Chile al Día

Inauguran placa en Villa Grimaldi en homenaje a los siete combatientes del MIR asesinados en la denominada Operación Alfa Carbón

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Fotos: Guillermo Correa Camiroaga

Distintas actividades se realizaron en Valdivia, Concepción, y Santiago, para honrar la memoria de los combatientes populares asesinados los días 23 y 24 de agosto de 1984, en la denominada Operación Alfa Carbón, una planificada acción de exterminio ejecutada por decenas de agentes del Estado en contra de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de la zona sur de  Chile. Algunos años más tarde, en junio de 1987,  esta forma de operar de los aparatos represivos de la dictadura cívico militar se repitió con la Operación Albania, y en ambos operativos  participaron varios de los mismos miembros de la CNI.

 

Fueron siete los militantes del MIR asesinados: Luciano Humberto Aedo Arias (34 años); Nelson Adrián Herrera Riveros (30 años); Mario Octavio Lagos Rodríguez (34 años); Mario Ernesto Mujica Barros (32 años); Rogelio Humberto Tapia de la Puente (31 años); Raúl Jaime Barrientos Matamala (23 años); y Juan José Boncompte Andreu (31 años).

 

 

 

Alrededor de setenta compañeros y compañeras, junto a familiares, llegaron hasta la Villa Grimaldi en Santiago para participar de un emotivo acto de memoria y homenaje. La conductora de esta actividad fue la compañera María Elena Calfukir quien, al dar por iniciada esta conmemoración manifestó:

 

“Este es un acto de memoria, de homenaje, pero por sobretodo es un acto de amor para recordar a los compañeros asesinados en la Operación Alfa Carbón. En estos momentos se están realizando actos similares en Concepción y en Valdivia.




 

Nos hemos reunido acá convocando a este acto como grupos de amigos y compañeros del MIR a los cuales les vamos a rendir este homenaje, cuyos nombres están inscritos en una Placa que vamos a descubrir al final de esta actividad.

 

Queremos saludar y agradecer, en la persona de Enérico García, a la Corporación Parque por la Paz de Villa Grimaldi, la disposición y toda la colaboración que nos han brindado para poder llevar a cabo esta ceremonia. A través de él, agradecemos a todos los funcionarios de Villa Grimaldi.”

 

En seguida, María Elena dio lectura al testimonio enviado por Patricia Zalaquett, que fue detenida junto a su hija de tres años el día que ejecutaron a su compañero Nelson Herrera el 23 de agosto de 1984  en Concepción, quien envió un documento y testimonio como presidenta de la Corporación Memoria Borgoño, en parte del cual expresó:

 

“Los asesinatos se cometieron, en todos los casos, sin importar la presencia de numeroso público o vecinos en el lugar de los hechos. Ninguno de estos siete Resistentes pudo oponerse, ni defender su vida, fueron asesinados a mansalva y luego se presentaron los hechos a la opinión pública como falsos enfrentamientos. El traslado de alrededor de sesenta agentes operativos divididos en equipos y que subordinaron a las jefaturas regionales de la CNI, a la Policía de Investigaciones e incluso a Carabineros en cada ciudad, partieron desde el Cuartel Borgoño, conocido centro de tortura, donde se preparó y revisó con minuciosidad el plan de exterminio y la organización de esta masacre (…)Ha sido el esfuerzo familiar, fundamentalmente, el que ha bregado durante más de tres décadas en busca de justicia y por la memoria de los compañeros asesinados. Proceso largo y doloroso que no ha tenido ni la diligencia ni los resultados esperados. Desde nuestra Corporación va toda la solidaridad a ellas y ellos.”

 

 

 

Este acto fue organizado por la Agrupación Pro Memoria, que son amigos y compañeros del MIR,     y en el afiche confeccionado para convocarlo, los rostros de los compañeros aparecen dentro de una estrella ubicada sobre un fondo en donde se alzan majestuosas las milenarias araucarias de las montañas del sur, conformando una unidad cósmica en donde la energía en que se  transformaron los combatientes populares, se amalgama con la belleza, la potencia y la fuerza de la naturaleza,  un símbolo de vida y trascendencia.  

