Crónicas de un país anormal

El eterno veto plutocrático

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La oligarquía siempre se las arregla para mantener la hegemonía, a veces con buenas maneras, y otras, apela a la brutalidad de la fuerza militar: ora, es democrática y representativa, ora, es autoritaria.

En política, para mantenerse en el poder es fundamental inventar un monstruo: durante la vigencia de la Constitución de 1925 el “cuco” era el comunismo que, según la clase dominante, se comían las guaguas, (que es el ancestral cuento del “viejo del saco”).

La visión idílica de la democracia se presentaba como una forma política que no reprimía las ideas, sin embargo, desde 1932 en adelante, muchas veces se proscribió al Partido Comunista, (los ciudadanos conocen la “Ley de Defensa de la Democracia”, pero existen muchas más, tan coercitivas como la citada).

El alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, dice una verdad indiscutible en el sentido de que el Partido Comunista chileno, desde su fundación, (década de los años 20), fue el más institucional de los partidos políticos, (baste recordar la historia del “reinosismo” que, en plena vigencia de la “ley maldita”, el Partido proscrito se negó a usar métodos de rebelión armada, propuesto por un sector de la juventud). En cada ocasión en que se proscribía al Partido Comunista, hábilmente cambiaba de nombre, (por ejemplo, Progresista).




El Partido Comunista, contrario al gobierno de Eduardo Frei Montalva, fue el primero en salir, disciplinadamente, a la calle a defender la democracia contra los intentos golpistas de la derecha, así como de uno que otro militarista de la izquierda.

Durante el gobierno de la Unidad Popular el Partido Comunista fue el conglomerado que mejor entendió la alianza con algunos sectores democratacristianos, a fin de formar un bloque poderoso que pudiera evitar las aventuras golpistas.

Hoy, el monstruo es otro: el llamado “eje del mal”, (Venezuela, Cuba, Nicaragua…), que usa la derecha para intentar la siembra del terror en los ciudadanos ante cualquier candidatura que ponga en cuestión su hegemonía. (El cuanto al cuento del “viejo del saco”, es empleado, desde Trump contra los demócratas hasta la Patagonia, y al patronímico del país le agregan “zuela”).

Los herederos de Pinochet, gracias al ideólogo de la dictadura, Jaime Guzmán Errázuriz, descubrieron una fórmula por la cual, así ganara la izquierda, la hegemonía oligárquica siempre restaría incólume, sobre la base de las leyes de quórum calificado: con solo un tercio de los diputados y senadores la derecha siempre se podría vetar los proyectos de ley en que se ponían en cuestión sus intereses; por otra parte, el anterior sistema binominal les aseguraba, en la práctica, un empate y, en todo caso estaban los senadores designados que les daban mayoría en la Cámara Alta.

Sabemos que la historia es dinámica y, poco a poco, fueron desapareciendo muchos de estos obstáculos que impedían el progreso de la “democracia”, por muy protegida que estuviera, por consiguiente, la herencia de Jaime Guzmán seguiría incólume.

Las Constituciones de 1833 y la de 1980 pueden calificarse como pétreas, es decir, difícilmente reformables por los altos quórum exigidos. (En el siglo XIX, Pedro León Gallo dedicó su vida a tratar de cambiar tan monárquica y autoritaria Constitución de 1833).

En el caso de la Constitución de 1980 sólo ha podido ser reformada cuando le conviene a la derecha, poseedora de un tercio en el Congreso.  La firma del Presidente Ricardo Lagos y sus ministros sólo ha servido para evitarnos la vergüenza de seguir con la Constitución firmada por el dictador Pinochet y sus valet de la derecha. En el fondo, el que las Fuerzas Armadas estén supeditadas al poder civil es más bien un asunto de declarativas, pues los jefes de las distintas ramas armadas hacen lo que quieren con los ministros civiles de Defensa, (como “el gato maula con el mísero ratón”.  La supresión de los senadores designados, por ejemplo, le convenía a la derecha, pues terminaba con mayor número los partidarios de la Concertación, y el hecho de haber aprobado la reducción del período presidencial a cuatro años era anodino.

A los políticos les cuesta mucho reconocer sus errores, pero el de 2005, eran tan evidente que el Presidente Lagos se vio obligado a plantear la idea de “la hoja en blanco”.

