
Elogio de la ira
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La agenda neoliberal sigue en pie y con buena salud. Se reconforta y fortalece con cada crisis que enfrenta los matices de diferencia que de tarde en tarde afloran en el sistema político más corrupto, mediocre y contrario a los intereses reales del pueblo de la historia. Siempre se ha dado mañana para salir de los más peligrosos atolladeros, incluso aquel que puso en duda la respuesta estatal luego de que la política estuviera a punto de desfondarse. Como sabemos, solo por la intercesión de la ausencia monumental de los partidos de izquierda, su renunciamiento a ser coherentes con sus postulados e historia, y como complementos, la criminal represión desatada, sumada al rol miserable del entonces diputado Boric y su aporte a la desmovilización de la gente, el sistema burló su propia muerte.
¿No era su hora? Cuando te toca, aunque te quites, y cuando no te toca, aunque te pongas, como dice la sabiduría mexicana.
Queda pendiente, mas no definitivamente cancelada, una ruptura institucional que solo será contenida por medio de las leyes de apariencia inocente, la infiltración por parte de agencias del Estado de las organizaciones peligrosas, la debilitación de las organizaciones de trabajadores y la extinción de las otrora organizaciones estudiantiles. Y por cierto, el secuestro ideológico de los expartidos obreros, ganados para creer que el neoliberalismo permite avances reales para el pueblo.
Pero que viene, viene.
Contra más pasa el tiempo, más se diluye la épica de la lucha contra dictadura. De aquí a poco, las nuevas generaciones pondrán en duda que en este país hubo una asonada criminal que por diecisiete años fue una vergüenza mundial. Muchos ya se disculparon por haber tenido un rol heroico en esa gesta.
Las elecciones son un mecanismo que se ha perfeccionado no para ´profundizar la democracia, sino para constituirse en un dispositivo de asentamiento y corrección del sistema. Pero, a su vez, es el momento en que el sistema queda más expuesto.
¿Qué pasaría si de pronto esos millones que votamos de vez en cuando con amargura, con una ira, con una decepción por el mal menor que a la postre se constituye en una especie de mal mayor, dispusieran del pesimismo de la inteligencia y del optimismo de la voluntad, al decir del nacido en Ales, para meterse en ese campo de batalla y disputarles sus poltronas y estipendios?
La ira no basta. Quizás el odio sea más prolífico.
Hace más la decisión del primer paso. Cunde más, como ha sido siempre, la audacia. Desde que el tiempo es tiempo, la guerra la ganan las decisiones.
Se le ha dado mucha chance al sistema. Se ha permitido que perfeccione sus mecanismos de sobrevivencia y resiliencia. Se le ha perdonado mucho. Se le ha creído, entre otras razones, porque muchos compañeros aparecen como sus voceros y audaces perfeccionadores de sus mecanismos de control, represión, abuso y explotación que no resuelve un parche sobre otro, un bono sobre otro bono.
Es el cambio estructural, es decir el cambio hacia un concepto de país que niegue el actual, el que transformado en un proyecto político en el que el pueblo juegue un papel determinante, movilizado, convencido, organizado el que cambiará el mundo de fase. O, más modestamente, el país.
La energía potencial acumulada en la gente maltratada solo espera un catalizador que reinicie su manifestación: recordemos que la energía no se pierde, solo se transforma, como dice Lavoisier y piratea Drexler.
Pero no.
Ha podido más el acomodo, el buen sueldo, la buena casa, la buena escuela y el buen ahorro. Y, para qué estamos con cosas, cierto cansancio en los más rebeldes, por muy enojados que estén. Que estemos.
Los partidos de izquierda serían otra cosa si sus dirigentes y cuadros dispuestos en el Estado tuvieran un sueldo de un trabajador cualquiera, es decir, en las vecindades del sueldo mínimo. Si un camarada gana cinco millones de pesos y más, doble contra sencillo: no le va a interesar apurar el paso.
No recuerdo bien, pero alguien dijo en alemán que las condiciones materiales de existencia son el factor determinante en la vida humana y en la formación de la conciencia.
Ricardo Candia Cares
Felipe Portales says:
No sólo se ha olvidado la lucha contra la dictadura de la centro-izquierda. Sino que ella misma se derechizó a tal grado desde fines de los 80 (como lo reconoció francamente el máximo ideólogo de la «transición», Edgardo Boeninger, en su libro «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad», que usted puede leer en PDF en pp. 367-373), que terminó legitimando, consolidando y profundizando, a partir de 1990, el modelo neoliberal impuesto por la dictadura, ¡Y defendiendo «a rabiar» a Pinochet de toda acusación constitucional o juicio penal, fuera o dentro de Chile!…