Crónicas de un país anormal

¿Cuál de los Pérez lleva la batuta?

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“Al pan, pan, y al vino, vino”. El paro de los dueños de camiones que, por lo demás, fue instigado y dirigido por una sola Asociación del transporte de carga, guardaba muchas coincidencias con la ideología de extrema derecha, que se hace llamar “patriota”, (una especie nazis, militaristas, pinochetistas y adoradores del orden precario), cuyo único objetivo es provocar la declaración de Estado de sitio en Malleco  y Cautín, además, repetir “la mal llamada “pacificación de la Araucanía”.

El recién nombrado ministro del Interior, Víctor Pérez Varela, estaba feliz de conservar y alimentar su fama de rudo, (por algo la UDI dio un tremendo “golpe de Estado” para instalar a un hombre de sus filas en ese Ministerio). Casualmente, el jefe de los patrones dueños de camiones también lleva el apellido Pérez y también pertenece a la UDI: en el fondo del alma de los dos Pérez, (Víctor y Sergio), coinciden en el amor al orden militar y la supremacía del hombre blanco frente a los “revoltosos mapuches”, que luchan con denuedo para que se les reconozca como nación y que les devuelvan sus tierras que, en justicia, les pertenece.

La máxima “dividir para reinar” es muy útil en todo orden de cosas y, como no se puede asesinar a todos los mapuches en un solo día, se hace necesario – desde los españoles hasta nuestros días -, dividirlos en buenos y malos: los yanaconas – indios de servicio – eran feroces cuando se trataba de defender los intereses de sus amos; “los malos” eran, por lo regular, los indígenas rebeldes que se negaban a hacer reverencias a los amos. Los mismo ocurre con los mestizos: mientras el maestro cumpla con su trabajo y sean fieles al patrón, son buenos, y los malos, por el contrario, son los que levantan la voz y defienden sus derechos.  (Lautaro fue mozo de servicio y era querido por sus amos, pero una vez rebelado era como “el peor de los comunistas”).

La derecha siempre ha tenido miedo de que un día no muy lejano los pobres, apiñados en las periferias de Santiago y de otras ciudades, se rebelen y, como Michimalonco, hagan arder la ciudad, (algo de esto pasó el 18-0, en que el gobierno no encontró otro recurso que declarar la guerra al pueblo, con el llamado a militares y carabineros para reprimir el “estallido social”).




Para el muy culto Andrés Bello y para el tirano Diego Portales la Chimba, (hoy Independencia y Recoleta), era el lugar para concurrir a cantar y a bailar con las “chinas”, pero también sabían muy bien que cuando los rotos se sublevaran Santiago sería incendiado, razón por la cual más tarde, el intendente en ese entonces, Benjamín Vicuña Mackenna, hizo construir una torre en el antiguo Cerro Huelén, (hoy llamado Cerro Santa Lucía), a fin de vigilar cuidadosamente las 24 horas del día, qué hacían los “rotos”, habitantes de la Chimba y, de esta manera, estar a tiempo para cuando estallara la rebelión(Joselyn Holt El peso de la noche 1997) .

El miedo que los “caballeros” han tenido a los pobres les ha servido para aprender, a través de la experiencia: los ricos dueños de fundos y los empresarios fueron los fundadores de los primeros Sindicatos, por ejemplo, la Sociedad Nacional de Agricultura; es lógico pensar que los patrones tenían más interés en defender sus propiedades que los proletarios.

Hace casi medio siglo algunos de los ricos huyeron del país, aterrados ante el triunfo del marxista Salvador Allende. Los “rotos”, como trataban despectivamente a los pobres, habían robado los fundos de los potentados, con la bendición del Cardenal Raúl Silva Henríquez y el apoyo de los democratacristianos, ahora el turno sería para las empresas, con la creación del área social de la economía.

A poco andar, los patrones se organizaron para disputar el dominio de las calles a los partidarios de la Unidad Popular, (UP) y, como diría un autor francés, “la burguesía desarrolló su propia línea de masas y fue a la escuela de Lenin”; la pregunta de Fidel Castro, en su visita a Chile, ¿quién había aprendido más en el proceso de la UP?, la respuesta sigue siendo la misma: la burguesía.

El reciente paro de los camioneros, basado en falacias, como la defensa del estado de derecho que, para los reaccionarios no es otra cosa que empleo de la fuerza para mantener el dominio, se sustentaba en el intento de demostrar la capacidad de los patrones dueños de camiones, a fin de cortar el tránsito en las carreteras y, por consiguiente, el desabastecimiento de los mercados que, en definitiva, perjudica siempre a los más pobres.

Estos empresarios “angelitos” sabían muy que serían protegidos por carabineros en todo el trayecto por donde obstaculizaban el tránsito, es decir, gozaban de la simpatía del ministerio del Interior; distinto hubiera sido la actitud de carabineros si los manifestantes fueran estudiantes, cesantes o simples ciudadanos.

El ministro del Interior, Víctor Pérez Varela, terminó complacido a recibir a su compañero de ruta, el candidato a senador por la UDI, Sergio Pérez. Al final de la huelga, quienes llevan la batuta son los dueños de camiones, (entiéndase, no son los camioneros, que cuentan con la solidaridad nacional cuando sufren la violencia).

Sergio Pérez posee la típica prepotencia de muchos dueños de las empresas de camiones al servicio de la derecha, y se da el lujo de tratar con desprecio y antipatía al periodista Daniel Matamala cuando lo aprieta con una pregunta difícil; lo mismo ocurre con una dama, la periodista Alejandra Matus.

El Presidente Piñera, se ha negado a aportar socorro a sus compatriotas que se mueren de hambre, pero es muy generoso con sus colegas empresarios, los dueños de camiones, y con dinero de todos los chilenos les pagará el lucro cesante, les repondrá los camiones incendiados, les rebajará el precio de los peajes en los fines de semana y los impuestos a la bencina, convirtiendo es estos empresarios en una clase privilegiada.

Se supone que el Estado tiene el deber de hacer cumplir las leyes y de mantener el orden público, pero no se aplica para todos los ciudadanos, pues los dueños de camiones hicieron lo que quisieron durante una semana, provocando un desabastecimiento severo, con la consiguiente subida de precios, que provoca una notable inflación en el IPC de los pobres, quienes solo disponen de poco dinero para comprar alimentos. A su vez, no se ha medido aún el daño económico provocado por el grano que no pudo desembarcarse en el Puerto de San Antonio.

En la monarquía borbónica presidencial la única facultad fiscalizadora del Parlamento es la acusación constitucional, y en caso del ministro Víctor Pérez se da la causal de no aplicación de la ley y respeto del derecho constitucional, que todo ciudadano posee para movilizarse. Entre los Pérez, ¿quién lleva la batuta? A la vista, parece que es Sergio, al camionero.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

04/09/2020

 

 

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