 

A nombre del Comité organizador, Jorge Acuña, en parte de su intervención, manifestó:

 

“(…) Hace 35 años, entre el día 23 y 24 de agosto, siete militantes del MIR fueron ejecutados por agentes de la dictadura. Desarrollaban todos ellos actividades de Resistencia en el sur de nuestro país, construían Partido clandestino, alentaban la insurgencia, rayaban los muros de Valdivia o Coronel llamando asesino al asesino, o multiplicando en panfletos la necesidad de organizarse, de resistir y de combatir, en un esfuerzo común por dotar al pueblo, desde él, de una fuerza propia capaz de enfrentar el incontrastable peso de un enemigo poderoso.

 

Los compañeros que hoy recordamos, Luciano, Mario, Nelson, Mario, Rogelio, Raúl y José, alegres, optimistas, valientes, generosos hasta la muerte, contribuyeron entonces a generar conciencia y a levantarse contra una dictadura que pretendía doblegarnos por la fuerza, alzándose bajo la consigna “la Resistencia popular triunfará” (…)

 

Recordar aquellos nombres de los compañeros asesinados el 23 y 24 de agosto no es solo un acto legítimo de amor por ellos, de memoria y de sabotaje al olvido, de solidaridad con sus compañeras, madres e hijos, es también rescatar, valorar y sostener en alto la bandera que ellos enarbolaron de igualdad y dignidad humana, de justicia social, de efectiva y profunda democracia anticapitalista y por el socialismo…”

 

 

 

Continuando con la ceremonia se entregaron semblanzas de cada uno de los compañeros asesinados en la Operación Alfa Carbón, ocasión en que diversos compañeros entregaron testimonios resaltando las cualidades políticas, militantes y de consecuencia revolucionaria de todos ellos, pero al mismo tiempo relataron algunas anécdotas y características personales  que los retrataban en su calidad como personas llenas de vida y humanidad, alegres y solidarias. También se hizo presente el canto y la danza en este homenaje, a través de una potente expresión de arte.

 

 

 

Uno de los momentos más impactantes y emotivos se produjo al escuchar el testimonio de Germán Mujica Chacaltana, hijo de Mario Mujica Barros, el que transcribo a continuación:

 

“Mi nombre es Germán Mujica, hijo de Mario Mujica, “el chaquito”, para los que vivían en Paris. Me preguntaba si tenía algún recuerdo de mi papá. La verdad es que yo me encontraba en Cuba cuando mataron a Mario Mujica, a mi papá. Era parte del Proyecto Hogares, tenía 6 años y Mario con Cristina, mi mamá, me habían dejado en La Habana, a cargo del Partido en el proyecto de padres sociales y yo estaba ahí creciendo.

 

Quería contar una experiencia que me pasó ya al llegar a Chile, una vez que yo pude conocer Chile, porque nací en Francia, en el exilio. Cuando tenía 21 años, ya llevaba tiempo aquí, un día en la casa de la familia Mujica, de su hermano, que era igual a él, me dice “oye, quieres escuchar a tu papá”. Yo le dije, ya, pero cómo. “Yo tengo un casette, me dijo”. Resulta que el hermano de Mario, Omar, tenía en ese momento 4 niños y la casa era bien numerosa, yo soy hijo único entonces me dije si voy a escuchar a Mario voy a escucharlo cuando estén todos durmiendo, porque esto es algo muy triste. Entonces dije no lo vamos a poner en el living, porque vamos a terminar todos llorando. Además, cuando yo llegué a la casa de Omar la primera vez, todos se pusieron a llorar, y yo dije puchas si la vida es más alegre, yo tenía 12 años. Entonces dije, si pongo acá el casette esto va a ser más terrible, entonces esperé que todos se quedaran dormidos esa noche, y como a las tres y media de la mañana le puse play al casette que me pasó Omar. Hecho andar el casette y lo primero que dice es: “hola Germán, quien te habla es tu papá”…yo dije ¿¡qué?!

 

Resulta que ellos dejaron un cassette de despedida en La Habana, donde ellos decían a que venían. La verdad es que a mí me da tranquilidad, porque Mario era una persona tranquila, serena, y yo esa noche escuché el cassette y realmente terminé llorando, que más, era increíble. Después con el tiempo lo procesé en sus palabras, lo pasé a texto, lo leí y lo volví a leer, y la verdad es que lo compartí con los compañeros del 23, fue lo primero que se me ocurrió, porque comprendí que era una mecánica que ellos hacían de dejar un cassette y otros hijos de la misma organización habían tenido cassette, pero lo habían perdido, por lo cual no habían escuchado a sus papás.

