50 años del triunfo de la UP Textos destacados

El quehacer de los Medios de Comunicación en los años de la Unidad Popular

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La elección de Salvador Allende, como el primer Presidente socialista, elegido democráticamente por votación popular, concitó a partir de 1970 la atención mundial de intelectuales, clase política, movimientos sociales y opinión pública internacional, que seguían el desarrollo de una experiencia inédita. Unos se informaban a través de la prensa chilena, de los corresponsales extranjeros o de las agencias de noticias, y otros optaban por viajar y venir personalmente a informarse o  a vivir la experiencia, integrándose y participando desde la base.

En el período 1970-1973, los medios de comunicación reflejan al comienzo con menor intensidad y más tarde de manera frontal, la polarización política que irradia la sociedad, expresada en clases.

No sería históricamente justo plantear que los medios de comunicación mayoritariamente de propiedad de la derecha, constituyeron una razón fundamental para el quiebre democrático, pero la prensa de la burguesía sí contribuyó, fomentando la sedición, convocando y legitimando la violencia fascista, utilizando la mentira, y usando el descrédito para caricaturizar al gobierno y al Presidente. Desplegaron en esos años, toda la batería imaginable para justificar y convocar a las Fuerzas Armadas a una salida golpista, como forma de resolver la crisis política y económica que emergía.

Los medios de comunicación afines y defensores del gobierno popular, también desarrollaron un formato noticioso de barricada, con alto contenido ideológico, que buscó sostener y aumentar el apoyo al gobierno y desnudar las intenciones sediciosas de la prensa opositora, a veces logrando sus objetivos y otras veces quedándose solamente en un rol contestatario a la campaña de propaganda de la derecha. Numéricamente los medios de comunicación opositores, sumando periódicos, revistas y radios fueron mucho más numerosos.  A pesar de que el mayor tiraje correspondió al diario “Clarín”, un medio popular afin al gobierno, éste por su carácter satírico y descarado, no penetró mayormente en las capas medias y tuvo como lectores preferentes a los trabajadores, obreros y pobladores,




Para los medios de derecha resultó fácil definir en la práctica misma una estrategia golpista, que aprovechaba todos los intersticios para denostar los cambios que afectaban a sus intereses de clase. Comparativamente,  para el campo popular fue más difícil sostener una estrategia que no sólo defendiera al gobierno popular, sino que  contraatacara y desnudara la furia sediciosa y a la vez mostrara los efectos positivos de los cambios que se iban imponiendo. Eran tiempos de variadas iniciativas en que las bases expresaban nuevas formas de lucha y organización en diferentes frentes, que no siempre se difundieron en la prensa popular, porque los temas a enfrentar eran múltiples.

 

Empresarios versus los medios allendistas

 

Las empresas más poderosas las encabezaban Agustín Edwards y su familia, dueños de los diarios El Mercurio de Santiago y de Valparaíso, los vespertinos Las Ultimas Noticias y La Segunda, además de La Estrella, de Valparaíso. La Tercera  fue propiedad de la familia Picó Cañas.

En 1971, se agregó a la oposición el diario Tribuna, de propiedad del Partido Nacional (fusión de conservadores y liberales), creado exclusivamente para atacar a la UP y al Presidente. A la vez surgieron las revistas Qué Pasa, Sepa y Pec, de derecha y ultraderecha, que jugaron un papel importante en la exacerbación de los ánimos y en la agudización de la crisis. Ejemplo de ello, fue durante el paro patronal, de octubre de 1971, en que  culparon mentirosamente, de la escasez de productos, al equipo ministerial de gobierno. Medios opositores que usaron un lenguaje menos rupturistas, pero de abierta oposición al sistema, fueron la revista Ercilla y el periódico La Prensa, del partido democratacristiano.

