Crónicas de un país anormal

Francisco I, rey de la Araucanía

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En la segunda mitad del siglo XIX el francés Aurelie Antoine Tounens, (1825-1878), un poco antes de la llamada “pacificación de la Araucanía”, (1881), fue proclamado por un grupo de lonkos como rey de la Araucanía y de la Patagonia. Antes de la ocupación chilena el territorio mapuche se extendía desde el Bío Bío hasta Chiloé, desde el Océano Pacífico al Atlántico.

Napoleón III, emperador de los franceses, había instalado a Maximiliano en México, y Aurelie Antoine seguramente pensó ¿por qué no hacer lo mismo en la Araucanía y en la Patagonia? (Aurelie terminó su aventura monárquica encerrado en un manicomio, sin embargo, hasta hoy, uno de sus parientes reclama el trono de la Araucanía).

 

Los mapuches veían venir el genocidio a consecuencia de la llamada “pacificación”. La historiadora Carmen Mc Evoy, en Guerreros civilizadores, retrata el carácter expansivo de los gobiernos liberales que miraban a peruanos, bolivianos y mapuches como razas inferiores, como sociedades depravadas y afeminadas, a las que había que civilizar, es decir, ser dominados y sometidas por una raza superior. En este sentido la guerra del salitre precedió a la masacre de la Araucanía.(Mc Evoy Carmen Guerreros Civilizadores UDP 2011).

 

El “rey francés de la Araucanía” fue el anuncio de la masacre que se avecinaba. Francisco Huenchumilla, ex intendente de la Araucanía y actualmente senador es, de lejos – a mi modo de ver – el mejor conocedor sobre el tema, y es mucho decir, pues ahora hay muy buenos historiadores y escritores mapuches: una nueva generación de profesionales en todas las especialidades, capaces de conducir a su pueblo.




 

La biografía de Huenchumilla provoca admiración: vivió una infancia de muchas privaciones materiales, y su familia, de padre mapuche y madre chilena, fue diezmada por la tuberculosis – él mismo padeció esta enfermedad, en la cual, según lo que él mismo expresa, se salvó con mediación del Padre Pío -. Después ingresó a la universidad, donde recibió el título de abogado, y de ahí en adelante siguió su carrera ascendente: diputado, ministro de gobierno, intendente de la Araucanía y, ahora, senador.

 

Sobre el tema de la Araucanía hay un abismo entre Francisco Huenchumilla y sus colegas: conocimiento, cultura y sabiduría, sumado a una preclara inteligencia. En el Programa Estado Nacional, del domingo 18 de noviembre, por ejemplo, me hizo rememorar la brillante forma de argumentar de los antiguos falangistas.

 

En la bancada de la Democracia Cristiana hay al menos dos personas que considero de muy alta calidad para un parlamento tan mediocre: Yasna Provoste y Francisco Huenchumilla. (La pena es que este Partido cayó en manos de oportunistas, que se balancean entre la derecha y la izquierda, según convenga a sus intereses, es decir, volvieron al “vuelo del cóndor”.

 

El diagnóstico de Huenchumilla – a mi modo de ver – es impecable: el problema no se resuelve ni policialmente, ni judicialmente, pues el tema es histórico y se mide no en días, ni meses, ni años, sino en siglos, considerando que el Estado chileno de los años 80 del siglo XIX pretendió aniquilar al pueblo mapuche empleando el genocidio, arrebatándoles las tierras que legítimamente les pertenecían, pues el Walmapu había sido reconocido no sólo por el rey de España, sino también por el gobierno chileno, en la llamada “independencia”, que no fue más que una guerra civil entre españoles.

 

Coincido con el senador Huenchumilla en que la oligarquía no sabe nada sobre la historia de Chile, pero no me extraña, pues nuestra clase rectora es muy iletrada, y cuyo único interés es el dinero, (hacerse millonario y enriquecerse con la lectura es, prácticamente, contradictorio), razón por la cual el diagnóstico es errado y la solución, mucho más.

 

Los gobiernos de la transición a la democracia han elegido como camino en la solución del problema mapuche los “palos y bizcochuelos del tirano Diego Portales: por un lado, la represión despiadada, cuyo resultado ha sido la muerte de comuneros y colonos, la lucha entre carabineros y mapuches, la inoculación del odio en los niños mapuches – ya sueñan con disparar a carabineros, así sea ahora con pistolas de juguete, pues en la Araucanía se tortura a los niños y niñas, como el que ocurrió con el acompañante de Camilo Catrillanca, en el tractor, amedrentándolo para que guardara silencio -.

 

En el plano de la represión la UDI no disimula en su carácter fascista, proponiendo la convocatoria al COSENA y la militarización de la Araucanía, es decir, convertir a los mapuches en yanaconas. Las mujeres enanas y los hombres de Paco, las primeras de chinas, y los hombres, de hombrecitos y, a los niños, de mensajeros. Al mapuche rebelde se le mete al cepo, o bien, se llama al juez para que le aplique la ley antiterrorista.

 

Como el odio llama al odio, la fuerza a la fuerza y las armas a las armas, y todo termina en la dialéctica de las pistolas y los puños que, necesariamente, termina en que un bando aniquila al otro y siempre predomina la ley del más fuerte.

El otro camino es adquirir tierras en poder de colonos y chilenos a muy alto precio y entregársela, en reparación, a los mapuches. “Los palos y los bizcochuelos han fracasado” y sólo resta el diálogo.

 

Como bien lo dice el senador Francisco Huenchumilla, los mapuches son geniales políticos y diplomáticos negociadores, de lo cual han dado muestras en los miles de parlamentos con los españoles, sin embargo, los sucesivos desastrosos gobiernos han elegido el camino de imponer en Wallmapu la penetración de un neoliberalismo mono productivo, dominado por el bipolio de las empresas forestales, que esterilizan la tierra y terminan convirtiéndola prácticamente en desierto.

 

Los Matte y los Angelini y demás familias dueñas de Chile no pueden soportar que el Estado los regule, pues al fin y al cabo, ellos son los únicos que, por sangre y alcurnia, tienen derecho a enriquecerse. El primero de la familia Matte, vendedor de tocuyo en la calle Ahumada de Santiago puede enorgullecerse de que su vástago, Bernardo, es mil veces más rico que cualquier rey de Arabia Saudita.

 

Después del asesinato de Camilo Catrillanca el diálogo se hace cada vez más difícil, pues nadie lo puede iniciar bajo el imperio de las armas y con leyes genocidas.

Rafael Gumucio Rivas (El Viejo)

26/11/2018

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