
Una victoria histórica y un nuevo mapa político: El triunfo de Jeannette Jara reordena la izquierda y deja atrás al centro
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Jeannette Jara se impuso con más del 60% en las primarias presidenciales, desfondando a la centroizquierda. Su victoria, cargada de historia y simbolismo, reordena el mapa político y anticipa una contienda marcada por la polarización y el desgaste del modelo de la transición.
Las elecciones primarias de este domingo no solo definieron a la candidata del oficialismo para las presidenciales de noviembre. También revelaron un cambio profundo en el escenario político chileno. Jeannette Jara, ministra del Trabajo y militante comunista, obtuvo una victoria rotunda con más del 60% de los votos, superando ampliamente a sus contendores Carolina Tohá, Gonzalo Winter y Jaime Mulet. Pero el dato más relevante no es solo el resultado electoral, sino lo que este representa: el colapso del centro político y la consolidación de un nuevo eje entre una izquierda popular y una derecha radicalizada.
El triunfo de Jara marca una inflexión: por primera vez desde el retorno a la democracia, una figura del Partido Comunista —con fuerte significación histórica e ideológica— lidera el campo progresista con proyección real de llegar a La Moneda. En su discurso, Jara no solo agradeció a sus votantes, sino que conectó su victoria con la historia de la izquierda chilena, citando a Salvador Allende, Emilio Recabarren y Teresa Valdés. Su mensaje no fue casual: reivindicar el legado del movimiento obrero, feminista y socialista, pero proyectado a las urgencias actuales.
El colapso del centro
Los resultados son elocuentes: el PPD, representación clásica de la centroizquierda de la transición, quedó completamente desfondado. Carolina Tohá obtuvo poco más del 27% de los votos, una derrota dura y simbólica. El electorado oficialista ya no se identifica con los partidos que durante más de 30 años administraron el modelo neoliberal. El PS, que evitó participar directamente en las primarias, también enfrenta una encrucijada: plegarse al nuevo eje liderado por Jara o insistir en una identidad difusa que ya no convoca ni moviliza.
Este retroceso del centro político no es exclusivo del oficialismo. En la derecha, las encuestas muestran una caída progresiva de Evelyn Matthei, mientras José Antonio Kast se consolida como la carta más sólida de la oposición. En cuarto lugar, aparece Johannes Kaiser, del recientemente constituido Partido Nacional Libertario, con un discurso abiertamente ultraderechista. Así, Chile se encamina hacia una elección marcada por la polarización, donde los proyectos intermedios pierden fuerza y credibilidad.
El imaginario de la izquierda vuelve a ocupar el centro
Que una candidata comunista gane las primarias en todas las regiones del país —incluidas zonas conservadoras como La Araucanía o Los Lagos— no es solo un fenómeno coyuntural. Habla de un imaginario político que ha resistido la exclusión, la estigmatización y los fracasos institucionales. El PC, a diferencia de otros partidos, ha mantenido una narrativa coherente y una base social firme, lo que hoy se traduce en capital político.
Pero Jara representa algo más que el partido. Su trayectoria combina trabajo sindical, gestión pública y una imagen cercana a las mayorías populares. A diferencia de otros liderazgos, no carga con vínculos empresariales ni con la herencia de los consensos de los años 90. Su desafío ahora será construir una mayoría nacional sin diluir su identidad, pero también sin encerrarse en una trinchera ideológica.
Hacia una elección crucial
Si las tendencias se mantienen, Chile vivirá en noviembre una de las elecciones más definitorias desde el retorno a la democracia. Por un lado, una izquierda que vuelve a hablar en clave popular, con una candidata que interpela desde la memoria y el presente. Por otro, una derecha que se radicaliza, con Kast al frente y Kaiser en ascenso, apostando por el miedo, el orden y el desmontaje del Estado.
La política chilena, una vez más, se reorganiza desde sus márgenes. Los centros, los acuerdos transversales y los “administradores del modelo” parecen haber quedado atrás. Lo que está en disputa no es solo el gobierno, sino el sentido mismo del país. Y, esta vez, la historia parece haber retomado su curso.
Felipe Portales says:
No hay duda que la «centro-izquierda» ha experimentado una verdadera «paliza» electoral con los resultados del domingo. Además que será ¡la tercera vez consecutiva! que no habrá candidatos presidenciales PS-PPD. Recordemos que en 2017 apoyaron al independiente-PR, Alejandro Guillier; en 2021 a la DC Yasna Provoste, luego de que ella derrotara -también por «paliza» (60% -26%)- a la precandidata PS-PPD Paula Narváez en una «consulta ciudadana». Y ahora esto. Además, el candidato del FA -y estrecho amigo de Boric- experimentó una verdadera catástrofe llegando a menos del 10%, lo que representa un positivo castigo a un gobierno que -más allá de su discurso- se dedicó a profundizar la inserción de nuestro país en la globalización neoliberal (TPP11 y Tratado con la UE); a hacer un salvataje de cerca de mil millones de dólares en favor de las Isapres; a consolidar legislativamente a las AFP; a querer regalarle a Ponce Lerou la mitad del litio hasta 2060; a militarizar la Araucanía; y -entre otras cosas- a impedir el cumplimiento de un fallo de la Justicia española que significaría el fin del duopolio El Mercurio-Copesa, con el reflotamiento del «Clarín». Pero cuidado con sacar cuentas muy alegres, dada la muy baja participación electoral en la primaria (menos del 10%; y cerca de 300 mil electores menos que la primaria de hace cuatro años sólo entre el FA y el PC) y la enorme ventaja que lleva en todas las encuestas la suma de los tres candidatos de derecha existentes a la fecha. Pero evidentemente que los resultados del domingo significan un quiebre muy positivo que nos dan expectativas de superación de la total subordinación de la «centro-izquierda» a los grandes grupos económicos, subordinación que ya lleva más de 30 años.
Serafín Rodríguez says:
La otra cara de la medalla que no se menciona y que es notablemente más importante es el ausentismo electoral que permeó toda la elección primaria oficialista. Sin dicho ausentismo, no habría habido ningún «estallido electoral» como lo llama el artículo en comento —una realidad completamente distorsionada precisamente por efectos de dicho ausentismo, el que además cuestiona la legitimidad y representatividad de quien ganara la elección por su escasa base electoral. Por último, cabe notar que dicho ausentismo es el de «la mayoría silenciosa» que nadie quiere escuchar y todos ignoran pero que en última instancia decide las elecciones que institucionalmente cuentan e importan.
Renato Alvarado Vidal says:
Una elección primaria, si bien es abierta a todo el electorado, va dirigida «primariamente» a la militancia de los partidos en competencia, de modo que el notorio ausentismo no es de la mayoría silenciosa, sino de las bases partidarias que no se entusiasmaron con sus propios candidatos; en esta línea el PC tiene la enorme ventaja de su cohesión orgánica.
Los partidos de «centroizquierda» son asilo de pequeña burguesía con «sensibilidad» de izquierda, lo que constituye una adhesión bastante endeble, en cambio para militar en el PC se requiere una convicción mucho más sólida y consecuente.
Serafín Rodríguez says:
Los partidos del tal llamado «Socialismo Democrático» y afines prácticamente no t enen militancias activas sino que principalmente clientelas electorales que esta vez se abstuvieron y con ello pasaron a formar parte de la mayoría silenciosa simplemente porque no se pronunciaron. Lo de la militancia PC es efectivamente distinta.