 

Lo compartí, nos juntamos, fue un período difícil, pero había que compartirlo, había que escuchar por parte de ellos a qué venían, cuáles eran los riesgos, qué era lo que ellos creían y la verdad es que al escuchar eso, y ver esas palabras yo sentí … sentí a mi papá. Cosa que no era muy común, porque no alcancé a conocerlo, lo sentí y fui parte de él.

 

Y la vida siguió creciendo y hoy tengo 41 años, ya no soy tan chico,  soy padre de familia, pero cada cierto tiempo leo las palabras del Mario y escucho y como que ¡uf! Como que uno revitaliza.

 

Yo le quiero decir a él, y a los compañeros también, que es difícil en estos momentos armar la lucha, yo entiendo que el camino de él, de sus compañeros, todo lo que ustedes hicieron, tuvo un momento y tuvo un riesgo, y tuvo otras cosas, pero siempre he compartido lo que ellos hicieron. Yo crecí en Cuba, fui Pionero, me eduqué con la educación de Martí, alguien por ahí refería a Martí al comienzo, Martí decía que la ignorancia mataba a los pueblos. Yo les quiero decir hoy día aquí en Villa Grimaldi que es difícil armar un camino parecido, pero eso no quita que los contenidos de las tareas diarias que uno tiene, haya en cierto modo nuevos colores, nuevas posiciones, nuevos modos de volver a insistir en un fondo, y cuál es ese fondo, el fondo, de repente,  no lo digo por la bandera del MIR, pero lo que quiero decir es que cada vez que yo en el presente  esté desarrollando, esté desempeñándome como profesional, apelando a lo humano, al sentir, a la solidaridad, al respeto, a la honestidad, cosas que aquí el sistema no las promueve, cada vez que yo esté haciendo eso en lo cotidiano, yo voy a estar abogando por lo que él luchó, por lo que Martí también dijo, por lo que en Cuba también se promovió con la revolución, lo humano.

 

 La salud, la educación, son cosas que a veces uno dice, puchas no tengo al MIR  de espalda para poder ir a combatir. Y qué tengo, bueno quizás no sea el momento, pero hoy yo tengo que educar, tengo que educar una hija, hacer familia, y en cada momento que uno va apelando a lo humano, en el trabajo, en la vida y en todos lados, uno va también haciendo territorio. Hoy esto es un territorio,  Hoy día Cristina, mi mamá, está en Paris y yo le dije que iba a venir, y uno de los compañeros me invitó, y yo les quiero decir a ustedes que es muy importante que estos actos se hagan y tengan relevancia, y tengan sonoridad, porque esa sonoridad va haciendo que otras personas, otros caminos y  nosotros mismos vayamos entendiendo que la humanidad existe y convive con nosotros.

 

 El tema es que uno la tiene que sobrellevar y ensalzar, y yo creo que ese es el mejor homenaje hoy a Mario y a todos. Muchas gracias a nombre de los familiares de los del 23, que hoy son Corporación. Yo soy compañero de Javiera, de Luciano, quiero decir que con los hijos de los compañeros también hemos generado un vínculo, somos todos hermanos y en cada uno de los territorios que nos desempeñamos, estamos abogando a esta humanidad que no tiene que apagarse, que no tiene que soslayarse, tiene que volver a brillar.”

 

 

 

Mientras sobre una pantalla se mostraba los rostros de cada uno de los siete compañeros, se fueron dando a conocer sus semblanzas de vida, las que con los diferentes testimonios entregados se transformaron en una cálida descripción, llena de humanidad.

 

Por ejemplo, en el caso del Rogelio Tapia de la Puente, Orlando, un compañero de Valdivia expresó en parte de su testimonio:

 

 “Rogelio, cuyo nombre político era Jorge o David, fue un pilar fundamental en lo que fue la reconstrucción del Partido en Valdivia. Los que somos sureños sabemos que en Valdivia el Partido quedó absolutamente diezmado, los cuadros de Dirección, casi todos, o tuvieron que salir o fueron fusilados, como es el caso del Secretario General, que era Fernando Krauss, en octubre del 73, junto a otros compañeros (…) En esa tarea de reconstrucción Rogelio fue absolutamente fundamental. Desde el punto de vista del trabajo partidario era extremadamente riguroso, muy formal, pero tenía un gran humor también. Rogelio, al igual como otros compañeros que aquí han resaltado, tenía esa dicotomía entre el rigor, la seriedad con el trabajo militante, pero también el poder alegrarse, reírse, de cosas positivas que nos pasaban en nuestro quehacer cotidiano.”

