
RT en la televisión abierta chilena: ¿pluralismo informativo o injerencia ideológica?
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La transmisión del canal ruso Russia Today (RT) a través de Telecanal ha desatado un encendido debate sobre la libertad de expresión, el pluralismo y la concentración mediática en Chile. Mientras algunos denuncian una peligrosa cesión editorial a intereses foráneos, otros defienden el derecho a una mayor diversidad de voces en un sistema fuertemente dominado por unas pocas empresas.
La reciente transmisión del canal ruso Russia Today (RT) en la señal abierta de Telecanal ha desatado una intensa controversia en el mundo político y mediático chileno. La discusión, que llegó hasta el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) y el Congreso, ha puesto en tensión dos principios fundamentales de toda democracia: la libertad de expresión y el resguardo del pluralismo frente a los riesgos de desinformación o propaganda política extranjera. Pero, más allá de este episodio puntual, el caso RT también ha reabierto un debate de fondo sobre la concentración del sistema de medios en Chile y la urgencia de diversificar las voces presentes en el espacio público.
Un canal marginal, una señal internacional y una polémica nacional
Telecanal, una señal históricamente marginal en el ecosistema televisivo chileno, con bajo rating y escasa producción propia, sorprendió al comenzar a retransmitir de manera íntegra la programación de RT, el canal estatal ruso. A pesar de su baja audiencia, el hecho captó rápidamente la atención del CNTV, la molestia de la prensa tradicional y de dos parlamentarios de la UDI, que expresaron su preocupación por el contenido emitido y los vínculos de RT con el gobierno de Vladimir Putin.
El CNTV actuó con sorpresiva rapidez: ofició a la Subsecretaría de Telecomunicaciones para recabar antecedentes técnicos sobre la concesión de Telecanal, citó a su director ejecutivo y solicitó información detallada sobre eventuales acuerdos comerciales con RT. El organismo aclaró que no ejerce censura previa y que sus facultades operan ex post, tras la emisión de los contenidos. No obstante, el comunicado del consejo dejó entrever que la procedencia de los contenidos –un medio vinculado a un gobierno en guerra– podría ser un elemento de evaluación.
Las voces críticas: propaganda, legalidad y soberanía informativa
Para los expertos del Observatorio de Desinformación en Chile, el caso de RT no puede analizarse únicamente desde la libertad editorial. La Dra. María José Labrador y los doctores Oscar Jaramillo, Fernando Gutiérrez y Pedro Anguita advierten que la retransmisión íntegra de RT implica en la práctica ceder la línea editorial de una señal abierta chilena a un gobierno extranjero. Y no a cualquier gobierno, sino a uno involucrado en una guerra, con un historial comprobado de manipulación informativa, dicen.
«RT no puede considerarse equivalente a medios como la BBC o France 24», sostienen. A diferencia de estos, señalan, el canal ruso no posee independencia editorial ni compromiso con estándares éticos del periodismo, sino que funciona como una herramienta propagandística del Kremlin. Esta es precisamente la razón por la que ha sido sancionado y bloqueado en la Unión Europea y otras democracias occidentales, explican.
Además, apuntan a una posible vulneración legal. Según la Ley N°18.838, cualquier cesión de derechos de transmisión debe contar con autorización del CNTV y con informe favorable de la Fiscalía Nacional Económica, pues se trata de concesiones públicas, no de propiedad privada. Por lo tanto, el acuerdo entre RT y Telecanal podría haber omitido pasos legales clave, lo que ameritaría una investigación formal.
Los investigadores reconocen que Telecanal tiene poca audiencia y una presencia casi nula en plataformas digitales, pero alertan que el escándalo mediático ha amplificado su visibilidad, y que el precedente que se sienta podría abrir las puertas a otras formas de injerencia comunicacional. Para ellos, el debate no es solo legal o técnico, sino político y estratégico: ¿puede un país permitir que un actor extranjero —vinculado a una potencia con intereses geopolíticos globales— tenga un espacio privilegiado en su televisión pública?
La otra mirada: pluralismo frente a concentración mediática
En la otra vereda, el académico Carlos del Valle, doctor en comunicación y profesor de la Universidad de La Frontera, sostiene una posición diametralmente opuesta. Para él, la reacción frente a RT revela un doble estándar que invisibiliza un problema mucho más profundo: la enorme concentración mediática en Chile y la homogeneidad ideológica de sus contenidos.
«RT, como cualquier otro medio, debe ser evaluado por sus contenidos, no por su procedencia», argumenta. Equipara su carácter estatal al de otros medios internacionales como CNN, Deutsche Welle o la propia BBC, y acusa a los críticos de centrarse en prejuicios ideológicos antes que en análisis objetivos. A su juicio, se trata de un temor estético más que real: RT no tiene redacción en Chile, no participa del debate político nacional y difícilmente puede generar una injerencia significativa en un ecosistema tan abierto y digitalizado como el chileno.
