
Infidelidad
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Como ninguna expresión del lenguaje, la palabra infidelidad, posee múltiples significados. ¿O es un acertijo? Desde adulterio, traición, perfidia y alevosía entre otros, se yergue como el vocablo ideal, destinado a desnudar nuestra sociedad. Pacata desde luego, que se mueve entre la oportunidad, los privilegios y la felonía, es decir, los símbolos de la conducta humano. Al desnudo, porque el desnudo es la única realidad. Entonces, el ser humano se desviste y en cambio, la naturaleza muestra su intimidad. “El resto es ficción” alegan los filósofos de todos los tiempos. Esta infidelidad, que no tendría por qué ser propia de las traiciones conyugales, pues la historia es pródiga en ejemplos, habla de la debilidad humana. Salta desde la cama, sofá o desde el ropero, a la diaria política. Algo así, como lo expresa el novelista Dionisio Albarrán en su obra: “Sin infidelidad, no imagino a la buena política, la cual se debe mover de izquierda a derecha y viceversa, y concluir en el centro”. Todo termina en su centro, incluido el amor. Nada de equívocos a la hora de la realidad.
Examine usted la historia universal y no tardará en adherir a esta concepción filosófica, que surge en los albores de nuestra vida. “No hay fruto más dulce que la infidelidad”, salta por ahí Oscar Wilde, sin embargo, no estoy seguro de ello. Aunque en nuestra política las infidelidades han sido pequeñas, no alcanzan la gran traición. A menudo son insípidas, deslavadas, aguachentas y lo peor del asunto, estas infidelidades son de dominio público. Las camas se confunden en el uso diario, y ya nadie sabe su utilidad, aunque sea verdadera o ficticia. Auténtica majamama en tiempos de elecciones, donde el significado de las palabras, pierden el sentido. No falta el perspicaz que alega que el sofá y la alfombra han sido un buen sustituyo de este singular embrollo. Le dan encanto a la función, aunque sea privada. ¿O usted conoce otro medio eficaz de quebrantar la lealtad?
Saltar de una a otra cama, en busca de la victoria, se ha constituido en un juego predilecto, donde las argucias deben ser variadas. O si usted lo desea, el llamado closet. También en política, acontece lo mismo. Infinitos son los ejemplos, los cuales han enriquecido esta práctica. Sean triangulaciones u orgías. Cambiar de tienda en política, por ejemplo, se ha convertido en una diversión de variados matices, mientras se acercan las elecciones. La sensación del poder, cuyo olor embriaga, tuerce y hace de la lealtad un valor escaso. El Congreso Nacional, la gran pecera donde captura la oligarquía, sin ser perturbada, los ejemplares más valiosos, se convierte en el océano de las oportunidades.
En la mar no existen novedades de comportamiento. Siempre el pez más grande se traga al más chico. Cuando se habla del tema del océano Pacífico, llamado Congreso Nacional, las especies que lo habitan, a veces es al plancton marino. Y convierte a la ballena y al tiburón, en el rey de los depredadores. Variados ejemplares marinos, dispuestos a ejercer la felonía. Desde luego, el producto no se vende en los botes, sino en la intimidad de una oficina. Como las elecciones se hallan a tiro de pichón, la “pecera” del Congreso sufre una sorprendente agitación. Entonces los vendedores de pescado, mariscos y cochayuyo, viven días de gloria.
Semejantes devoradores de sardinas, porque las especies más apetecidas se comercializan en otro ámbito empresarial, han terminado por devastar el océano Pacífico. Sean arengues, truchas o el plancton marino.
Walter Garib
jaime norambuena says:
Reflexiones muy «acertadas» que hacen «pensar» mucho
Se debe reflexcionar con cuidado y luego decirlo callado…