 

Expresan el apoyo a su gobierno y su programa, el diario Clarín, de propiedad hasta 1972 de Darío Saint Marie y posteriormente de Víctor Pey (republicano español llegado a Chile, en el Winnipeg); el vespertino Las Noticias de Última Hora, del partido socialista, El Siglo, del Partido Comunista, y La Nación, de propiedad del Estado (de escasa circulación). En 1970 aparece el tabloide Puro Chile, de irrestricto apoyo al gobierno popular. Periódicos de provincia, que apoyaron al gobierno, con circulación regional, fueron El Surazo, en Concepción y Mañanita, en Talca.

Se agregan la revista Punto Final, independiente de izquierda y guevarista,  y El Rebelde, periódico del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), impulsor de todas las formas de lucha y organización de poder popular, así como la revista Chile Hoy.  También contaba el gobierno con Chile Films, que desarrollaba noticieros y documentales, con cineastas y trabajadores volcados a apoyar el proceso de cambios.

La prensa de mayor circulación estuvo concentrada en dos medios: El Mercurio y El Clarín. El primero con un tiraje diario de 100 mil ejemplares durante la semana y hasta 340 mil, el día domingo. El Clarín tuvo una circulación de 150 mil ejemplares durante la semana y en 1971 llegó a 200 mil. El día domingo, el diario Clarín osciló entre los 400 y 500 mil ejemplares.

Según el sociólogo Patricio Dooner, los cambios sociales y culturales durante el período de la UP, tuvieron su reflejo en el campo del periodismo, que en un país con menos de 8 millones de habitantes, llegaron a adquirirse diariamente alrededor de 800 mil ejemplares, de distintos signos. El mercado mediático también se extendió a la numerosa producción de distintos órganos que publicaba la Editorial Quimantú, entre ellos revistas más específicas dedicadas a la juventud y los cuadernillos de la intelectual y periodista Marta Harnecker, que popularizaron temas teóricos e históricos del marxismo y leninismo. Era común ver a los obreros al término de su jornada laboral, mostrando desde el bolsillo posterior de sus mamelucos de mezclilla, una parte de estos cuadernillos, que tenían el tamaño preciso para caber en ese lugar.

 

Las radios, la televisión, y el temprano golpismo

 

Con la masificación de los receptores transistorizados en la década de los sesenta, se populariza este medio de expresión, creándose alrededor de 80 nuevas radioemisoras, muchas de ellas, en provincias. La mayoría asume un carácter opositor, que va de menor a mayor, a medida que avanzan los acontecimientos. Las emisoras con mayor potencia tecnológica y de carácter nacional, desde antes y después de los 70, fueron la Radio Minería (de propiedad de consorcios patronales),Radio Cooperativa, y Radio Balmaceda afines a la Democracia Cristiana; Radio Chilena (afin a la Iglesia Católica), y la Radio Agricultura (de los latifundistas). Aunque durante la Unidad Popular, estas radios siguieron defendiendo con distintos matices, sus intereses de clase,  de todas ellas es la Radio Agricultura la que desde 1970 al 73 cumple a cabalidad el rol más sedicioso. Hasta sus dependencias, según relató la secretaria de la gerencia de entonces, llegaba varias veces a la semana, en el mes de octubre de 1971, durante el paro patronal, un joven norteamericano que portaba un portafolios lleno de dólares, para ser distribuidos a los organizadores del movimiento transportista. Ese dinero constituía parte del financiamiento que según hoy se conoce otorgaba el Departamento de Estado norteamericano y la CIA al proceso de derrocamiento de Allende. El joven norteamericano que llevaba el portafolio era Michael Townley, entonces agente de la CIA y posteriormente agente de la Dina y participante del asesinato del General Prats y su esposa en Buenos Aires y del ex Canciller Orlando Letelier. Es una época en que el gerente de Radio Agricultura, Carlos Ashton solía almorzar frecuentemente y compartir los fines de semana  con el Embajador de Estados Unidos, de ese tiempo, Nathaniel Davis.