Más aún, Del Valle considera que la presencia de RT puede contribuir a diversificar la oferta informativa, sobre todo considerando que los medios tradicionales, en especial los canales de televisión abierta, reproducen una visión del mundo centrada en las elites y en los intereses de los grandes grupos económicos.
«En Chile hay una concentración ideológica y económica en los medios que lleva décadas operando. Cualquier señal distinta es percibida como una amenaza», afirma. Por eso, más que escandalizarse por la aparición de RT, sugiere abrir un debate serio sobre pluralismo mediático, financiamiento a medios independientes, transparencia en la propiedad de los medios y el derecho ciudadano a una información diversa y de calidad.
El rol del CNTV: entre la vigilancia y la autonomía editorial
Uno de los puntos clave del debate es el papel que debe cumplir el CNTV. Desde el Observatorio de Desinformación subrayan que el Consejo tiene la obligación de velar por el correcto funcionamiento de los medios, lo que incluye asegurar que las concesiones no se usen con fines que vulneren la soberanía informativa del país. Además, recuerdan que cualquier operación comercial que involucre una concesión debe ser aprobada por el CNTV y evaluada en términos de competencia económica.
Del Valle, por su parte, cree que el Consejo no debe intervenir en la línea editorial de los canales, salvo cuando se vulneren derechos de las personas o se infrinjan normas legales. «Si el CNTV comienza a fiscalizar contenidos por razones políticas o ideológicas, corremos el riesgo de una censura encubierta», advierte. Para él, el verdadero problema no es RT, sino la falta de voluntad política para abrir el sistema mediático a nuevas voces y perspectivas.
¿Pluralismo o hegemonía informativa?
El caso de RT vuelve a poner sobre la mesa una discusión que Chile arrastra desde hace décadas y que la transición democrática no resolvió del todo: la concentración de medios. En televisión, tres conglomerados controlan casi todo el rating; en prensa escrita, dos grupos dominan más del 90% de la circulación nacional. Y en radio, si bien la oferta es más diversa, las cadenas con mayor alcance también están en pocas manos.
Esta situación no solo empobrece el debate público, sino que ha generado una desconfianza creciente hacia los medios, especialmente entre los sectores populares. El relato homogéneo, centrado en la agenda de seguridad, economía y orden, y la escasa representación de temas territoriales, culturales y sociales, ha llevado a que amplios sectores de la población no se sientan reflejados ni informados por los medios tradicionales.
Desde esta perspectiva, la aparición de una señal como RT puede ser vista, paradójicamente, como un síntoma de la crisis de representatividad mediática chilena. En vez de responder con censura o alarma, la pregunta debiera ser por qué canales como Telecanal sienten que esa es una opción válida o rentable.
Un debate que recién comienza
El ingreso de RT a la televisión abierta chilena ha generado una discusión que va mucho más allá del canal ruso. Ha puesto en evidencia las tensiones no resueltas entre pluralismo y soberanía, entre libertad editorial y fiscalización estatal, entre apertura al mundo y defensa de los valores democráticos.
Pero también ha revelado algo más incómodo: que en Chile, la diversidad de voces no es un hecho, sino una deuda. Mientras los medios sigan concentrados, mientras no existan políticas activas de fomento a medios comunitarios, independientes o regionales, el pluralismo seguirá dependiendo de excepciones, polémicas o escándalos. Y en ese terreno, cualquier intento de abrir el espectro —sea desde Rusia o desde una radio popular— será visto con sospecha.
El desafío, entonces, no es solo cómo responder al caso RT. Es cómo construir un sistema de medios verdaderamente plural, representativo y democrático. Solo así, episodios como este dejarán de ser excepcionales, y podrán ser discutidos sin miedos ni caricaturas, con el espíritu crítico que toda sociedad necesita para fortalecerse.
Felipe Portales says:
La total falta de pluralidad de medios de comunicación en Chile es mucho más que una «deuda». Es una de las varias demostraciones de que en Chile no existe un real sistema democrático. Y, peor aún, que ello se ha debido a los seis gobiernos de «centro-izquierda» (en la práctica de derecha solapada) que hemos tenido desde 1990 a la fecha que exterminaron solapadamente (fundamentalmente a través de una sistemática discriminación del avisaje estatal y del bloqueo de ayudas extranjeras) a TODOS los medios escritos de centro-izquierda y que instituyeron una televisión monocolor favorable al sistema neoliberal. Recordemos que durante dichos gobiernos desaparecieron «Análisis», «Apsi», «Hoy», «La Epoca», «Fortín Mapocho», «Página Abierta», «Rocinante», «Plan B», «Siete», «Siete + Siete», «La Firme» y «Punto Final», entre otros. Que aquellos gobiernos -desde Frei RT hasta Boric han hecho todo lo que han podido para impedir la vuelta de «Clarín». Y que, luego de la privatización del Canal de TV de la «U»; y de la «neutralización» de TVN lograron que todos los canales abiertos hayan sido funcionales HASTA HOY a la preservación del sistema neoliberal.