
El centro ya no sostiene ni su sombra
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El triunfo de Jeannette Jara no solo redibuja el mapa político chileno: lo incendia con dignidad popular y deja a la vieja moderación buscando manuales que ya nadie lee.
La democracia chilena no cambió este domingo. Simplemente se quitó la máscara. Jeannette Jara, ministra del Trabajo y orgullosa comunista, arrasó en las primarias del oficialismo con más del 60% de los votos. No fue una sorpresa, fue una confesión: el centro político ya no es el eje, es el escombro.
Mientras algunos aún preguntaban si una comunista podía liderar, el país ya la estaba eligiendo. Carolina Tohá, con el guion moderado bien aprendido, cosechó poco más del 27% y una dosis demoledora de realidad. El PPD, durante décadas garante del modelo con rostro amable, encontró que el público cambió el canal. Y Gonzalo Winter, eterno funambulista de las ambigüedades, quedó atrapado entre aplausos tibios y bostezos masivos. Jaime Mulet, bueno… digamos que participó.
Pero el dato clave no está en el porcentaje. Está en el mapa: Jara ganó en todas las regiones, incluso donde el conservadurismo parecía de piedra. El PC, tantas veces tratado como reliquia exótica, resulta que era archivo viviente. Y cuando la memoria se conecta con el presente, deja de ser nostalgia y se vuelve programa.
En su discurso, Jara no habló como candidata, habló como correa de transmisión de una historia que incomoda: la de Allende, la de Recabarren, la de las mujeres que tejieron huelgas y futuro. No es un revival, es una reactivación: dignidad, salarios reales, Estado activo. Lo que para muchos era ideología rancia, para otros es simplemente pan sobre la mesa.
El centro se desfondó, no por falta de ideas, sino por exceso de cálculo. Treinta años administrando el modelo neoliberal terminan pasándote la cuenta cuando los sueldos no alcanzan y los discursos suenan a powerpoint reciclado. El PS, por su parte, se quedó en el limbo de la no-decisión: ni aquí ni allá, ni frío ni caliente. Spoiler: tibieza no gana elecciones.
Mientras tanto, en la derecha, el cuadro no es menos revelador. Evelyn Matthei se desinfla al ritmo de sus contradicciones, mientras José Antonio Kast se encumbra con la soltura de quien no teme incendiar lo que otros quieren salvar. Y por el flanco aún más extremo, Johannes Kaiser grita desde el rincón libertario lo que otros apenas susurran.
Así se configura la próxima batalla: una izquierda popular que ya no pide permiso y una derecha desatada que no conoce el freno. En el medio, los ex garantes del equilibrio, intentando recordar si alguna vez tuvieron convicciones o solo cargos.
Jara no es el futuro: es el presente que el sistema intentó contener y ya no puede. Su desafío no es menor: construir gobernabilidad sin renunciar a la radicalidad del sentido común. Si lo logra, la Moneda dejará de ser símbolo de moderación administrada y volverá a ser proyecto.
Porque lo que se juega en noviembre no es solo una elección. Es una rendición de cuentas histórica. Y esta vez, el país parece estar listo para leer la letra chica.
Félix Montano