Radio Agricultura fue la encargada de emitir en la madrugada del 11 de septiembre, la marcha militar, que anunciaba el comienzo del golpe, destinada a dar el Vamos a los Regimientos.

Las radioemisoras afines al Presidente y su gobierno, eran numéricamente menos. En 1971, Rafael Tarud, empresario amigo de Allende, adquiere la Radio Portales. Radio Corporación, es administrada por el Partido Socialista; Radio Magallanes, por el partido Comunista; Radio Sargento Candelaria, por el Mapu; Radio Luis Emilio Recabarren, por la CUT (Central Unica de Trabajadores). Radio Nuevo Mundo es de una cooperativa de trabajadores.

Se agrega a partir del 29 de junio de 1973, la toma que hizo el MIR de la Radio Nacional, a pocas horas del inicio del Tanquetazo militar que fuera el primer ejercicio golpista de un grupo de las Fuerzas Armadas. Dicha radioemisora de carácter popular y alcance parcial solamente metropolitano, que había sido adquirida por el MIR,  emitirá hasta el 10 de septiembre programas que dan noticias, voz y espacio a los estudiantes, obreros, campamentos de pobladores, y cordones industriales, creando así una nueva forma de comunicación popular.

Todas estas radioemisoras fueron tempranamente clausuradas la mañana del 11 de septiembre. Una a una fueron acalladas. La Radio Corporación y la radio Magallanes fueron la últimas que resistieron y recogieron las últimas e históricas palabras con que el Presidente Allende se dirigió a su pueblo antes del bombardeo a la Moneda.

En la madrugada del día del golpe, el trasmisor de la Radio Nacional es bombardeado, y así se inicia una secuela de bombardeos y ocupaciones de los medios de comunicación afines a la UP.

Un caso aparte lo constituye la incipiente televisión de ese tiempo. La celebración del campeonato mundial de fútbol de 1962, abrió las puertas a la televisión chilena. Al comienzo, los dos canales el 7 y el 9, de propiedad universitaria, tenían un carácter meramente cultural, y progresivamente adquirieron importancia los programas noticiosos, que jugaron un papel importante de apoyo al gobierno popular. El canal 7 era un medio estatal, el 9 era de la Universidad de Chile y el 11 era de la Universidad católica. El sindicato de periodistas y los trabajadores de Canal 9, así como trabajadores de prensa y cine de Canal 7, se convirtieron en cuidadores de una línea de apoyo a los cambios. El Canal 7 era administrado por un directorio y gerentes heredados en gran parte de la administración anterior, democratacristiana, y sólo en determinadas áreas como el Departamento de Prensa y otras ligadas a programación cultural, el gobierno de la UP pudo nombrar nuevos gerentes o directivos.  Para el “tanquetazo”, los trabajadores se tomaron el Canal 7 difundiendo todo el día una programación antigolpista y popular, sin embargo al día siguiente continuó la programación habitual.

 

A su vez en el Canal 9 de TV, ante  la imposición en agosto de 1972 de un nuevo Rector electo de la Universidad de Chile proclive al golpismo, los trabajadores evitaron la intervención del canal tomándose sus instalaciones. En una inédita experiencia, mantuvieron al aire el canal controlado por los trabajadores tanto en los contenidos como en la gestión técnica y administrativa, hasta ser  desalojados por orden judicial el 9 de septiembre de 1973. Por su parte, el canal de la Universidad Católica jugó un rol de oposición sostenida, que se advertía en los programas políticos y de noticias, pero  el sindicato de los trabajadores de Canal 13 también era de izquierda.

 

El cronograma de la sedición

 

Fue en la prensa de la burguesía, de los años del 70 al 73, cuando mejor se advirtió la feroz ofensiva ideológica y la escalada sediciosa que se opuso a las fuerzas del cambio.

