Crónicas de un país anormal

¿Quiénes pagan impuestos en Chile?

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Foto: Presidencia de Chile

Si a uno de los dueños de Chile se le ocurriera pagar contribuciones sobre bienes raíces, o bien, actualizar terrenos calificados como agrícolas en urbanos, sería considerado por sus pares como una traición – más benévolamente, como un cándido – pues en Chile los únicos que pagan sus impuestos son los ciudadanos comunes y corrientes.

 

La mayoría de los ciudadanos creen que están exonerados de pagar impuestos, pues no lo hacen en el impuesto a la renta: ignoran que el 50% de los tributos corresponden al 19% del IVA – tributo regresivo que lo pagan los más pobres -.

 

Los negocios del Presidente Sebastián Piñera son los negocios de Chile, es decir, si el mandatario logra altas rentabilidades para aumentar su propio peculio, es Chile el que se enriquece. A Piñera se le perdona todo: si nombra a su primo como ministro del Interior y lleva a sus hijos a China y a otros países y  con costos pagados por todos los ciudadanos, lo hace muy bien: para los votantes que eligieron a Piñera, el Presidente está por sobre la ley, ¡y ni hablar de ética o de moral, pues en este caso no cabe!

 

Mientras el jefe de Estado  mantenga su fama de mago financiero, todo va bien, pero el problema surge cuando sus trucos le fallen – como a todo ser humano – que, como parece, está ocurriendo en la actualidad. Los “tiempos mejores” se han convertido en tiempos peores.




 

El diario electrónico El Dínamo publicó una investigación donde se mostraba que el actual Presidente de la República hace 30 años que no paga las contribuciones de su propiedad en el Lago Caburga, avalada inicialmente por el fisco por la ridícula suma de 12 millones de pesos, actualmente reevaluada en 400 millones de pesos. Legalmente no hay nada que reprochar a Piñera, pues al fin y al cabo las leyes  están hechas  y aprobadas por los oligarcas  – y al parecer, continuarán haciéndolo -. La Tesorería de la República no puede recuperar lo adeudado, pues la retroactividad sólo tiene un plazo de tres años.

 

El periodista Tomás Mocchiati, que tiene el valor de denunciar a cualquiera sin pelos en la lengua, así se trate de poderosos, en Radio Bío-Bío dio a conocer la concesión a Piñera de 800  metros cercanos a la playa del Lago Caburga. El trámite se realizó durante su primer gobierno (2010-2014), cuyo decreto fue firmado por su vecina, Michelle Bachelet, y la toma de razón durante los primeros meses del segundo periodo de Piñera. Se supone que esta concesión tiene objetivos turísticos más que personales, y para que se haga efectiva se hace necesario que sea visada por varios funcionarios, cuyos cargos dependen directamente del Presidente Piñera.

 

Entre las “bondades” del neoliberalismo están en convertir más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Exigirles moral o ética a los dueños de Chile me parece en verdad una estupidez, o bien, una gran ignorancia de nuestra historia: desde el triunfo de Chile en la guerra del salitre los ricos no pagan impuestos.

 

Hoy, los retoños de los oligarcas continúan al pie de la letra con las tradiciones de sus ancestros: los Matte, con su patriarca Eliodoro, tienen un terreno en La Dehesa, que paga impuestos de Bienes Raíces clasificados como rurales; los Chadwick-Piñera son propietarios de un terreno camino a Viña del Mar, con una extensión de dos hectáreas, en el sector San Damián, y los ejemplos se pueden multiplicar. Actualmente, los nuevos ricos de la Concertación hacen lo mismo que los antiguos aristócratas y sus descendientes.

 

A diferencia de nuestros vecinos argentinos y peruanos Chile tiene fama de ser un país ordenado, donde las “instituciones funcionan” y los presidentes de la república no roban ni un centavo, y tampoco lo hacen los parlamentarios, miembros del poder judicial, obispos y militares, menos otras instituciones del Estado. Según algunos de nuestros historiadores la clase oligárquica chilena es la más proba de América Latina, (¿será por esta razón que Piñera quiere suprimir la asignatura de Historia en los tercero y cuarto medio, pues comienza a descubrirse que la visión del pasado que se enseña es una mentira de principio a fin?)

 

La diferencia entre  Chile y los países vecinos es que cuando se descubre un robo o un delito perpetrado por nuestra clase dirigente, se esconde con celeridad, debido a la hipocresía que domina nuestra sociedad, que vive sólo de apariencias, y que el robo y la corrupción se disimula en errores y no delitos. No es que en  nuestra historia no hayamos tenido Presidentes ladrones,  – los hay por docenas  – sino que jamás al poder judicial chileno se le ocurriría enviar a un Presidente o ex Presidente de la República, ni siquiera a prisión preventiva.

 

El destapar la corrupción política en las altas esferas del poder ha tenido consecuencias graves tanto en Perú, como en Argentina, lo cual hace pensar, en forma muy cínica, (no hipócrita, que es lo contrario), que en el caso chileno el actuar del poder judicial contra los delincuentes de cuello y corbata, es una buena salida, pues Chile, junto con Uruguay y Costa Rica, siguen siendo países donde la democracia y las instituciones funcionan. La hipocresía es el salvavidas de Chile.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

31/05/2019      

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