Columnistas

¿Deberá el PS declarar libertad de acción?

Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 18 segundos

Para evitar cualquier malentendido, empiezo por admitir que—al menos nominalmente—aun estoy registrado como miembro del Partido Socialista. He dicho “nominalmente” porque obviamente he residido fuera del país por la mayor parte de mi vida y eso de ser “militante del exterior” es una cosa todavía un tanto difusa. Tanto así que incluso en las últimas elecciones internas del partido, por esas cosas de las “fallas tecnológicas”, al final ni siquiera se me permitió votar.  Con todo, uno puede decir—y en esto no hablo por mí solamente—que esto de la militancia en el exterior oscila entre la obstinación, la dedicación y lo patético, pasando entremedio, por una fuerte nostalgia, por cierto.

Constituyendo los militantes del exterior esencialmente una comunidad que envejece y que por tanto en unos pocos años estará extinta, ella—al menos en un gran número de gente que he conocido—tiene un mérito importante: como exiliados, muchos de estos militantes del exterior son guardianes de las memorias de lo que fue el gobierno de la Unidad Popular. Más aun, en más de una ocasión ha sido desde el exterior donde se han levantado voces para reclamar por el rumbo que la dirigencia del PS le ha dado al partido de Salvador Allende. Claro está, no es que haya servido de mucho: “los viudos de Allende y la UP” han llamado con sorna a estos militantes del exterior algunos de los ahora jóvenes burócratas del nonagenario partido.  Ellos deben pensar que esta nostálgica gente del exterior no ha captado los nuevos aires que soplan en el local de la calle París, muy diferentes a los que soplaban en el viejo local de la segunda cuadra de la calle San Martín.  La presencia de esos militantes externos es como aquella de algún tío viejo que en las reuniones familiares saca a colación temas inconvenientes: cuando la familia era pobre y no vivía en el barrio alto, y se cultivaban ideales que los renovados integrantes ahora consideran poco menos que “pecados de juventud”, por ejemplo.

Hay, sin embargo, una característica que permanece constante en el viejo partido y que tanto los militantes de ahora como los de antaño la identificarán fácilmente: usando un lenguaje coloquial uno la podría llamar simplemente “despelote institucionalizado”; más seriamente, se la llamaría desorden estructural. Como quiera que se la denomine, ella se halla muy presente estos días.

El ejemplo para ilustrar esta condición tan típica del PS es el presente estado de su candidatura presidencial. Al momento que escribo esta nota lo más probable es que ni siquiera Paulina Vodanovic sepa si su nombre va a estar en la boleta de la primaria del progresismo o no. (Y así ha dejado la impresión luego de una entrevista en el programa Estado Nacional este domingo). Incluso, si superados los propios obstáculos internos, finalmente logra inscribirse antes de este 30 de abril, ello tampoco garantizaría que su postulación se mantenga—ella todavía puede ser bajada si prosperan negociaciones con el PPD para apoyar a Carolina Tohá a cambio de apoyos en algunas de las elecciones parlamentarias. Sería ciertamente un modo muy poco elegante, que además de pasar por sobre resoluciones partidarias ya acordadas, daría una muestra de poca prolijidad. Pero en esto de enjuagues preelectorales cualquier cosa puede pasar.




En todo caso, y si sirve de consuelo para la actual candidata, en esto de las elecciones presidenciales el PS tiene una historia de incertidumbres y vuelcos: ni siquiera Allende estuvo a salvo de ellos. Recuérdese que en 1969 mientras se iba conformando la coalición de Unidad Popular y se visualizaban los probables abanderados, el comité central socialista no mostraba mayor simpatía por una nueva nominación de Allende. En los hechos, el primer nominado fue quien era entonces su secretario general, Aniceto Rodríguez. Allende entonces incluso hizo pública su renuncia a ser candidato. A diferencia de elecciones anteriores, para la de 1970 al interior de la izquierda surgían otros nombres que no eran meros “saludos a la bandera” (excepto el caso de Pablo Neruda, nominado por el Partido Comunista) sino que eran legítimos contendores. Aunque ahora a algunos pueda causarles sorpresa, bien pudo ser que en 1970 el candidato de la UP no hubiera sido Allende. Un factor decisivo en medio de esa incertidumbre habría sido un mensaje oficioso del PC a los socialistas: “si el candidato del PS no era Allende, los comunistas no se sentirían obligados a privilegiar la entonces alianza eje de la izquierda—la unidad socialista-comunista—y por tanto podrían apoyar a otro de los postulantes”. El PC entonces veía con simpatía los nombres del radical Alberto Baltra y del independiente Rafael Tarud.