Para demostrar esta premisa, Armand Mattelard (Doctor en Derecho, destacado sociólogo  e investigador del campo de las comunicaciones) sostiene que en El Mercurio, en una medición hecha entre el primero de enero y el 28 de febrero de 1971, de un total de 1034 noticias referidas a la contingencia política, 880 de ellas, o sea el 81% estaban destinadas a atacar sistemáticamente al gobierno y su programa. Agrega que para los medios patronales, el hecho noticioso solo fue la materia prima para crear en sus lectores, imágenes estereotipadas, en defensa de sus intereses de clase. Todo lo que ocurre, es interpretado de manera distorsionada y sirve de apoyo para legitimar su racionalidad de clase dominante. En el discurso derechista se disfraza el objetivo sedicioso, blandiendo arengas pseudo democráticas y pseudo libertarias. Tal meta se refleja en el obstruccionismo que desde el primer día de gobierno allendista, desplegaron, tanto en el plano económico, como en el político, judicial o legislativo. También se expresa ello en el fomento exagerado de las contradicciones que fueron gestándose entre el gobierno y los demás poderes públicos. A partir de 1972, el Mercurio abandona definitivamente su histórico estilo sobrio y se embarca en una escalada propagandista que llama a las Fuerzas Armadas a intervenir para interrumpir el proceso de cambios, recordándoles que su misión profesional es la de guerreros y garantes de la institucionalidad. Llama a organizar grupos paramilitares antimarxistas, los que denomina “comités de autodefensa” (14/9/72).

Sus páginas desbordan mentiras e interpretaciones falsas del acontecer. Ya a fines del año 72, había varias personas asesinadas por el movimiento fascista Patria y Libertad y en sus páginas, el Mercurio atribuía esas víctimas a los militantes del MIR.

Los titulares de la prensa de derecha se volvieron irrespetuosos y vociferantes.

El diario ultraderechista Tribuna dejó de mencionar a Allende por su nombre y se refería a él, como “el bigote blanco”.

Cuando se desata el paro del transporte, Tribuna titula: “Al bigote blanco se le paró todo, y no puede dar crédito a sus ojos”. El diario comunista El Siglo retruca: “Los huelguistas patronales son traidores a la Patria y buscan la guerra civil”. El diario Puro Chile: “El Puño de nuestro pueblo se alza: cuidado pijecillos degenerados”. El diario Clarín: “A los jueces hay que aplicarles la Ley Moraga”.

El miedo de la burguesía va en aumento ante el avance de la conciencia de clase de algunos sectores, como fue el desprendimiento de un sector de la democracia cristiana, para formar el partido Mapu que se define marxista y de ahí, otro desgaje para formar la Izquierda Cristiana. Proliferan en el sur las corridas de cerco, con que los mapuche intentan recuperar tierras usurpadas, y los pobladores convierten sus tomas de terreno en poblaciones incipientes con otras formas de organización comunitaria, novedosas y progresistas. Más sectores sociales se unen a los cordones industriales y en las empresas intervenidas, los trabajadores asumen otras formas de participación. Se levanta por trabajadores y el pueblo movilizado la consigna del “Poder Popular”.  En el frontis de la Casa Central de la Universidad Católica, todavía permanece el lienzo que dice que “EL Mercurio miente”. Pero es toda la prensa de derecha la que miente. En 1973, su tono es ya desesperado. La Tribuna sostiene que ha quedado al descubierto un plan del MIR y el Partido socialista para volar con explosivos el Congreso de la República. El acontecer vertiginoso de los acontecimientos,  que no daba tiempo a las aclaraciones ni a las querellas, dejaba esas falsedades sin desmentidos, como sucesos posibles de creer o no.

El “Compañero Presidente” y los medios

Salvador Allende conocía perfectamente la importancia de los medios de comunicación en un proceso de cambios como el que se proponía su Programa, pero también sabía y hacía respetar, las limitaciones que no le permitían detener los excesos de la prensa   derechista.

