
Nota histórica con ribete necrológico
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Durante los años de 1967 a 1969 se transmitió en la desaparecida radio Balmaceda CB 130 un programa de música popular orientado a la juventud, llamado BEAT 70. Cuando el conductor original – Robinson Retamales – fue contratado por la BBC, el entonces Director de la emisora, Ruperto Concha, sugirió a un par de jóvenes hacerse cargo del programa y desarrollar en ese espacio el proyecto que habían presentado a la radio de la Universidad de Chile. Ese proyecto había sido aprobado, pero para salir al aire debía esperar al cambio de programación de temporada, de modo que la oportunidad fue acogida con entusiasmo.
En la locución estuvo Nelson Hernán Muñoz y a cargo de la producción el par de universitarios ya mencionados. Ellos no eran gente de radio, pero sí de música, específicamente de rock y siendo estudiantes de medicina trabajaron el programa con rigor clínico, introdujeron el uso de libreto, de modo que todo lo que se decía había sido previamente pensado y considerado; había mucha información acerca de las tendencias musicales y los momentos culturales que representaban, así como difusión de la poesía rock a través de la traducción de las letras anglosajonas. Establecieron una red de variados contactos, incluyendo sellos grabadores e incluso personal diplomático extranjero, lo que les permitía estar muy actualizados con lo que ocurría en todo el mundo; el festival de Woodstock en 1969 lo transmitieron como noticia y la épica versión de Joe Cocker para “Con una Ayudita de mis Amigos” salió al aire sólo 72 horas después de haber sido interpretada en el escenario.
Tal fue el éxito del BEAT 70 que llegó a tener tres audiciones diarias, cosa insólita en la radiotelefonía chilena, todas distintas y dirigidas a diferente público. Por esos días en toda la América hispana había solamente dos programas radiales de rock, el BEAT y “Modart en la Noche” que se transmitía desde Buenos Aires en un horario que se superponía con nuestra edición nocturna, que era la más experimental y con contenidos de mayor peso, como la poesía de Jim Morrison; de esta situación se tomó conciencia a través de las cartas que comenzaron a llegar a la radio haciendo notar que los auditores a esa hora se lo pasaban saltando de una emisora a otra; la onda corta de la Balmaceda era muy potente, una vez llegó una carta desde Finlandia.
Cuando se anunció el final del programa, las últimas dos noches el amplio locutorio se llenó de auditores que acudían a despedir un evento cultural señero, un programa radial que se había hecho “de culto”.
De esos estudiantes universitarios el que estaba a cargo de la selección musical era quien llegó a ser el doctor Glauco Aracena Pinto, y el doctor Aracena falleció hace dos días. Creo que es justo recordarlo y poner de relieve sus merecimientos en la difusión de una expresión cultural muy representativa de una época y de una generación que abrió de par en par las puertas de la imaginación.
Los últimos versos que transmitió el BEAT esa noche de 1969 decían “Cuando la música haya terminado, apaga la luz…apaga la luz”.
Desde los siempre atareados muelles de Chinquihue. 19 de mayo de 2025
Renato Alvarado Vidal
jaime norambuena says:
No vale la pena decir algo-