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En Antofagasta médicos fallecidos operan gratis

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En Antofagasta desde 1985 funciona una agrupación mística, la cual se auto denomina “Luz y Progreso”. Como sus miembros no tenían donde realizar sus actividades de proselitismo espiritual, la gobernación y Bienes Nacionales, les cedió un inmueble. Ni los escritores, músicos, pintores, gente de teatro y quienes defienden los Derechos Humanos de la región nortina, habían sido tratados con semejante generosidad.

 

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Como la cultura da dolores de cabeza al gobierno, pues critica, organiza protestas, huelgas y tomas de locales, es preferible mantenerla acorralada y amordazada, aunque despotriquen los defensores de la libertad de expresión. ¿Y cómo se financia esta agrupación espiritual, dedicada a operar a enfermos con ayuda de médicos muertos? Hacen colectas, bingos según la receta del tumbado Ministro de Educación, el señor Gerardo Varela, que introdujo esta original y tentadora modalidad. De haber estado hoy en el ministerio de Educación, enfrentado a la huelga del profesorado, habría sugerido rifar el Congreso Nacional de Valparaíso, para financiar las demandas del gremio. En tiempos de crisis política, no se puede negar que semejante idea, es una genialidad.

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La persona encargada de dirigir la agrupación “Luz y progreso”, la médium Margarita Martel, viene a este mundo a salvar a tanto descreído. En cada reunión, lanza una homilía de diez minutos de duración y agradece el apoyo de un grupo de médicos muertos, dedicados a “sanar” a la grey. 

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Margarita Martel

A los pacientes que no han sido atendidos en su oportunidad en los hospitales de la zona, los acuestan en 50 camas y los cubren con una manta verde —ni las clínicas privadas de la región disponen de semejante equipamiento— y ayudados por personas que se hacen llamar “instrumentos”, se da inicio a la terapia u operaciones del caso. Quienes no alcanzan a ocupar las camas, son ubicados en sillas de ruedas, cubiertos con mantas blancas. Semejante parafernalia debe cumplir ciertos ritos de acuerdo a la liturgia. Nada de ceremonias paganas, como demostración que esta agrupación espiritual, cumple con los requisitos sanitarios que exigen las autoridades y el Ministerio de Bienes Nacionales. Entonces, invocan mediante oraciones y quema de inciensos a los médicos fallecidos de distintas nacionalidades, despertándolos de su eterno sueño y les solicitan su colaboración. Quien dirige este selecto equipo de cirujanos se llama doctor Kamal. Suponemos que debería ser el médico favorito del faraón Tutankamón, cuyo reinado se remonta a 1.300 años A. C, a quien ayudó a embalsamar. Se ignora si en el distinguido equipo de cirujanos internacionales se encuentra “El médico a palos” de la obra de teatro de Moliere.

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La religiosidad de Antofagasta se halla a buen resguardo, gracias a la diligente doña Margarita Martel, encargada de la secta, que bien podría ser cofradía o agrupación de fieles amantes de la luz y el progreso, lo que tanto hace falta a los ateos y borregos de este país. Si la mutualidad funciona desde 1985, donde también se halla el Club deportivo Arturo Prat, tuvo el beneplácito de la dictadura, el eficaz apoyo para prosperar y mantenerse viva hasta el día de hoy. Si al deporte se une la farándula y la creencia religiosa, cualquier gobierno se fortalece. La brujería es la mejor aliada del poder. Desde antiguo el hombre imagina que los eclipses de sol y de luna, los huracanes y terremotos son demostraciones de la ira de Dios, cansado de nuestra incredulidad.  

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En Chile según Humberto Lagos, especialista en el tema, hay 340 sectas y 80 son destructivas. Muchas de ellas creadas durante la dictadura cívico-militar-oligarca, bajo el amparo y apoyo de los organismos de seguridad, con el claro propósito de manipular al pueblo, mantenerlo idiotizado, subyugado y a merced de las autoridades de facto. En dictadura, jamás se vivió tanto frenesí religioso del pueblo, sometido al bombardeo de los diarios y la TV, que lo llamaban a buscar la salvación del alma en sectas de distinto origen. 

 

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Otros dictadores de América utilizaron esta argucia destinada a idiotizar, donde se destaca François Duvalier. En Haití elevó a la categoría de Dios Supremo a santones, mamarrachos e ídolos, empeñado en domesticar y mantener sumiso al pueblo. Lo consiguió a machetazos y gracias a su perversa astucia de médico, sometió a su país durante 14 años, donde se esmeró en dejar también a su hijo, como heredero del gobierno. Imaginamos que este singular médico no se encuentra entre la selección ideada por la pitonisa Margarita Martel. Si se piensa que esta semana en Argentina, un cirujano le amputó la pierna sana a una paciente, creyendo que era la gangrenada, se termina por creer a pie juntillas, en la eficacia de los médicos muertos. ¿Y si se equivocan? Jamás los muertos se equivocan.           

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