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De la crisis social a la crisis de las instituciones en Francia

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La Reforma al Sistema de Pensiones, propuesta por el residente, Emmanuel Macron, es rechazada por el 92% de los ciudadanos, además del conjunto de las Centrales Sindicales, (la CGT, la CFDT, la FO), sumado a los partidos de izquierda, agrupados en la coalición de partidos políticos, alianza que agrupa a la Francia Insumisa, a los ecologistas, a los comunistas y a los socialistas, (NUPES); además, se suma el Partido de ultraderecha, seguidores de Marine Le Pen.

Las huelgas  se han prolongado por más de un mes, paralizando los principales servicios en las  grandes ciudades del país, entre ellos los recolectores de basura, parálisis que ha convertido la Ciudad Luz en la oscuridad de los desechos.

La Reforma a las Pensiones,  propuesta por el gobierno de Macron aumenta la edad de jubilación de 62 a 64 años, perjudicando a los pensionistas más pobres. La Primera Ministra, Élisabeth Borne, justifica la Reforma de Pensiones con los viejos argumentos de la derecha: sobre la base de la demografía del envejecimiento, que  la reducirá la población activa laboralmente a 1,5 de trabajadores,  que deberá mantener a los pasivos; además, justifica esta Reforma aduciendo la enorme deuda externa del país y el colapso de la caja fiscal. La Reforma de Pensiones, según el gobierno, vendría a cubrir el déficit financiero, según el gobierno, es decir, los ancianos y los más pobres vendrían a cubrir la deuda contraída por el gobierno de Macron.


La gran mayoría de los trabajadores, incluyendo a aquellos que laboran en trabajos peligrosos y repetitivos, (entre ellos, a los recolectores de basura), serían los primeros afectados con esta Reforma. Los huelguistas argumentan que, de aumentarse en dos años la jubilación, una parte de ellos morirá antes de recibir sus pensiones.




Las huelgas, convocadas por las Centrales Sindicales, han demostrado incansable capacidad para paralizar el país, llevando a cabo masivas manifestaciones, tanto en París, como en las principales ciudades de las capitales provinciales.


El gobierno francés teme la resurrección de “Chalecos Amarillos”, al no lograr el control de la rebelión  social. La verdad, es que el rechazo popular a la Reforma de Pensiones es superior a las marchas a la de los “Chalecos Amarillos”, pues los Sindicatos de Trabajadores hasta ahora han logrado controlar los desbordes violentos pero, dada la porfía del gobierno, no se puede excluir una escalada de violencia, que podrían conducir a un colapso social y político.

La Primera Ministra sólo ha logrado la aprobación del Senado, que tiene mayoría macronista, sumado a los votos del Partido Republicano, de derecha. En la Asamblea Nacional, esta mayoría gobiernista es débil, y bastaría unos pocos votos del Partido Republicano para convertir al macronismo en minoría.

Ante el temor al rechazo en la Asamblea Nacional, la Primera Ministra tuvo que recurrir al Artículo 49.3 de la Constitución, que permite a la Jefa de Gobierno aprobar un proyecto de ley sin el concurso de la votación parlamentaria, (esta atribución es un viejo resabio del gaullismo, aprobado para evitar que la Asamblea Nacional logre paralizar al gobierno).

Este Artículo autoritario  sólo puede anular el proyecto, en este caso, a Reforma de Pensiones por un voto de censura, que significaría la caída del gobierno de la Primera Ministra Borne. El quórum exigido para la aprobación de la censura es de la mitad de los miembros de la Asamblea Nacional, es decir, 287 votos.

En la Asamblea Nacional se presentaron dos mociones de censura: la primera, de la LIOT, que abarca trasversalmente a toda la oposición; el líder de esta moción es el diputado Charles de Courson, jefe de la bancada LIOT, de tendencia moderada y  experto en procedimientos parlamentarios. La segunda moción corresponde al Partido Renovación Nacional, de ultraderecha, liderado por Marine Le Pen. Los partidos de oposición al gobierno de Macron, (Nipe y RN), votaron disciplinadamente: 88, de RN; 31, de Partido Socialista; 22, del Partido Ecologista; 22 del Partido Comunista; 74 de la Francia Insumisa, a los cuales se agrega 19, del Partido Republicano, de tendencia derechista.

