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Unidad popular para repeler al fascismo

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Tal como se temía Chile afronta en estos días un grave riesgo por otro despreciable robo en su contra del pinochetismo fascista disfrazado de “republicano” que pretende asestarle un zarpazo para arrebatarle la frágil y precaria democracia con que ha funcionado en los últimos 30 años, a menos que la unidad popular se mueva prestamente y le cierre el paso de una vez con fuerza y convicción.

El pueblo que viene de protagonizar relevantes acontecimientos que buscan cambiar la historia, como el estallido social capaz de movilizar a millones de chilenos descontentos,  y el proceso constituyente traducido en una convención que está redactando una nueva Carta Magna, no puede permitirse la debilidad de que el gobierno de la nación lo asuma un político reaccionario de tiempo pasado identificado con el pinochetismo criminal que representa a una minoría acaudalada acostumbrada a someter a los demás.

Tras las recientes elecciones en que votó menos de la mitad de los 15 millones de electores habilitados – 47,3% – el candidato de la extrema derecha José Kast superó por 2 puntos (27,9% contra 25,8%) a Gabriel Boric, abanderado del mundo democrático,  y ambos deberán definir la presidencia de la República  en segunda vuelta el domingo 19 de diciembre próximo.

Con gran esfuerzo Chile dejó atrás la pesadilla de 17 años de dictadura, terrorismo de Estado, un pavoroso genocidio, destrucción de la democracia y sus instituciones, y una herencia socioeconómica consistente en un modelo neoliberal que ha profundizado las desigualdades entre unos pocos que detentan la concentración económica y los muchos que por no poseer fortunas han sido postergados e invisibilizados.




Kast tiene un programa  que es contrapuesto a los objetivos que ocasionaron el estallido social. Allí se revela su espíritu totalitario y fascista, que pretende más mercado y menos Estado, despido de miles de funcionarios públicos, protección a las grandes fortunas, menos tributos a las grandes empresas, continuidad indefinida del robo del sistema previsional privado a la tercera edad, no más protestas sociales.

Es una vuelta a prácticas dictatoriales su propuesta de entregar  facultades al presidente para que, en estado de excepción, pueda interceptar,  abrir o registrar documentos y toda clase de comunicaciones, y arrestar a personas en sus propias moradas o en lugares que no sean cárceles ni estén destinados a la detención. Las manifestaciones sociales pasarían a ser consideradas “terrorismo y vandalismo para desestabilizar al país”.

El programa del político conservador no considera la refundación de Carabineros que reclama la ciudadanía por la sistemática violación de los derechos humanos de quienes protestan. Ofrece en cambio respaldo total a las instituciones y funcionarios responsables de velar por el “orden público y la seguridad”, pero ignora a quienes han sido cegados, mutilados, abusados o golpeados por salir a reclamar sus derechos.

Para Kast las violaciones de los derechos humanos son irrelevantes.  Ha asumido la defensa de Miguel Krassnoff, militar que enfrenta 800 años de cárcel por innumerables casos de asesinatos y desaparición de personas, y mantiene cercanía con el capitán de Carabineros, Patricio Maturana, quien disparó la bomba lacrimógena que dejó en la ceguera total a Fabiola Campillai, hoy flamante senadora electa con la primera mayoría nacional. Ha anunciado que si llega a La Moneda va a clausurar el Instituto Nacional de Derechos Humanos.

Este Bolsonaro 2 pone énfasis en las libertades, principalmente de orden económico. Ello tiende a permitir que los superricos, el gran empresariado y los consorcios de alto nivel financiero sigan manejando el mercado y la economía del país a su amaño, de acuerdo a sus propios intereses y sin considerar al resto, todo ello con absoluta libertad.

Mientras millones de hombres y mujeres se han movilizado hace años bajo la idea que “no más AFP”, donde se ubica el corazón del modelo, Kast cree que “la mejor forma para subir las pensiones es postergar la edad de jubilación”, añadiendo la singular propuesta de subir la edad de jubilación de las mujeres. A ello suma el término del Ministerio de la Mujer y la derogación de la ley que posibilita el aborto, promulgada en el segundo gobierno de la ex presidenta Michelle Bachelet.

Hay quienes con ingenuidad votaron por Kast esperando mano dura para frenar la delincuencia. En realidad ello no ocurrirá porque el candidato pinochetista no va a encarar los factores sociales que originan ese problema, como la desigualdad, la discriminación y la falta de oportunidades, que son algunos de los ejes centrales del sistema capitalista. No hay conexión alguna entre ese programa reaccionario y las demandas de la gente, ahogada por el modelo impuesto por los poderes facticos.

Si las clases populares comenzaron a salir masivamente a las calles hace dos años demandando cambios estructurales para mejorar sus condiciones de vida, no fue para que todo continuara igual. O,  en este caso, todo sería todavía peor.

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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