar el diezmo, creen hallarse exentos de críticas.

En su oportunidad, el cielo abrirá sus generosas puertas, para acogerlos. Aquella sociedad, almibarada, cursi y rastrera, los admira.  El bienestar de un grupúsculo, justifica cualquiera actitud.

En nuestro país, se les dice yanaconas a estos sirvientes, que han perdido los escrúpulos, expresión que viene de la voz quechua. Su indignidad, ha llenado la historia de traiciones, donde los indígenas, viven para ofrecer sus servicios al conquistador.

En esa dirección y no en otra, apunta la conducta de la variedad de sirvientes de la oligarquía. Miles cumplen este oficio y ser militante de esta cofradía, da prestigio. Sus patrones no se ensucian las manos en minucias. Esas diligencias, que las cumplan sus asalariados.

Mandan a ejecutar las tropelías y se quedan en sus palacetes, que no pagan contribuciones, aguardando las secuelas. Por algo, el dinerillo o la prebenda, se desliza protegido por las sombras de una noche de invierno. No se equivoca en llegar a los bolsillos o las carteras de esta dorada servidumbre. Bueno. Por algo son servidumbre.

A las faltriqueras de señoritos relamidos, que se bañan una vez a la semana, y así no pierden el olor a santidad. Porque la santidad, queridos feligreses, les viene por herencia. Si alguno de ellos cae en desgracia, a causa de un pecadillo venial, es pura mala suerte.

A lo sumo, irá a clases de ética. Entonces, reciben una maestría y los pergaminos del caso. Si reincide, hace valer su condición de empresario. Como el poder nunca se detiene en su azaroso girar, obnubila y produce acostumbramiento. Arbitrariedad que se enseña a quienes nacen con una marraqueta debajo del brazo.

¿Y dónde se insertan los maquilladores de cadáveres políticos? Intentaremos esta crónica, en otra oportunidad.

 

Walter Garib

 

 

 

 

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Walter Garib

Escritor

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  1. lo ramon roman says:

    ¿ Los hijos de la elite nacen con una marraqueta bajo el brazo? Ah, vamos, vamos, ese dicho está mas pasado de moda y realidad que el Socialismo para la mayoría de los chilenos. Los hijitos de la elite nacen con la garantía , en todos sus cuerpecitos de recien nacidos ,que seguirán siendo los dueños de Chile cuando crezcan y sigan con está tradición por muchos, muchos añitos, etretanto, los otros, bueno, los otros, la mayoría, seguirán garanizando que esta tradición y derechos de la minoría se cumplan por secula seculorum, amen.

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