En su extenso discurso inaugural de la Asamblea Nacional de Periodistas de Izquierda, el 11 de abril de 1971, fijó tempranamente su posición. Dijo: “el pueblo periodista se reúne para desnudar a los industriales de la noticia”. Llamó a romper con la llamada “objetividad periodística” porque ésta no puede existir cuando el poder está concentrado en unos pocos, que solo defienden sus privilegios. Definió la tarea revolucionaria de los periodistas de izquierda en un momento de cambios profundos, como un compromiso doble. Aparte de dar a conocer las tareas del gobierno y la voluntad de los trabajadores propuso sumarse al trabajo voluntario, apoyando la elevación del nivel político de las bases. Junto con llamar a ser conscientes del paso histórico que se estaba dando, advirtió: “Hay que entender que nosotros no estamos buscando el monopolio de la información y por lo tanto la lucha la damos con ese marco, con esa necesidad de mostrar dentro y fuera del país, que aquí existe una amplia libertad de prensa”. Y añadió: “estamos limitados voluntariamente, por lo tanto seguirá habiendo información interesada en tergiversar e interpretar torcidamente el accionar del gobierno”. Esas palabras expresaron la causa y el por qué la Unidad Popular se vio maniatada para intervenir en el desborde irracional y libertinaje que alcanzaron los medios de comunicación en su avanzada golpista. En el Pacto de garantías democráticas que la DC le exigiera a Allende en octubre de 1970, para aportarle sus votos en el Congreso y permitirle ser electo, uno de sus puntos fundamentales era garantizar la libertad de prensa y de expresión. Dos meses más tarde, el 8 de enero del 1971 se aprobaba la ley 17.398, que garantizaba el pluralismo político y la libertad de prensa, e impedía la expropiación de cualquier medio de comunicación, salvo con la aprobación de ambas Cámaras. Dicha ley también estipulaba expresamente que no se podía enjuiciar a nadie, por sostener o manifestar cualquier idea política. Allende defendió y exigió el respeto a estos compromisos, y  cauteló mantenerse dentro de la legalidad para no dar alas a la burguesía nacional e internacional, que junto con la SIP (Sociedad interamericana de la Prensa, que agrupa a los dueños de los consorcios periodísticos) acechaba para denunciar cualquier atisbo de falta de libertad de prensa. Ocurrieron tres situaciones que marcaron nítidamente esa decisión presidencial.

Agustín Edwards, socio mayoritario y propietario del diario El Mercurio, se había autoexiliado en Estados Unidos, el mismo día en que Allende ganó la elección, el 4 de septiembre de 1970, dejando como Presidente del Consejo a Fernando Léniz, fiel e incondicional colaborador suyo, que después fuera Ministro de Pinochet, y como vicepresidenta a su hermana Sonia Edwards.

Sonia, la rebelde de la familia, era simpatizante del gobierno popular, se ocupó de formarse políticamente e intentó dentro del Consejo, cambiar la línea sediciosa del periódico, sin éxito. Estaba en minoría  y con la aprobación de Agustín que ya era ejecutivo de la empresa Coca Cola y colaborador del Departamento de Estado y de la CIA, Léniz terminó a fines de 1971 ignorándola y dejándola fuera de las reuniones del Consejo. Sonia en alianza con el CUP (Comité de Unidad Popular formado por trabajadores en las empresas) del Mercurio, decidió tomarse el Diario para ponerlo al servicio del gobierno popular. Un par de horas previas a la audaz Toma, Sonia fue urgentemente llamada a la Casa de la Moneda, por el Presidente Allende. En una reunión que duró más de una hora, el Mandatario la convenció de que desistiera de su empeño porque perjudicaría enormemente al proceso político de la UP, dando a los enemigos un motivo para denunciar la ruptura de acuerdos, lo que daría legitimidad a otro tipo de intervenciones.                   Otro ejemplo de esta cautela presidencial ocurrió en 1972, cuando el sindicato de periodistas radiales, presidido por una militante del MIR, le hizo llegar un estudio que demostraba que una importante cantidad de radioemisoras, especialmente de provincias, cuyos propietarios derechistas desarrollaban ataques virulentos y sediciosos contra el gobierno popular, se encontraban en situación ilegal por no respeto a la Ley de Servicios eléctricos. Por lo tanto aplicándoles la legalidad vigente, podían perder la frecuencia radial y quedarían silenciados, sin necesidad de expropiación.

