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Hernández Norambuena, ¿terrorista o héroe?

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 34 segundos

En los conflictos bélicos, el término ‘terrorista’ no se conoce, no se usa ni se aplica.

 

El problema principal respecto de los ‘ajusticiamientos” de  personajes públicos o desconocidos por parte de quienes aprietan el gatillo de un arma larga o corta, se centra en cuánta razón asiste  a  tales ejecutores para terminar con la vida de un adversario.

 

La pregunta necesaria es la siguiente: ¿era imprescindible asesinar a personajes públicos como José Tohá, Tucapel  Jiménez, Oscar Bonilla, Carol Urzúa, Jaime Guzmán? Los actores en conflicto en esos duros años tal vez entreguen una opinión afirmativa al respecto, validando con ello las acciones demenciales de la DINA/CNI y de los intentos guerrilleros (fallidos, por cierto) del  FPMR, especialmente en Carrizal  Bajo y en el atentado a Pinochet en septiembre de 1986.

 

Al parecer, algo quedó inconcluso en esa lucha sin cuartel. Ninguno de los ‘enemigos’ de entonces fue derrotado a carta cabal. Todos quedaron vivitos y coleando, dispuestos a reiniciar la saga de enfrentamientos que, como es habitual en nuestro actual Chile tibión y pusilánime, siempre comienza con declaraciones y acusaciones a través de las redes sociales, y allí también se agota… hasta el momento. Ya es un hecho que los de ayer no son los mismos, pues los de hoy están domados, amaestrados, sometidos… sea por edad como por necesidad. El neoliberalismo impuso sus términos. ¿Alguien lo duda? Asunto lamentable, pero cierto.




 

Lo anterior cobró forma y vida en la política del salvajismo neoliberal instituida por los “Chicago Boys” en los primeros años de la dictadura cívico-militar, cuando muchas protestas terminaron en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago, y otras fueron ninguneadas más tarde por quienes, ya en el gobierno de la inefable Concertación,   decían ser socialistas de corazón, pero únicamente lo eran de bolsillo.  

 

Con todos esos antecedentes, volvemos a la pregunta que dio inicio a esta nota. ¿Cuánta razón asiste  -si es que de verdad les asiste- a  los ejecutores que dan término violento a las vidas de sus adversarios? Combatir a balazo limpio las ideas del contrincante no tiene buen final, ya que tarde o temprano a todos los ‘gatillo fácil’ les cae la teja de la justicia… y la de impuestos internos que le birlan ‘legalmente’  enseres inmobiliarios, cuentas corrientes y de ahorro, ya sea aquí en Pelotillehue como en el exterior.

 

Es por ello que, definitivamente, a los miembros de las fuerzas armadas les ha quedado muy en claro que salir armas en ristre a apoderarse del país sólo les  trajo desprestigio institucional, aislamiento social,  juicios perentorios, pérdida de dinero y de libertad personal, abandono por parte de aquellos  que se beneficiaron con la estampida sediciosa, así como además obtuvieron un desagradable ninguneo  y desprecio nacional e internacional.

 

Hoy, muchos de quienes lucharon calle a calle y a cara descubierta contra la dictadura se preguntan, ¿sirvió lo que hicieron, sirvió aquello por lo cual pusieron en riesgo sus vidas y las de sus seres queridos?  ¿Quién les paga a estos héroes anónimos tales encomiables esfuerzos y sacrificios? No basta mencionarles que la actual seudo democracia es el fruto de sus luchas No basta, por supuesto que no basta, aunque la cáfila de politicastros traidores y delincuentes diga lo contrario.

 

Mirado así el panorama, por supuesto que resulta más que razonable el ‘ajusticiamiento’ de algunos responsables de tanta calamidad experimentada en silencio por el estoico pueblo actual. Si los fascistas uniformados -obedeciendo órdenes de sus mandantes  mega empresariales- asesinaron a centenares de chilenos porque se les consideraba peligrosos para la salud del nuevo sistema que se iba a construir a golpe de bandos y bayonetas, nada puede reclamarse ante el ajusticiamiento de algunos de sus íconos y antiguos líderes golpistas, toda vez que ellos -y sus lacayos con uniformes- manifestaron tempranamente en 1973 haber declarado la guerra a la civilidad… y es bien sabido que en toda guerra hay muertos, asesinados, bombardeados y ajusticiados.

 

A Jaime Guzmán le tocó caer en esa batalla que él mismo propició y aplaudió. ¿Por qué entonces lloran hipócritamente aquellos vástagos suyos que justificaron y aplaudieron el asesinato de miles de sus adversarios?

 

Ambos bandos, los de acá y los de allá, tuvieron mártires y asesinados. Salvador Allende, José Tohá, Miguel Enríquez, Cecilia Magni, para los de izquierda; Carol Urzúa,  Fuentes Morrison, Tamayo Medina, Jaime Guzmán, para los de derecha. Muertos en batalla, caídos en la guerra declarada unilateralmente por el fascismo. Otros héroes han sobrevivido.   Mauricio Hernández Norambuena es uno de ellos… un personaje de nuestra Historia reciente que debe ser tratado por los vencedores como “prisionero de guerra”, y no como terrorista, pues en los conflictos bélicos ese último término carece de consistencia.

 

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  1. juan rulfo p says:

    Son hechos lejanos , que no causan ningun beneficio mediatico , como penso el Desgobierno del Piraña , que tiene las manos sucias con su tio , que muchas veces lo salvo con lo del banco talca , por eso el ex curita esta cobrando…..

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