 

Respecto de Luciano Aedo, María Elena Calfukir refiere que era “De carácter inquieto, alegre, comunicativo, travieso.  Era una persona baja, delgada. Eso que dice aquí que era muy inquieto, él lo llevaba en su piel, era movedizo, muchas ideas pasaban por su cabeza. Muy buen compañero, muy considerado y preocupado por nosotros.”

 

Lucho Aguirre relata un pequeño testimonio de Mario Lagos, en donde cuenta: “Con Mario estuve durante dos años en Escuela en Cuba, después no tuve posibilidades de verlo cuando él ingresó a Chile. En esos dos años de Escuela fue un compañero ejemplar (…) Es muy emotivo hablar de un compañero que entregó su vida por sus ideales, por el MIR, por el pueblo chileno.”

 

En relación con Nelson Herrera, un compañero de lucha entrega un extenso testimonio resaltando sus cualidades políticas y militantes “en la continuidad de la lucha y  de la organización desarrollada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria en tiempos de dictadura, para agregar en otros pasajes “(…) Lo recuerdo, obviamente, reconstruyendo las redes de Resistencia y del MIR en la zona sur de Santiago, trabajando con las compañeras y compañeros que darían después origen al Comité de Defensa de los Derechos de la Mujer, el CODEM. Lo recuerdo, por supuesto, construyendo también trabajos poblacionales en esa zona, que a principios de los 80 darían origen a la Coordinadora de Organizaciones, COAPO. Lo recuerdo después convertido en Jefe de la zona sur (…)  Lo recuerdo como un cuadro que tenía un enorme conocimiento y capacidad de ser realista, como un compañero soñador y de un gran idealismo, como un compañero de una enorme sensibilidad, como un compañero de un gran humor, él siempre andaba alegre, él siempre andaba risueño, el siempre estaba soñando cómo podemos hacer las cosas. Por eso, cuando vino el golpe del 23 de agosto del 84 y me enteré de su asesinato y el de los otros compañeros del Teatro de Operaciones Sur, fue un golpe muy fuerte para mí.”

 

 

 

De Raúl Barrientos Matamala , en el testimonio dado por un compañero que lo conoció cuenta que “Era una persona que tenía varias aficiones. Recuerdo tardes interminables jugando ajedrez con mi hermano Javier; también le gustaba jugar fútbol y básquetbol; y le gustaba la música, le gustaba practicar la batería, pero no tenía recursos económicos, entonces iba a tocar batería donde un amigo; le gustaba mucho escuchar a Pablo Milanés, Silvio Rodríguez…” Otro compañero se acerca al micrófono para entregar su testimonio en relación con Raúl Barrientos, manifestando en parte de él que “Raúl vivía cerca de mi casa, yo era amigo de la hermana, que estudiaba Pedagogía en la Escuela Normal y Raúl iba para todas partes con nosotros. Era muy solidario, muy generoso, muy sonriente, compartíamos, por ejemplo, el ir a buscar murta a los sectores cercanos, después, para la noche valdiviana, paseábamos todos juntos por la Costanera, y después en los famosos partidos de básquetbol, en el Coliseo, de Valdivia contra Osorno.”

 

María Elena Calfukir resalta el hecho de que “Cada una de las palabras de ustedes, nos trasmiten la emoción de eso que no conocemos, que estamos conociendo hoy día, y tiene que ver con esa parte humana que no sale en todas las biografía de los espacios de memoria.”

 

En el caso del compañero Juan José Boncompte, son también dos los compañeros que dan sus testimonios y su cuñada. Uno de ellos, “Pedro-Pedro”, cuenta que durante el período de la Unidad popular, “en una marcha en que íbamos hacia el Canal 9 de la Universidad de Chile, estaban los Carabineros que se paran frente a nosotros y nos dicen que no podemos pasar. Entonces el José se sube a una ventana, se agarra de unos barrotes y se tira un discurso diciendo que la única forma de llegar a nuestros objetivos ha sido luchando y ahora nuestra lucha es llegar al Canal. Pasamos y después cuando conversé con él le dije que a lo mejor habría sido más fácil haber ido a conversar con los “pacos”, entonces él me dice “no, porque nosotros lo que tenemos que hacer es luchar y enseñarle a todos los demás que la única forma de lograr lo que nosotros queremos es luchando”. Eso me quedó a mí como una enseñanza muy importante.” En otro pasaje de su testimonio agrega que “El Juan era una persona excepcional principalmente por su entrega, por su dedicación de participar en el MIR con el objetivo de construir una sociedad mejor, de construir una sociedad socialista. El recuerdo que yo tengo es de un compañero alegre, era un compañero que, a pesar de ser el encargado de uno, nunca le puso, por así decirlo, la bota encima a uno, sino que conversaba y te daba todos los argumentos necesarios.”

