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Abismo climático y estratégico

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Desde hace varias administraciones Estados Unidos ha intentado atajar su crisis hegemónica militarizando y azuzando la conflictividad en Eurasia al colocar sus fuerzas balísticas y nucleares en las puertas mismas de Rusia, en Polonia y la República Checa.

La Casa Blanca ha insistido en crear una capacidad de primer ataque nuclear para paralizar a Rusia, haciendo ostensibles dos designios de la ultraderecha militar (neocon): uno interno, centrado en grandes negocios derivados de jugosas subvenciones bélico-industriales, como estamos viendo en Ucrania, y otro externo: para frenar el desplome hegemónico acorralando a Moscú y China desde la OTAN y azuzando conflictos euroasiáticos, cruciales al ascenso hegemónico de EU durante el siglo XX.

Aunque el deterioro hegemónico no se frenó en circunstancias de relativa normalidad climática en el contexto de la centuria pasada, hoy en pleno siglo XXI al grave riesgo de guerra nuclear se agrega la persistencia en la suicida posposición de toda urgente regulación de los gases de efecto invernadero (GEI) y el desvío gestado desde la diplomacia de la fuerza desplegada por Washington después del golpe de Estado en Ucrania hace ocho años tratándose de un acoso estratégico contra Rusia con la fatídica decisión de incorporar a la OTAN a las ex repúblicas soviéticas (Acoso estratégico (JSF, La Jornada (20/12/07).

En ese inestable contexto estratégico los proyectos tóxicos siguieron su curso, muchos de ellos relacionados directa o indirectamente con las mayores firmas de combustibles fósiles, acereras y de la industria automotriz, siendo el transporte de pasajeros y carga entre los principales emisores de GEI.

Los 60 bancos más grandes del mundo mantuvieron e incluso incrementaron su apoyo a proyectos registrados en Banking on Climate Chaos. Vale la pena revisar esta fuente de alta calidad (y gratuita) para una detallada descripción de la infraestructura que alienta la permanencia del magno flujo de contaminantes: dióxido de carbono, metano, etcétera. Por ejemplo, después de los aplausos corporativos al Acuerdo de París esos 60 bancos apoyaron los combustibles fósiles en 2016 con 709 mil millones de dólares (mil mdd); 2017, 740 mil mdd; 2018, 781.8 mil mdd; 2019, 824.8 mil mdd, y 2020, 751.8 mil mdd para un total de 3.4 billones de dólares con un saldo de miles de vidas perdidas.

Las principales corporaciones de combustibles fósiles incluyen a Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, Equinor, Repsol, Total, Shell y Eni, entre otras, mientras el Pentágono permanece como el principal consumidor de combustibles fósiles públicos o privados.




Después del masivo endoso al Acuerdo de París, muchos de los que adoptaron el papel de somos la solución al llamado cambio climático mostraron seguir siendo parte y parcela del gran problema.

En lo que va de 2022 se han presentado múltiples fenómenos meteorológicos conocidos como olas de calor en diversas regiones del mundo. Las que han recibido mayor atención han sido las desatadas en el norte de India y Pakistán, donde las temperaturas alcanzaron hasta 50 grados Celsius entre marzo y mayo de 2022 y las olas de calor en el continente europeo, donde el Reino Unido alcanzó una temperatura jamás registrada de 40 grados Celsius en el mes de julio, en conjunto con algunas ciudades en España, Portugal y Grecia.

En el sureste de China se han secado 66 ríos (Sputnik 20/8/22) mientras el rió Yangtsé, el más largo del país, tercero en el mundo y vital para China, tiene niveles alarmantemente bajos (BBC 22/8/22).

Marzo fue el más caluroso en India desde que comenzaron los registros hace 122 años y Pakistán también sufrió temperaturas récord. El mes fue también extremadamente seco, con 71 por ciento menos de lluvia de lo normal en India y 62 por ciento menos en Pakistán. ( The Guardian (23/5/22).

El diario inglés pone atención a los límites del cuerpo humano dando al traste con la noción de adaptabilidad tan en boga: cuando la temperatura y la humedad se vuelven extremas, el calor aumenta la tasa metabólica del cuerpo, las células consumen más oxígeno, aumenta la frecuencia cardiaca y la respiración se acelera, las enzimas dejan de funcionar y las proteínas se deforman. Una persona con sobre calentamiento puede experimentar mareos, confusión, inflamación, náuseas, convulsiones o coma. En los peores casos, el cuerpo desvía desesperadamente la sangre a las extremidades en un esfuerzo por liberar calor en el proceso privando de oxígeno a los órganos internos y causando daños en el intestino, el hígado, los nervios y los vasos sanguíneos.

A pesar de toda la evidencia, para 2021, cuando el Panel Intergubernamental de la ONU presentó el documento con la síntesis de la vasta acumulación de estudios, entre otros temas, sobre el vínculo del calentamiento planetario con el contexto socioeconómico vigente y los voceros de la ONU, acompañados por el cuerpo científico, apremiaron la pronta acción gubernamental del mundo ante la aceleración de lo que sólo puede calificarse de “caos climático, los gases de efecto invernadero siguen sin regularse.

La conjunción de ambos riesgos existenciales hacia la extinción de la biósfera, incluida la humanidad, está creando una condición de alta incertidumbre por lo que es bienvenido el exhorto a la movilización ciudadana ante la mortal indiferencia o, peor aún, el accionar ya detectado desde hace décadas de los poderosos intereses que no sólo intervienen en la soberanía mexicana sobre el estratégico sector de la energía, sino también en el vasto programa de proyección hemisférica para el control de empresas estadunidenses de los mercados eléctrico de América Latina y el Caribe por medio del programa conocido como Conect América, mientras México y el resto de países de la región requieren el control absoluto de su sector energético para lograr, precisamente, la transición energética requerida ante la crisis climática en curso.

Por John Saxe-Fernández

 

La Jornada

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