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Tonka regresa del olvido

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Gacela del crepúsculo, Tonka Tomicic emerge desde aquella región, donde la indiferencia todo lo engulle. Olvidada, ninguneada por profesionales dedicados al oficio de trotaconventos, se mantuvo silenciosa. Ajusticiada por la farándula en pleno, vivió años de tanta amargura, que muchos pensaron que había desaparecido. Se ignoraba su paradero. Quienes comieron de su generosa mano, se evaporaban por ensalmo. A una edad en que Tonka era la flor más apetecida del jardín del Edén, se cruzó en su vida, un reconocido gurú. Quien no sólo oficiaba de gurú al estilo internacional engatusando princesas, sino también, ejercía el contrabando de relojes robados; y en sus ratos de ocio, se dedicaba a cafiche en los prostíbulos, que simulan ser bares exclusivos, en los barrios burgueses.

Acosada desde siempre, Tonka ignoró cómo huir del asedio de este malandrín engatusador. Se encegueció ante la verborrea mentirosa y almibarada, y no supo medir en su oportunidad, a las artimañas del pillastre. Se unió a él y a partir de esa fecha, comenzó el calvario de su vida. Danza de millones en medio de una vida dispendiosa, a todo trapo, como si fuese heredera de una monarquía saudí. El gurú sabía engullir y la varita de la opulencia permanecía cerca de las manos de ambos. Los banqueros, cuyo olfato lo tienen en los dedos, abrían sus faltriqueras, y así complacer los caprichos de la pareja. Gloria y fama de aquí a la eternidad. De súbito, bajo el edificio construido a la diabla, por esta pareja privilegiada, se produjo una avería y cedió el inmueble. Huyó el gurú a la desbandada, rumbo a lo desconocido, mientras su emperatriz Tonka, enfrentaba el cataclismo. ¿Y dónde quedaban los juramentos del eterno amor? A regañadientes, ella entendió el mensaje del destino, y sólo entonces, se dedicó a enfrentarlo. Se le hizo noche el día. Bebió infinidad de tragos amargos, mientras crecía el repudio de amistades ocasionales, y la soledad entró por la puerta ancha. Ahora, arribaban los recuerdos del glamuroso pasado. Aquellas interminables fiestas, las cuales no parecían finalizar.

Todo concluía. La corajuda Tonka Tomicic que había expulsado de su programa de televisión a Hermógenes Pérez de Arce, sufría el desprecio de quienes decían venerarla. Este monaguillo, servil al dictador, negó en esa entrevista, que en dictadura se hubiesen violado los Derechos Humanos. “Es una grosera invención” aseguró, falseando la voz de relamido siútico. En aquella oportunidad, la temeraria Tonka, lo encaró por mentir, lo cual le significó ser repudiada por los subordinados de la oligarquía. Nadie se había atrevido como ella, a zaherir a Pinochet ni a sus numerosos siervos.

Todo parecía entregarse al olvido sobre esta historia, hasta que se inició el Festival de la Canción en Viña del Mar 2025. Esa noche, cuando le correspondió a Tonka Tomicic, desfilar, hasta el mar enmudeció. “Se escuchaba el silencio de la noche encelada”, dijo una poeta de la región y hasta el más enemigo de Tonka, elogió la metáfora. En esa oportunidad, Tonka vestida con un traje platinado, avanzó convertida en gacela, en Aida de la ópera de Verdi, o en Cleopatra, mientras la alfombra roja, gemía bajo sus alados pies. Que había luna llena en aquella oportunidad, importa un bledo. Que no se escuchaba ni el más leve rumor de la ciudad, tampoco interesa. Cualquiera se atrevió a asegurar que Tonka Tomicic levitaba, mientras se dirigía a destino. En estos días de festival, vuelve a reinar. Su reencarnación y regreso, realzan donde concurre. Y no me atrevo a más en mis delirios seniles, esperando algún día invitarla a beber café con cardamomo, al Amatista de Viña del Mar.




 

 Walter Garib

 

 

 



Walter Garib

Escritor

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