El gobierno, al carecer de mayoría sólida en la Asamblea Nacional, sólo le restan los siguientes caminos: 1) aceptar la renuncia de la Primera Ministra, Elisabeth Borne que, ni siquiera, serviría como fusible; 2) Disolver el Congreso y convocar a nuevas elecciones; 3) Retirar el Proyecto sobre Reforma de Pensiones; 4) Llamar a un Referéndum compartido, que posibilite el pronunciamiento de la ciudadanía.

El retiro del Proyecto de Pensiones sería una solución definitiva, pues el gobierno de Borne no tiene ninguna posibilidad política, y su renuncia, por consiguiente es obvia.

El sistema semipresidencial, aprobado durante el mandato del General Charles de Gaulle, había demostrado ser muy eficaz, incluso, en las crisis políticas: Francois Mitterrand pudo gobernar con Jaques Chirac y una mayoría de derecha en la Asamblea Nacional, y Chirac, durante su mandato, con la izquierda, en la llamada “cohabitación”. Hoy, Macron, “el autoritario Júpiter”, como lo llaman los ciudadanos, se demuestra incapaz de llevar la cohabitación a la práctica, sea por la ultraderecha, de Marine Le Pen, o por la izquierda, de Jean-Luc Mélenchon. Irónicamente, el comentarista Alain Duhamel  sostuvo, en un programa de televisión que Macron debía cohabitar con el pueblo, pero que es imposible por el clima de confrontación, que reina en la actualidad.

La salida política de esta crisis de sociedad y del sistema parece bastante difícil: el proyecto de pensiones ha sido enviado al Tribunal Constitucional que, seguramente, rechazará algunos Artículos del Proyecto. El camino a seguir sería el del referéndum compartido, (Parlamento y ciudadanía), que exige el voto del  10% de los diputados y el 10% del último escrutinio ciudadano, (nada menos que cuatro millones de firmas), exigencia que hace prácticamente imposible de alcanzar).

La indignación popular se manifestó en la noche del último lunes, 20 de marzo, (día del rechazo de la censura por parte de la Asamblea Nacional al gobierno de Borne), y se caracterizó por una estrategia que podríamos llamar “el gato y el ratón”. Los estudiantes, por su parte, recorrieron la ciudad de París quemando basura, sin que el enorme contingente policial pudiera disolverlo. Macron teme mucho más a los estudiantes, incontrolables en las manifestaciones,  que a los Sindicatos, que han demostrado una capacidad de control de los movimientos sociales, evitando que la rebelión pueda degenerar en algo similar a la de los “Chalecos Amarillos”, que copó, prácticamente, su primer período presidencial.

Uno de los elementos que caracteriza la crisis de representación política es que los distintos Presidentes, en su segundo período, obtienen grandes niveles de desaprobación, (es el caso de Chile, con Sebastián Piñera, con 91% de desaprobación durante el estallido  social y, en Francia Macron, en su segundo período, tiene apenas el 25% de aprobación por parte de la ciudadanía).

La suma del rechazo social, sumada a la crisis del sistema político, sea presidencial-monárquico, o bien parlamentario, o mixto, en el semipresidencial, anuncia un derrumbe de la democracia, heredera del Siglo de las Luces.

Por Rafael Luis Gumucio Rivas (el Viejo).

21/03/2023

Bibliografía

Duverger  Maurice Echec au roi, Michel. Paris  1978

Nogueira  Humberto  El régimen semipresidencial  ¿una nueva forma de gobierno?

Tocqueville Alexis                                                                                          l               la democracia en América. Alianza editorial. Madrid. 1980

 

 

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Historiador y cronista

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