
Inversión extranjera directa en Chile 2024
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La inversión extranjera directa, IED, recibida por Chile en el año 2024 alcanzó la cifra de 15.319 millones de dólares. Esa cantidad, siendo alta, implica un descenso con respecto al año 2023, donde se alcanzó la cifra de 21.738 millones de dólares. Esta última fue la cifra record en materia de IED alcanzada en toda una década. En el año 2022 esa cifra exhibió un nivel de 18.237 millones de dólares, también más alta que la que se presentó en el 2024.
Paralelamente, el indicador de riesgo país calculado por el J.P. Morgan – que es el índice mayormente utilizado internacionalmente en esta materia – muestra que durante el año 2024 Chile mostró una muy baja tasa de riesgo país, superada solo por la que presenta Uruguay. Todo el resto de los países de América Latina presentan tasas de riesgo país más altas. Esas cifras no implican, desde luego, que la IED se concentre en Uruguay y Chile, evitado la inversión en el resto de los países de la región, cada uno de los cuales recibe flujos diferentes y fluctuantes de IED. Ésta no se guía solo por ese indicador para sus decisiones de inversión, sino que se guía, entre otras cosas, por la tasa de ganancia esperada en cada operación concreta. Si esta última es suficientemente elevada, los inversionistas estarán más dispuestos a aceptar una tasa de riesgo mayor.
Si se acepta la opinión generalizada de que la IED es más buena que mala para los países que la reciben – lo cual es un tema abierto al debate en el campo de la economía – cada país tratará de incentivar o atraer la IED tanto como pueda. Esta situación lleva a que los países desplieguen al máximo las condiciones institucionales que hagan bajar la tasa riesgo país, así como situaciones propiamente económicas que incrementen la tasa de ganancia esperada por los potenciales inversionista.
Todo ello genera una cierta competencia de carácter claramente negativo entre los países para ver quien otorga las condiciones más atrayentes para el inversionista extranjero, aun a riesgo de sacrificar espacios importantes de su soberanía económica.
En la década del 70 y el 80 del siglo pasado se intentó, en el marco del Pacto Andino, generar condiciones comunes entre todos los países componentes de ese bloque subregional en materia de tratamiento al capital extranjero. Eso dio origen a la llamada Decisión 24, que normaba las formas, sectores y actividades en que se podría recibir la IED. Ese intento heroico y original fue finalmente derogado al calor de la ola de neoliberalismo que se desplegó en toda América Latina y en el mundo.
Hoy en día todo lo relativo al tratamiento a la inversión extranjera está normado en los TLC o en los tratados específicos sobre esa materia que se han firmado entre pares o grupos de países. Esas normas, bastante similares en todos los TLC, presentan una serie de cláusulas que son demasiado generosas con el capital extranjero y lesivas para la economía y la soberanía de cada país receptor. La Decisión 24 era una norma libremente generada y aceptada por un grupo de países, los cuales conservaban el derecho a modificar sus propias decisiones cuando estimasen conveniente. Los TLC, en cambio, tienen un rango de tratados internacionales y, por ello, son mucho más difíciles de modificar o derogar.
Una rápida y no completa mención de las cosas que son cuestionables de los TLC o de los tratados sobre inversión son las siguientes: la no claridad sobre el trato nacional que deben recibir las inversiones en cada país donde se establezcan; la potestad de litigar contra el Estado receptor; la no utilización de los tribunales nacionales para zanjar controversias; el poder levantar la acusación de expropiación indirecta para cuestionar ciertas decisiones del Estado receptor; y los llamados requisitos de desempeño, que impiden a los países receptores incidir sobre los destinos, precios y montos de las exportaciones y que impiden canalizar compras hacia el mercado y la producción interna.
Modificar estas u otras cláusulas presentes en la generalidad de los TLC es un camino muy difícil para cada país, en la medida en que esas batallas se den en forma aislada. Pero en los tiempos actuales, en que mucho de la normativa comercial internacional está en cuestionamiento, se podrían levantar planteamientos regionales unitarios que fortalezcan la capacidad de negociación de todos y cada uno.
Sergio Arancibia