En respuesta, el Presidente Allende invitó a un desayuno, en la residencia de  Tomás Moro, a todos los presidentes de los sindicatos de trabajadores de los Medios de Comunicación. Todos eran militantes o independientes de izquierda, y un importante número de ellos eran del MIR o del Frente de Trabajadores Revolucionarios de los Medios de Comunicación.

Allí explicó extensamente cuanto ofuscaba y dañaba al proceso de cambios, la desatada campaña de desprestigio y sedición de la oligarquía, pero que no era posible contrarrestarla, sino con el trabajo de la prensa afin al gobierno. Luego pidió la colaboración de los trabajadores, para no generar iniciativas ni peleas que torpedearan los acuerdos de los que él era garante. Ante algunas intervenciones de los sindicalistas, que defendían una postura más agresiva contra la sedición, golpeó fuertemente la mesa y se dirigió a la militante del MIR que encabezaba el sindicato de periodistas radiales, diciendo: “a usted le digo, que no permitiré que se dé ningún paso que pueda ser interpretado como ataque a la libertad de prensa. Lo he hablado también con los jefes de partidos de la Unidad Popular y también con el secretario general del MIR, así que nada de estudios creativos, que no sirven al proceso de cambios en que estamos empeñados”. Esas autocensuras hicieron perder el norte a la prensa de gobierno y fueron en esos días interpretadas por los periodistas del FTR de los medios de comunicación como la falta de una política de comunicaciones que fuera a la par del proceso de cambios que vivía el país. Por esas mismas razones,  la toma de Canal 9 por sus trabajadores no contó con la venia de La Moneda, y la orden judicial de desalojo de la estación televisiva fue acompañada de un mensaje de no oponer resistencia a la medida, lo que se vivió con enorme tristeza no sólo por los trabajadores de Canal 9 sino por quienes habían estado apoyando la toma en todos esos meses previos al golpe militar.

El periodismo comprometido con los cambios

Los numerosos periodistas de izquierda que trabajaron en el área privada y en los medios del Estado, del 70 al 73, jugaron un papel preponderante y mostraron un  compromiso superior, con el momento histórico que les tocó vivir. También lo hicieron durante la campaña que llevó al triunfo a Salvador Allende.

Desde la década de los sesenta, con la formación universitaria de los periodistas, se advierte un cambio en la profesión que sale del ámbito puro de la bohemia y el apostolado a ocupar un espacio de reflexión mayor y toma de conciencia, al lado del pueblo. La colegiatura es obligatoria para ejercer la profesión que desde allí se dignifica y defiende. Surgen lazos de solidaridad y necesidad de organización entre colegas, mayor identidad con el oficio periodístico. Cada camada de las Escuelas de Periodismo de las Universidades de Chile, de Concepción, de la Católica y del Norte, interpreta, comenta, adhiere  y discute el efecto que sobre su generación tuvieron el triunfo de la Revolución cubana, la lucha heroica del pueblo vietnamita contra la  guerra de ocupación norteamericana, la asonada obrero-estudiantil del 68 en Paris,  las luchas revolucionarias del continente, o las ideas existencialistas de Jean Paul Sartre y la mirada feminista de Simone de Beauvoir. De esa rica experiencia universitaria, surgen generaciones de periodistas con militancias democratacristianas o de izquierda. Por ello, los diarios y revistas de la derecha y ultraderecha, tenían preferentemente periodistas de la vieja guardia, no universitarios. En los archivos desclasificados de la CIA, aparece un informe de septiembre de 1970 de ellos, en que denuncian con preocupación, que a pesar de que la mayoría de los medios de comunicación chilenos son de derecha, estos suelen sufrir una  ocupación desde la base, con periodistas de izquierda y ejemplifica con la Radio Agricultura que tiene según la CIA la totalidad de periodistas marxistas, con influencia mirista. La verdad es que en esa fecha, dicha radioemisora  contaba con doce periodistas, de los cuales dos eran democratacristianas, solo uno era de derecha y el resto, militantes o independientes de izquierda.

