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La revancha de los subestimados: el giro impensado de las primarias en Chile

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La política chilena tiene un talento especial para convertir déjà vus en noticias de último minuto. Pero esta vez, lo impensado no es que alguien del Partido Comunista lidere las encuestas. Lo impensado es que esa figura se llame Jeannette Jara… y que esté a punto de barrer en unas primarias del oficialismo donde nadie pensaba que un discurso de izquierda clásica podía sonar tan nuevo.

Jara no es una outsider. No viene de la nada ni se disfraza de fenómeno. Es exministra, exdirigenta sindical, comunista sin disfraz y política sin eufemismos. Y, sin embargo, ahí está: conquistando territorios que el progresismo institucional creyó domesticados. Salas llenas en universidades, mujeres trabajadoras que la escuchan como si no necesitaran traducción, jóvenes que la prefieren aunque no sepan (o no les importe) qué significa ser del PC. No es solo una campaña: es un síntoma.

Mientras tanto, en la otra esquina, Carolina Tohá protagoniza la ironía más triste de esta película. La mujer que alguna vez prometió actualizar la Concertación hoy recicla su peor recurso: el anticomunismo. En su libreto, si gana Jara, gana la derecha. Como si las mujeres populares, los universitarios, los sindicatos y los barrios estuvieran esperando una campaña del miedo para corregir su entusiasmo.

Pero lo que quema no es el PC. Lo que arde es el fracaso del progresismo elitista, ese que negocia con la derecha en el Congreso y luego se indigna porque su electorado empieza a buscar opciones con más coherencia que currículum.




Tohá no está perdiendo por ser moderada. Está perdiendo por parecer nerviosa. Porque su campaña no huele a proyecto: huele a nostalgia, a desesperación con logo, a pauta vieja con maquillaje nuevo. Su ataque al comunismo no es una propuesta; es una renuncia. La señal más clara de que ya no se le ocurre otra forma de gobernar que no sea descalificando al que propone algo distinto.

En cambio, Jara ha entendido algo elemental: que en tiempos de inestabilidad, no gana quien grita más fuerte, sino quien parece entender mejor. Y en este Chile fracturado, su mensaje —justicia social, Estado fuerte, derechos laborales— no suena radical. Suena razonable. Hasta evidente.

Si Tohá creyó que su electorado sería rehén de la historia, Jara demostró que ese electorado ha aprendido a leer entre líneas. Que ya no bastan las credenciales, ni las alianzas, ni el apellido Concertación para convencer. Lo que convence hoy es una promesa que parezca posible, y una candidata que no tenga que pedir perdón por lo que cree.

Porque en esta elección no se juega solo un nombre. Se juega la memoria, el presente y el lenguaje con que la izquierda quiere hablarle al país. Y si la única oferta es el miedo, entonces no debería sorprender que el miedo esté perdiendo.

Lo que está en juego ya no es si gana Jara. Es si la izquierda institucional logrará entender que lo que viene no es un giro hacia el pasado, sino un salto hacia adelante… con banderas que algunos habían archivado por vergüenza, y que otros están volviendo a levantar sin pedir permiso.

Félix Montano



Periodista

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