 

La cuñada de Juan José Boncompte nos relata que “Ellos eran alegres y entregaban mucho por su familia. En Valdivia él fue asesinado y su mujer embarazada fue detenida, con siete meses, y cuando nació mi sobrina, porque nunca hubo una atención adecuada para mi hermana, su hija  sufrió un daño neurológico. En estos momentos la Javiera tiene 35 años y vive en Suecia, allá lejos, porque mi hermana no puede vivir aquí ya que necesita muchas atenciones como discapacitada y eso aquí no lo tiene. La Javiera es una secuela viviente de la dictadura y ella, Javiera Inés, mandó un saludo para todos los compañeros que están presentes.”

 

El último de los testimonios que complementaron la semblanza de Juan José Boncompte fue dado por Jaime Castillo, quien expresó: “Con el Pepe militamos juntos un par de años. El 75 y 76, hasta que partimos a inicios del 77. Éramos muy hermanados, de la misma Base militante y del mismo trabajo estudiantil, así es que nos conocimos mucho. Un tremendo compañero.

 

Pasamos a Escuela y ahí lo descubrí en otra faceta que no conocía y quiero compartirla. Cuando hacíamos tiro al blanco él no le achuntaba nunca y se enojaba, se taimaba, porque era mucho el amor propio y su afán de perfeccionarse, ser el mejor. Entonces los instructores hicieron un par de pruebas y vieron que él debía usar el otro ojo, el izquierdo y no el derecho como es habitualmente, y de ahí empezó a atinarle y darle centro a centro, como decíamos. Estando en Cuba, en nuestra Escuela que fue muy intensa, él demostraba su gran formación teórica, muy sólida (…) A todos nosotros nos destinaron a diferentes tareas, hicimos el tránsito en Francia la gran mayoría, y nos integramos a nuestras estructuras acá en Chile. Después supimos que el Pepe se había quedado en Escuela, lo habían seleccionado justamente pos sus dotes, sus capacidades políticas y teóricas, su gran capacidad pedagógica (…) El año 84, en mi caso personal, llego a Managua, porque vivíamos en Nicaragua y en el aeropuerto me recibe un compañero de la época y me informa esto de la caída de los compañeros. Fue un golpe tremendo, porque ya habíamos pasado todo lo de Neltume, y como que estábamos tratando de reorganizar un poco la cosa, un repliegue más ordenado. Fue un golpe fuerte, fuerte, fuerte.

 

Los compañeros no cayeron en vano, fíjense, esto es importante, y lo que es reivindicar la memoria, toda esta emoción, es para seguir luchando, como lo han dicho los compañeros antes. Es para nutrir a las nuevas generaciones del ejemplo, de la consecuencia, de la entereza con la que se actuó. Es un aporte que hemos hecho como Partido a la sociedad. Son nuestros héroes, es nuestra sangre, es nuestra energía que renace. En las últimas actividades que me ha tocado estar hemos visto a muchos jóvenes que reivindican con fuerza el rojinegro, y esa es la mejor lectura. Compañeras y compañeros nuevos que reivindican el pasado heroico de nuestra organización.”

 

 

 

 

Como parte final de este “acto de memoria, de homenaje, pero sobretodo de amor”, como lo definió María Elena al inicio de la ceremonia, se convocó a las y los asistentes a dirigirse hacia el patio central de Villa Grimaldi, donde se procedió a destapar la Placa Conmemorativa, con los colores rojinegros y los nombres de los siete compañeros grabados en ella, como un  “ especial reconocimiento a las familias, las personas que incansablemente han perseverado y que han sido los que han estado luchando y han logrado ser escuchados en algún momento, pero que todavía no han tenido los resultados esperados.”, expresó María Elena Calfukir a nombre de la comisión organizadora, mientras Germán Mujica y la tía de Javiera Inés Boncompte, deslizaban la bandera del MIR , dejando al descubierto la Placa sobre la que se depositaron claveles rojos.

 

Guillermo Correa Camiroaga, Santiago 24 de agosto 2019

 

 



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