La cantidad de periodistas comprometidos con el proceso que vive el país, permite convocar a una Asamblea de Periodistas de izquierda, que se realiza con masiva participación del gremio en abril de 1971, y se inaugura con un  discurso del Presidente Allende, en el salón de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile.  Durante dos días, 320 profesionales con delegados de todo el país, discuten sobre temas, como la necesidad de la autonomía y las fronteras de la profesión, la denuncia del velo de la objetividad, que intenta crear un tipo de periodistas, a la medida de los intereses capitalistas, y que pretende amputar su derecho a pronunciarse en la pugna histórica que se desarrolla entre proletariado y burguesía. Se denunció la concentración capitalista de los medios de derecha, y los trabajadores de El Mercurio presentaron un trabajo exhaustivo sobre la enorme cantidad de empresas asociadas a la familia Edwards, demostrando que el sentido real de sus diarios, es la defensa de tales intereses.

El profundo intercambio y discusión entre profesionales, significó un salto cuántico en la organización y objetivos del gremio. Nace la Cotralaco, Coordinadora de trabajadores de la Comunicación, que agrupó a militantes de la Unidad Popular y del Mir, y tuvo tareas múltiples como el llamado a formar sindicatos por empresa, y la preparación para lanzar la Confederación de Trabajadores de la Comunicación, que incorporaría a periodistas, locutores, linotipistas, secretarias, choferes, radiocontroladores, sonidistas, camarógrafos, etc, lo que significaría la organización de una fuerza social poderosa. El golpe militar interrumpió esa convocatoria programada para el mes de octubre del 73.

Lo que la asonada militar no pudo impedir fue la formación de sindicatos por empresa, que en su totalidad  estuvo formado por periodistas y/o trabajadores de izquierda, Así ocurrió con los sindicatos de Clarín, La Nación, Canal 9 de Televisión, Canal 11 de televisión, Canal 13,  periodistas radiales metropolitanos, El Sur de Concepción, etc. La excepción en cuanto a mayoría izquierdista fue Canal siete de televisión (actual TVN) donde la mayoría era DC, y la minoría,  partidarios de la UP o miembros del Frente de Trabajadores Revolucionarios, FTR. A la luz de lo acontecido, hoy resulta impresionante que en el corazón del monstruo como fue El Mercurio, se formara un CUP (Comité de Unidad Popular) con periodistas y trabajadores.

Los trabajos voluntarios

El paro camionero del 9 de octubre de 1972, si bien marcó a hierro la decisión insurreccional de los patrones, de llevar la confrontación hasta el derrocamiento del Régimen, significó también un desarrollo celérico de las fuerzas sociales.

La respuesta popular fue de intentar mantener el funcionamiento básico del país, trabajando en jornadas extenuantes de trabajo voluntario. Decenas de miles de estudiantes cargan y descargan trenes y medios de transporte público. Centenares de choferes opuestos a la huelga conducen otros tantos camiones. Cinco mil ciudadanos se inscriben como voluntarios para conducir los camiones requisados. Otros miles hacen guardia para proteger a los camioneros y comerciantes activos. Los trabajadores de la empresa textil Yarur, ya requisada, deciden no distribuir ni un metro de tela a los comerciantes en huelga.