El mejor método para “domesticar” a la pseudo-izquierda era hacerlos partícipes de su ethos, y con tanta “cocina”, los jefes terminaban compenetrándose en las mismas ideas, hasta llegar al colmo de usar las mismas corbatas italianas, (hasta el menos hábil de los “operadores” imitaba los gestos y las palabras de sus patrones, y fácilmente un terrible guerrillero´ podía vestirse igual que un adinerado gerente, y algunas asesoras del hogar tomaran los gestos y buen decir de sus patronas´).

En definitiva, la Constitución del dictador Pinochet se ha convertido en una virgen impoluta, sin mancha y sin pecado, pero a partir del 18-0 irrumpió una ciudadanía que ya no soportaba más la pobreza, el racismo y el clasismo del Chile de “cartón piedra”, inventado durante la transición a la democracia.

Asustados los partidos políticos, en una maratónica sesión, en el edificio del viejo Congreso, acordaron llamar a un plebiscito, que la derecha aceptó ante el temor de perder el poder de manos de “los alienígenas”, y como de tontos no tienen ni un pelo, una vez pasado el chaparrón, recordaron la vieja fórmula de “san Jaime Guzmán”: recurrir al tercio que les permite vetar todo lo que podría afectar sus intereses.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

09/09/2020

 

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  1. Felipe Portales says:

    El quórum de 2/3 será claramente inmodificable puesto que está puesto en la Reforma Constitucional de enero que fundamenta todo el proceso. Solo podría modificarse por una nueva Reforma Constitucional que obviamente es impensable aprobar. Más aún cuando NINGÚN partido político está cuestionando hoy ´públicamente dicho quórum.

    • Germán Westphal says:

      Gracias, Felipe! Sin embargo, entre nous, mi pregunta era meramente retórica. Con todo, a lo mejor tu respuesta le ayuda a uno de esos que por ahí afirma que es posible revertir todo. Y por supuesto, ningún partido político cuestiona el quorum de los 2/3 pues sería cuestionar el acuerdo mismo al que llegaron la noche del 15 de noviembre y posteriormente ratificaron en el Congreso con la reforma constitucional del caso. La excepción ha sido el PC que no participó en el acuerdo, pero aparte de algunos reclamos iniciales, parece que los 2/3 han pasado a segundo plano al concentrarse en la paridad de género, los escaños para los pueblos originarios y las listas de independientes, aunque no se ha abierto a incluir independientes en sus listas partidarias. De repente lo hace! Interesante la postura del PC! Ya veremos pa’ dónde va! Saludos y salud! Mientras la haiga!

  2. Germán Westphal says:

    La cuestión de fondo es determinar dónde está la gran trampa del tal llamado Proceso Constitucional!

    — Si gana el RECHAZO, seguimos igual, con las dos derechas, la dura y la más blanducha, negociando poder político-electoral a-tiras-y-encoges-que-te-cojo!

    — Si gana el APRUEBO y cualquiera de las dos fórmula de Convención Constitucional, IDEM!

    Pero gane la opción que gane, el pueblo de Chile le habrá dado mayoritariamente la legitimidad que el sistema actual carece!

    En de ahí, el plebiscito de octubre!

    Brillante!

    Con todo, todavía queda la gran pregunta que nadie se hace… Va a ser possible que la Nueva Constitución incluya un quorum inferior al de 2/3 para la reforma de sus capítulos centrales en circunstancias de que la misma Convención Constitucional que la genere requiere tal quorum?

    Cuándo es que se abren las playas de Constitución para que el pueblo se vaya a bañar?

  3. Felipe Portales says:

    Muy buen artículo. Especificaría, sí, que el regalo de la Concertación a la derecha en la Reforma Constitucional de 1989 consistió en subir el quórum para aprobar las leyes simples a mayoría absoluta en ambas cámaras ¡sin eliminar los senadores designados!, en circunstancias que la redacción original que establecía un quórum de mayoría en una cámara y un tercio de la otra iba a darle con seguridad mayoría a Aylwin y la Concertación, pues ésta habría elegido de todos modos un tercio en el Senado y la mayoría de la Cámara de Diputados.
    Por otro lado, el regalo de la Concertación a la derecha en la Reforma Constitucional de este año (que consagró el funesto acuerdo del 15 de noviembre) fue establecer un quórum de 2/3 para la aprobación del «nuevo» texto constitucional por la Convención (cualquiera sea su modalidad aprobada por el plebiscito), lo que significará un virtual poder de veto de la derecha, dado que en todas las elecciones desde 1990 ha sacado, lejos, más de un tercio de los congresales.

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