
Diputada Claudia Mix sobre nueva Ley de Adopción: “Dejamos atrás un sistema cruel y damos paso a uno más humano y justo”
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Después de más de una década de tramitación, la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó esta semana la nueva Ley Integral de Adopción, una reforma largamente esperada que reemplaza el actual sistema fragmentado y discriminatorio por un modelo más ágil, centrado en los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Con 98 votos a favor, 19 en contra y 11 abstenciones, la iniciativa quedó lista para su promulgación, marcando un hito en la protección de la infancia en Chile.
La diputada Claudia Mix Jiménez, integrante del Frente Amplio, fue una de las impulsoras clave de la nueva legislación. En entrevista con El Clarín, analiza las razones de la prolongada demora, el giro político que permitió su aprobación en un Congreso dominado por sectores conservadores, y los principales avances que traerá esta reforma para miles de niños y niñas que hoy esperan una familia.
“Durante años hubo resistencia ideológica y falta de voluntad política”
— Diputada, la Ley Integral de Adopción tardó más de 12 años en ser aprobada. ¿Qué factores explican esta demora tan prolongada en un tema tan sensible como el derecho de niños y niñas a vivir en familia?
Lamentablemente este proyecto llevaba más de una década esperando. Se presentó en 2013 y desde entonces enfrentó muchos obstáculos. Hubo falta de voluntad política sostenida en los distintos gobiernos, pero también una resistencia profunda desde sectores conservadores, que se negaban a que el sistema se modernizara.
Uno de los puntos más polémicos fue eliminar la regla que daba preferencia legal a los matrimonios heterosexuales como adoptantes. Eso dejaba fuera injustamente a personas solteras, parejas convivientes o familias homoparentales que tienen toda la capacidad y el amor necesario para criar. Desde sectores de derecha se defendió con fuerza una visión única de “familia tradicional” como la única válida. Esa mirada no solo es limitada, sino que vulnera el derecho de niños y niñas a crecer en un entorno seguro y afectuoso, sin importar cómo esté compuesta esa familia.
También hubo muchas discusiones sobre el principio del interés superior del niño, que algunos no entendían como una guía concreta para la toma de decisiones.
Fue un trabajo largo, con semanas de negociación —sobre todo con Chile Vamos y Republicanos— para destrabar los puntos más sensibles. Pero finalmente logramos un acuerdo amplio. Esta ley también se complementa con otras reformas como la modernización de los Tribunales de Familia y la armonización de la Ley de Garantías de la Niñez, para que el nuevo sistema funcione de forma más justa y coherente.
“Primó el sentido de responsabilidad frente a los niños que siguen esperando”
— El Congreso actual tiene un perfil marcadamente conservador. ¿Cómo se logró construir una mayoría para aprobar esta ley en estas condiciones?
Fue clave la convicción del Gobierno y el trabajo técnico de la ministra Javiera Toro, que impulsó el proyecto con mucho compromiso y claridad. Ella lo defendió con firmeza en todas las comisiones necesarias, poniendo siempre en el centro los derechos de niñas, niños y adolescentes.
Desde el oficialismo también hicimos nuestra parte, defendiendo con fuerza la eliminación de toda norma discriminatoria. El derecho a vivir en familia no puede depender de si eres casado o soltero, de tu orientación sexual o de tu tipo de relación. Lo que importa es si eres una persona idónea para brindar un hogar seguro.
Sí hubo oposiciones claras, como las de los diputados Cristóbal Urruticoechea o Juan Irarrázaval, pero la mayoría del Congreso entendió que esta era una reforma urgente. Al final, primó el sentido de responsabilidad frente a los miles de niños que siguen esperando una familia.
“El proceso anterior era lento, descoordinado y muchas veces cruel”
— ¿Qué cambios concretos introduce esta ley respecto al sistema anterior?
Esta ley marca un antes y un después en cómo entendemos la adopción en Chile. Primero, porque pone a los niños en el centro de verdad. Hasta hoy, un niño podía pasar años en hogares de acogida, atrapado en un sistema judicial fragmentado. Ahora, todo el proceso —desde la protección hasta la adopción— se realizará bajo una misma causa judicial, lo que permite decisiones más coherentes y rápidas.
Otro cambio fundamental es que se eliminan las preferencias injustas: ya no se privilegia a matrimonios heterosexuales. Ahora pueden adoptar personas solteras, convivientes, parejas del mismo sexo… Lo que importa es la idoneidad, el compromiso y la capacidad de brindar amor y estabilidad.
También se establece el derecho de los niños a ser escuchados y a tener representación legal gratuita durante el proceso. Además, se introduce una etapa de revinculación con la familia de origen, que tendrá un plazo máximo de 12 meses. Si no se logra un resultado favorable, se declara la adoptabilidad en esa misma causa.
Y algo muy valioso: se reconoce el derecho de cada niño a conocer sus orígenes, y se regulan los contactos post-adoptivos, cuando sean beneficiosos para el menor.
Por último, las familias de acogida podrán adoptar, si han cuidado al niño durante al menos 18 meses y cumplen los requisitos. Y lo más importante en la práctica: lo que hoy tarda entre 5 y 8 años, podría reducirse a 2 años o menos. Eso significa menos espera, menos incertidumbre, y más oportunidades de crecer bajo el cariño de una familia que los espera.
“Una ley más humana, ágil y centrada en los derechos”
— ¿Qué rol tuvo la sociedad civil y el mundo académico en la elaboración de esta ley?
En esta última etapa no hubo nuevas audiencias porque estábamos en el tercer trámite, pero en las versiones anteriores, especialmente en el Senado, se convocó a especialistas en infancia, académicos, organizaciones de la sociedad civil y organismos públicos, como el Ministerio de Justicia, la Subsecretaría de la Niñez, SENAME, Fundación Iguales, Movilh, entre otros.
Ese proceso participativo fue clave para diagnosticar los problemas estructurales del sistema actual: la fragmentación judicial, la revictimización y los tiempos eternos. Gracias a eso se incorporaron muchos de los cambios que hoy vemos reflejados en la ley.
Con la promulgación en el horizonte, la nueva Ley Integral de Adopción representa un paso decisivo hacia un sistema más justo, inclusivo y centrado en el bienestar de la niñez. Como dice la diputada Mix, “dejamos atrás un sistema lento y muchas veces cruel, y lo reemplazamos por uno mucho más humano, coherente y digno”.