Política Global

«Trump, el perdedor mayor en los comicios»

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En la curiosa elección intermedia de Estados Unidos, el concurso ahora es entre perdedores, es decir, que el partido y el líder triunfador son los que menos perdieron.

Los demócratas y su líder, el presidente Joe Biden, festejan porque no sufrieron las pérdidas que se pronosticaban, aunque se sigue proyectando que sus contrincantes republicanos tomarán el control de la cámara baja por un margen muy cerrado. Por ahora, ninguno de los dos partidos ha alcanzado los 218 escaños que se requieren para ser mayoría. Y los demócratas ganan por no haber perdido por tanto.

Los republicanos y su líder hasta ahora, el ex presidente Donald Trump, tal vez ganarán la cámara baja, pero la ola republicana que esperaban se esfumó. Eso de inmediato dejó a Trump más vulnerable ante sus retadores republicanos para 2024 y debilitó, por ahora, su control en su partido.

Y el control del Senado sigue por determinarse, proceso que podría tardar hasta un mes más, lo cual es un triunfo demócrata por no perderlo, por ahora. El equilibrio se definirá al concluir los conteos de tres contiendas, una en Nevada, otra en Arizona y, como sucedió hace dos años, en Georgia, donde se espera que tendrá que llevarse a cabo una segunda vuelta, programada para el 6 de diciembre.

Pero tal vez los que tienen más que perder después de esta elección son los migrantes y la relación con México y América Latina. El tema de migración continuará en el centro de la estrategia político-electoral de dos triunfadores republicanos, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y su contraparte en Texas, Greg Abbott. Ellos, junto con Trump y sus cómplices, han empleado la retórica antimigrante, control fronterizo y demonización de México y de líderes progresistas en América con gran éxito para sus fines electorales.

A la vez, si los republicanos controlan la cámara baja, es casi seguro que no prosperará ningún intento de una reforma migratoria u otras medidas para proteger, por ejemplo, a jóvenes indocumentados.

Algunos analistas concluyeron que el mayor perdedor de esta elección fue Trump, ya que varios de los candidatos más prominentes que promovió fueron derrotados. Más aún, sin la ola republicana, Trump no puede presentarse como el campeón político de su partido. Y durante las últimas 48 horas después de la elección, ya se veía el inicio del pleito entre él y sus posibles retadores, sobre todo DeSantis. El New York Post, tabloide derechista propiedad del magnate de medios conservadores –incluido el poderoso Fox News– Rupert Murdoch, puso en su portada del día después de la elección al gobernador de Florida con la cabeza, jugando con su nombre, DeFuture (El futuro), lo cual provocó la ira del ex presidente, quien se refirió al medio que antes tanto elogiaba como basura.

A pesar del conflicto interno entre republicanos y un Partido Demócrata encabezado por un presidente cuya base prefiere que no busque la relección, es difícil determinar quién y qué ganó en estos comicios.

La presencia latina más grande en el Congreso

Con las proyecciones hasta ahora, expertos afirman que habrá el número más grande de latinos en el Congreso federal en la historia del país. Actualmente, la cámara baja tiene 40 legisladores latinos, pero ese número se incrementará a por lo menos 42, reporta Axios.

Sin embargo, más latinos no necesariamente implica un giro progresista. De hecho, el nuevo Congreso incluirá a una novata, Anna Paulina Luna, en Florida, que es fiel a Trump y quien se sumará a otros latinos conservadores, mientras el gobernador DeSantis ganó su relección en parte gracias a un amplio apoyo del electorado latino, incluidas zonas que un republicano no había ganado en una generación.

Más aún, en el sur de Texas se ha comentado mucho sobre un marcado giro conservador entre votantes latinos de herencia mexicana en favor de republicanos. Pero demócratas ganaron dos de los tres escaños disputados en esa zona fronteriza. La ola republicana no sucedió, lamentó Mayra Flores, candidata fiel a Trump, quien ganó una elección especial hace unos meses, sólo para perderla el martes.

Vale repetir que el electorado latino no es una fuerza homogénea ni monolítica. Por ejemplo, una encuesta de Telemundo/LX News registró que más de 50 por ciento de los latinos en Florida apoyan la decisión controversial de DeSantis de enviar por avión a inmigrantes venezolanos que buscaban asilo en Florida a Martha’s Vineyard, Massa­chusetts, para trasladar el problema a un bastión demócrata liberal. Y una encuesta de la Universidad Internacional de Florida registró que 57 por ciento de los cubanoestadunidenses apoyan mantener el bloqueo sobre Cuba, un incremento de 12 puntos desde 2008.

Pero tal vez una posible consecuencia positiva de esto es que si los demócratas no pueden ganar en Florida, podrían dejar de atraer el voto de los cubanoestadunidenses y otros sobre el tema de la política hacia Cuba. Los resultados en Florida de las elecciones intermedias esta semana concebiblemente podrían liberar al gobierno de Biden para hacer lo que hizo Barack Obama en proceder hacia la normalización de la relación bilateral o por lo menos promover una política hacia Cuba diferente a la de Trump y los republicanos, argumentó Fulton Armstrong, del Centro para Estudios Latinoamericanos y Latinos de la American University y ex oficial nacional de Inteligencia de Estados Unidos para América Latina.

Robert Reich, prominente comentarista demócrata y ex secretario de Trabajo, subrayó que el conflicto básico entre ambos partidos en esta elección fue la batalla entre fuerzas pro democráticas y las neofascistas. Afirmó que lo que caracteriza un partido neofascista es su cruel maldad y su falta de voluntad de respetar los resultados electorales. En otras palabras, trumpismo. Esa corriente autoritaria se nutre de la ira y temor, y nutren el odio y la paranoia que causan que los estadunidenses pierdan confianza en el sistema electoral y de sus conciudadanos, y puede nutrir la violencia. Concluyó que la elección no fue tan mal como podría haber sido, pero aun así, muy preocupante. Todavía estamos sobre el precipicio.

Por David Brooks y Jim Cason

Fuente: La Jornada



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