
¿Qué hacer con la integración?
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En un reciente encuentro empresarial el Ministro Marcel dio a conocer siete medidas que el gobierno trabaja para efectos de hacer frente a la crisis comercial internacional generada a partir del incremento de los aranceles por parte de la administración Trump.
En muy apretada síntesis, esas siete medidas son las siguientes: mantener abierto el diálogo con Estados Unidos; reducir las incertidumbres respecto al cumplimiento por parte de Chile de sus compromisos comerciales; diversificar exportaciones; promover el comercio con nuevos países, tales como Filipinas, Corea o la India; hacer internamente las reformas que sean necesarias para incrementar la inversión; aprovechar las oportunidades que el desorden internacional pueda abrir y, finalmente, mantener una estrecha colaboración con el sector privado.
Todas esas medidas son importantes y merecen ser desarrolladas un poco más para efectos de que se conviertan en las columnas vertebrales que sirvan de base a las medidas que el país vaya tomando a modo de respuesta al desorden económico y comercial actual, y al que pueda hacerse presente en un futuro cercano.
Sin embargo, hay un detalle que salta a la vista por la ausencia de toda mención sobre él. Se trata de lo relativo a la integración regional. No se dice una palabra al respecto. Es cierto que la integración regional no ha mostrado muchos avances en los últimos tiempos. Muchas reuniones meramente protocolares, muchos discursos románticos y altisonantes, y la existencia languideciente de algunas organizaciones regionales de poca capacidad para generar acciones colectivas. Los acuerdos comerciales que han logrado ser firmados, mediante un esfuerzo meritorio y sostenido durante décadas, se centran básicamente en el campo arancelario recíproco. Hoy en día, por la vía bilateral o multilateral, se ha logrado que el grueso de los países latinoamericanos tengan acuerdos de libre comercio con todos o algunos de sus vecinos más relevantes desde el punto de vista comercial o de los otros socios comerciales de la región. Ello es un avance histórico relevante, pero todo parece indicar que ese camino ya ha dado de sí todo lo que podía dar, y tratar de avanzar por esa vía, para abarcar lo poco que queda sin liberar, sería una pérdida de tiempo y de esfuerzos. También parecen poco esperanzadores los esfuerzos que se hagan para reflotar las organizaciones regionales existentes, y/o por crear organizaciones regionales nuevas que sustituyan a las anteriores, en el supuesto de que ahora sí que van a servir para llenar el vacío existente.
¿Qué hacer, entonces, frente a un balance tan desolador? Una respuesta posible es hacer como si América Latina no existiese y seguir buscando socios en otras regiones del planeta Tierra. Otra, más optimista, pero sin perder el realismo, es hacer esfuerzos por lograr pequeñas grandes metas que permitan avanzar en el camino de una mayor integración, sin pretender cambiar de arriba abajo, y de una buena vez, todo el continente.
En ese campo de lo modesto pero realista, es posible estudiar medidas como las siguientes: primero, crear mecanismos rápidos y efectivos para validar los títulos profesionales emitidos en un país, en varios otros países de la región. Eso permitiría crear, en cada país, un mercado mucho más amplio y variado que el actual, internacionalizando las ofertas y las demandas de profesionales competentes. En segundo lugar, homologar los requisitos y las normas sanitarias y fitosanitarias, entre tantos países como se pudiera, de modo de avanzar hacia la creación de un área de libre comercio de productos agrícolas y agroindustriales. En la misma forma se podría también avanzar en la creación de un área energética regional de libre comercio que incluya carbón, petróleo, gas y electricidad, con la consiguiente creación y utilización de la infraestructura logística correspondiente.
Otra medida posible tiene que ver con las ventanillas únicas de comercio exterior. Muchos países de la región han avanzado mucho en términos de generar un solo punto digital donde colocar todos los papeles, certificados y documentos necesarios para efectos de exportar e importar. Eso permite simplificar – y no repetir trámites- en una forma accesible para todas las instancias administrativas relacionadas con el comercio exterior. La unificación informática a nivel internacional de todas o muchas de esas ventanillas únicas de comercio exterior permitiría agilizar y facilitar el comercio entre los países de la región que adhieran a un mecanismo de ese tipo.
Un requisito básico que medidas de esta naturaleza necesitan para avanzar es que no esperen a ser aceptadas por todos los países de la región, sino que se implementen tan pronto como se pueda con los pocos o los muchos que estén de acuerdo en hacerlo. Los demás se integrarían después, o no se integrarían nunca si así lo ven como conveniente. Pero lo importante, hoy en día, es romper el inmovilismo.
Sergio Arancibia
Dr. en Economía
Investigador del Instituto Igualdad
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