Por cierto, y con todo respeto a la memoria del entonces secretario general, conocido entonces como líder de una facción tildada como “socialdemócrata” y también llamada “los guatones”, cuesta imaginar que “Compañero Aniceto” hubiera tenido la misma resonancia, carisma, prestancia o presencia que “Compañero Allende”.  Gústenos o no, esas cosas de imagen también pesan en la decisiones políticas.

Volviendo al actual drama que sacude al PS, la idea de una candidatura propia ha creado a su vez reacciones en que paradojalmente parecen coincidir tanto los sectores más derechistas que funcionan allí, senadores como Espinoza e Insulza, así como aquellos de tendencia izquierdista, militantes de base especialmente, que se muestran disconformes con la conducción y en especial con esa caracterización con la que su dirección se ha vestido últimamente, eso de “socialismo democrático” (una redundancia, se señala: “el socialismo es por esencia democrático”, escribió hace muchos años ese viejo patriarca del partido que fue Eugenio González, no tiene sentido andar como una chica bonita proclamando que es bella a los cuatro vientos). Claro está, a no ser que haya la intención, mal disimulada, de tomar distancia de lo que sería un “socialismo no democrático”, es decir, una indirecta manera de hacer anticomunismo, pero sin siquiera mencionarlo.

Los sectores socialdemócratas del PS querrían bajar a Paulina Vodanovic para apoyar a Carolina Tohá, abanderada del PPD que ha hecho suficientes méritos en separarse de lo que sería el innombrable “socialismo no democrático’. Cabe recordar que como Ministra del Interior repitió una y otra vez la versión creada por la fiscalía para culpar a Venezuela del asesinato del ex teniente Ojeda, en circunstancias que lo más plausible es que ese sujeto haya muerto en un ajuste de cuentas por parte de elementos criminales con los cuales él probablemente hizo algún trato.  Es dudoso que el gobierno venezolano se preocupara por un simple ex teniente que no tenía mayor influencia política. El incidente, sin embargo, le dio argumentos a doña Carolina para repetirlo como muletilla en cada ocasión que pudo.

Esos sectores que quisieran apoyar a Tohá no han hecho misterio de su temor que con dos candidaturas del “socialismo democrático” (sic) pueda ocurrir que en la primaria del progresismo termine ganando la comunista Jeannette Jara o el frenteamplista Gonzalo Winter. Por otro lado, en los sectores de izquierda del PS, tampoco la candidatura de Vodanovic crea mayor entusiasmo. Desde esa vereda del PS podría repetirse el escenario de la elección anterior cuando un grupo de socialistas apoyaba a Daniel Jadue, mientras otros, incluyendo a la ex Ministra de Defensa Maya Fernández, dieron su apoyo a Gabriel Boric.  Situación que fue en detrimento de la pobre y triste Paula Narváez que en la consulta no sacó ni los votos de la militancia socialista.  Por cierto, un error de la dirección de entonces de nominar a una persona sin mayor trayectoria y que nadie conocía.

Así las cosas, el PS se halla en una difícil disyuntiva: si mantiene la candidatura propia arriesga un quiebre con sus aliados del PPD (un partido en todo caso en vías de extinción, independientemente del apoyo que pueda concitar su candidata Tohá que se catalputó como candidata gracias a su paso por el Ministerio del Interior).  Si eso ocurre además se arriesgaría la viabilidad de lo que se llama “socialismo democrático”. Por otro lado, si baja a Paulina Vodanovic, y entra en un acuerdo con el PPD arriesga que sus sectores de izquierda desconozcan un tal arreglo y en cambio vuelquen su apoyo a Jara o Winter. Candidatos ambos con suficientes méritos para merecer ese apoyo.

En este incierto escenario, aunque por ahora esto puede ser un llamado en el desierto, creo que la militancia del otrora glorioso partido de Salvador Allende debería declararse en libertad de acción de cara a la primaria del progresismo. Señalo esto porque en los hechos es lo más probable que ocurra, quiéralo o no la directiva. Si la candidatura de Paulina Vodanovic se mantiene, nada impedirá que la facción socialdemócrata al momento de votar lo haga por la candidata del PPD. Si se baja a la candidata propia y se decide apoyar a Carolina Tohá, nada impedirá que los sectores de izquierda del PS se inclinen por Jara o Winter, dado que Tohá sería sencillamente inaceptable para ellos. Ciertamente yo mismo en la primaria no la votaría.

Por cierto, eso entendiendo que aun eligiendo a cualquiera de los dos candidatos del ala izquierdista de la actual coalición y en el entendido que se gane la presidencial, se tendrá que lidiar con las limitaciones que cualquier gobierno progresista va a enfrentar dadas las restricciones del sistema, por un lado, y las diferencias ideológicas entre los integrantes de la eventual coalición por otro. Pero claro, al final el objetivo es muy modesto, evitar el mal mayor: un triunfo de la derecha.

 

Por Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)

 

 

 



Foto del avatar

Sergio Martinez

Desde Montreal

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *