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¿La dignidad viene de vuelta?

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Cuando se da una mirada al panorama nacional y mundial, pareciera que el tema de lo propiamente humano se ha dejado de lado y prevaleciera el puro interés de los que están por sobre lo humano.

Es el caso de Chile en tiempos de elecciones, en que los candidatos de la derecha y algunos de centro democrático, tratan de culpar a la izquierda por el tema del levantamiento social de octubre del 2019. Sin considerar que ese levantamiento social no fue de origen “político”, es decir que los partidos políticos nada tuvieron que ver en su emergencia organizativa, pero sí fueron corresponsables porque participaron de la administración de la siempre abortada “transición a la democracia” y los cómplices activos también participaron en los tiempos de la dictadura, con lo cual se suman 47 años (17+30) de políticas de inequidad que llevaron al reclamo de la “dignidad” atropellada hasta la humillación.

Tan manifiesto era el rechazo al establishment político, que ni a Jadue lo aceptaron en las manifestaciones y marchas de los ciudadanos por las calles de Chile ni en la gran “Plaza de la dignidad”, que para mí, seguirá siendo la PLAZA DE LA DIGNIDAD, porque ahí se encuentra el espacio, el topos de la democracia reclamada y de la afirmación de que en Chile la soberanía es del pueblo, radica en el pueblo y tiene que volver a instalarse en el pueblo. Eso que la soberanía descansa en la “Nación” es una forma elusiva de desviar lo sustantivo resaltando lo adjetivo, que por demás, no se debe naturalizar.

Creo en lo que fue la primera  incursión constituyente, la que fue denostada, mentida, calumniada y pulverizada por unos grupos de poder que estaban dispuestos a todo con tal de no perder sus eternos privilegios. Era una adecuada propuesta para el Chile democrático del futuro, que el pueblo no estuvo a la altura de comprenderla, jugando en su contra las extravagancias de algunos participantes  (normalísimo en todo proceso de extensa participación popular) y en la aplicación del voto obligatorio, donde la palabra rechazo se usó como protesta a todo el sistema más que al documento constitucional, que nadie leyó y menos podía comprender sin ser jurista calificado o de nivel cultural superior.  Ese mismo sector popular que votó rechazo, lo volvió a hacer en el segundo intento patrocinado por los poderes institucionalizados, lo que dejó en claro cuál fue el problema: RECHAZO A TODA LA INSTITUCIONALIDAD VIGENTE.




En Chile, quedó de manifiesto que el electorado se divide en 4 cuartos:

Un cuarto duro de derecha; un cuarto duro de centroizquierda; un cuarto duro de “rechazo permanente” y un cuarto “veleta”, indeciso, que de pronto se entusiasma con los cantos de sirena de uno u otro 20%.

El cuarto duro del “rechazo permanente” ha quedado claro durante el voto voluntario, que en total llegaron a sumar el 50% del electorado con derecho a votar. Ahora, con voto obligatorio vuelven a acercarse al 20% entre los que no van a votar, a pesar de ser obligatorio, se suman los que por miedo a la multa van y votan nulo o blanco. Es cosa de chequear los últimos procesos con voto obligatorio.

Desde esos dos procesos constitucionales fallidos, Chile vive en un “limbo” constitucional y de legitimidad, tan frágil e inestable que hace que el arte de gobernar quede empozado en un charco de ingobernabilidad estructural, lo que detiene y retrasa las políticas que podrían hacer mirar el futuro con relativo optimismo. Los poderes de decisión no radican en un pueblo empoderado, sino vulnerado y mediado por poderes fácticos; constreñidos por una Constitución que no pertenece a un origen ni destino democrático y fuertemente bombardeado por una desinformación altamente tecnológica y perversa.

Ahora se suman las lógicas predominantes en la estructura mundial de lucha por el poder. Las derechas mafiosas aliadas a los más siniestros intereses económicos e ideológicos, usando el odio al migrante como muletilla electoralista e irracional (siempre el odio es irracional), logran asustar al ciudadano inerme de criterio crítico fundamentado y los arrastran a respaldar a populistas mafiosos, aventureros e irresponsables, que van exhibiendo su verdadera cara de verdugos y tiranos contra el mismo pueblo que les elige, cuando ya es demasiado tarde.

El caso de EE.UU. de Norteamérica es ejemplarizante. Tanto Demócratas como Republicanos vienen promoviendo el rechazo a la migración como herramienta política; ninguno quiere perder la ventaja de encontrar ese “chivo expiatorio” electoral que le suma tantos votos como vemos que ha sucedido en las últimas elecciones presidencial y de las cámaras de representantes.

Un enajenado presidente, se ha lanzado a dar rienda suelta a sus delirios “Neronianos”. Pareciera que perdió el freno neuronal y se desató toda su furia neurasténica, acompañada y potenciada por un ego maligno, ausente a toda compasión ni sentido; un verdadero toro frente al paño rojo.

Lo peligroso para este tipo de bestias políticas es que le salgan al camino toreros con buen arte de clavar su espada en el lomo o un público que repudie el desempeño alocado y caótico del toro, que se desgasta arremetiendo a las barandas y al mismo público antes que al torero que era su objetivo.

Esto pareciera que lo comienzan a percibir muchos ciudadanos de Norteamérica, que al ver ese toro desbandado, arremetiendo a todo lo que se le cruce, sin reglas ni lógica, con el sólo objetivo de alcanzar la sumisión por el miedo a su poder, aunque se incendie Roma, entonces la gente más normal, esos que no odian, comienzan a  abandonar el espectáculo y se espantan ante los atropellos a la DIGNIDAD de personas que no han cometido falta, y que , por tanto, puede ser cualquiera de ellos o de sus cercanos.

De pronto, inesperadamente, ese ciudadano que parecía sumiso y domesticado por la retórica del odio, se levanta y protesta contra las políticas INDIGNAS de un presidente que pretende violar todos los derechos consagrados, como un Nerón, un Calígula, un Pinochet, un Maduro, un Putin, un Netanyahu o cualquiera de los tantos sátrapas que infectan al Mundo.

Parece que la DIGNIDAD ha vuelto a inscribirse en el corazón de muchos ciudadanos de conciencia más elevada, tanto en EE.UU. como en el mundo entero. Eso abre las puertas a la esperanza, la esperanza de que los ciudadanos tapen los oídos ante los cantos de sirena de los populistas del odio y volvamos todos a las calles a levantar la consigna de la DIGNIDAD como valor irrenunciable, por mucho que nos apreté la vida.

 

Hugo Latorre Fuenzalida

 



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Hugo Latorre Fuenzalida

Cientista social

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