En medio del fervor revolucionario de aquellas jornadas históricas jamás vividas en el país, los periodistas de izquierda hicieron su parte. Una de las conclusiones de la Asamblea del año 71, fue integrar a los colegas, a los trabajos voluntarios. Los fines de semana grupos de periodistas se desplazaban a los campamentos de pobladores de la Nueva La Habana, Lo Hermida, Elmo Catalán, 24 de enero, etc.  Allí realizaban conversatorios para entregar metodología, conocimiento y pequeñas herramientas para apoyar sus tareas de diarios murales, y para formar corresponsales populares que contactaran a las radioemisoras y  periódicos dando a conocer sus comunicados de prensa o la información que ellos protagonizaban. Pero a partir del paro patronal de 1972, los periodistas multiplican su empeño y forman comisiones para ir a las empresas intervenidas por el Estado y a distintos centros de trabajo. Después de terminados sus turnos, en la noche, y hasta con sacos de dormir para pernoctar en las empresas, llegaban los grupos de periodistas que siempre eran esperados en los respectivos sindicatos. Se dormía muy poco en ese tiempo. Allí,  pizarra y tiza en mano,  se trabajaba hasta la madrugada, con todas las formas de comunicación que ellos podían desarrollar, lo que iba desde los corresponsales de base, a sus publicaciones internas, incluídas clases de temas políticos que les afectaban. Se trataba de apoyar su trabajo comunicacional y de elevación de la conciencia. El objetivo era entregar las noticias de las que ellos eran sujetos, sin intermediarios. En esa línea, Canal 9 de TV fue en ese tiempo uno de los principales medios en que se expresaron los cordones industriales y los comandos comunales organizados en los distintos territorios de Santiago.

Mientras la oligarquía desataba su furia demoledora, los trabajadores, campesinos y pobladores desarrollaron un proceso paralelo de participación y creatividad, al que le faltó tiempo para ser incontrarrestable. La Comisión de Verdad y Reconciliación, que investigó los crímenes y violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Pinochet, hizo un alcance al rol jugado por la prensa de derecha, reconociendo que esos medios de comunicación llevaron a exacerbar tanto los ánimos, que buscaron destruir a los adversarios, envileciéndolos.

Esa prensa siguió jugando el mismo papel durante los 17 años de la dictadura, defendiendo su accionar y ocultando o justificando sus violaciones a los derechos humanos.  Su preparatoria la hizo cuando llamó a los militares a aplicar soluciones extraconstitucionales contra los “enemigos marxistas despreciables”. Una de esas soluciones fue la represión selectiva que incluyó entre otros crímenes, el asesinato en 1986 de Pepe Carrasco,  dirigente del Colegio de Periodistas; de Augusto Carmona, ex presidente del sindicato de  Canal 9 de TV, en 1977, y la desaparición de Máximo Gedda, ex dirigente sindical de TVN, en 1974.  Los tres eran miembros del MIR. Augusto Olivares, director de TVN, socialista  fue el primero en morir en La Moneda el 11 de septiembre. Se quitó la vida porque al igual que Allende, a quien acompañó hasta el final,  él no se iba a rendir. El libro “Morir es la Noticia”[i], editado por Ernesto Carmona y publicado en 1997, registra la historia de vida de  23 periodistas, 9 estudiantes  y 20 trabajadores de la comunicación ejecutados o desaparecidos en dictadura, escrita por los sobrevivientes al horror. Un memorial rinde homenaje en el Círculo de Periodistas a todos los y las caídos en la lucha por recuperar la democracia y con ello la libertad de expresión. El mensaje de ellos y ellas está plenamente vigente hoy, cuando la verdad ha sido nuevamente secuestrada por los poderes fácticos y el duopolio, y sólo la comunicación popular emanada desde el pueblo, sus redes sociales y organizaciones rescata los dolores, las victorias y las preocupaciones de quienes hoy están haciendo la historia.

 

Por Gladys Díaz y Lucía Sepúlveda

 

[i] Morir es la Noticia se puede bajar en el siguiente link https://es.scribd.com/document/224421051/Carmona-Ernesto-Editor-Morir-Es-La-Noticia



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