Nacional

El medio pelo arriba a la derecha

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Desde hace tiempo y en forma sostenida, los arribistas de nuestra sociedad, han aparecido en los partidos políticos de derecha. La UDI, Renovación Nacional, EVOPOLI y otros grupúsculos nacionalistas, se han visto invadidos por quienes ansían cambiar de pelaje.

 

 

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No tienen tiña, lepra, sí deseos de mejorar su posición social. Allegarse al poder del dinero, la usura, y por qué no, vincularse a familias encopetadas, mediante el matrimonio, los negocios en común o las alianzas políticas.

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Basta examinar cuales son los apellidos de estas personas arribistas por antonomasia, dónde trabajan, provienen, sus relaciones sociales y es fácil descubrir el pedigrí.

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Descendientes de vendedores ambulantes, llegados a Chile en calidad de inmigrantes, sueñan mezclarse con la elite y acceder a sitios que le son vedados. Concurrir a los clubes privados, que conocen desde afuera, y estadios exclusivos a jugar rugby, golf, polo y sentarse a la mesa, a tomar té en familia, al concluir la jornada. 

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La derecha, poseedora de la astucia del zorro que la hace reinventarse a diario, los utiliza para demostrar pluralidad y utilizarlos en trabajos menores.

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Desde luego, no los invitan a sus casas, a cumpleaños y matrimonios, menos aún los vinculan a sus grupos sociales, pero sí a almorzar en un lugar público.

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En la novela “La trepadora” del venezolano Rómulo Gallegos, se habla del singular personaje, una mujer dispuesta a sacrificar hasta la virginidad por ascender en la resbaladiza escala social.

 

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Joaquín Edwards Bello, novelista y periodista, que pertenecía a la clase privilegiada de nuestro país, se reía de ésta y la criticaba en forma ácida y despiadada, ya sea en su obra literaria, como en sus notables crónicas de prensa. Por algo lo despreciaban, al extremo de prohibirle el acceso a ciertos lugares.

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Algo similar le había sucedido a Luis Orrego Luco, autor de “Casa grande”, novela editada en 1908, donde realiza un relato burlón de la clase alta chilena, que le significó el repudio de su propia familia. 

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Desde siempre el medio pelo de nuestro país ha sido arribista, servil hasta humillarse y se las ingenia para medrar.

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Hay historias conmovedoras y trágicas de familias, sobre todo de inmigrantes, que realizaron fiestas suntuosas destinadas a presentar a sus hijas en sociedad.

 

Había que vincularlas con la clase alta y poder casarlas en ese medio de ventaja. Invitaban a los jovencitos de familia, al reconocido pije, para otorgarle glamur y pompa al encuentro social y las consecuencias trágicas, surgían a la medianoche.

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Las fiestas se convertían en bacanal. Destrucción de objetos de adorno, cuadros, quema de cortinas con cigarrillos y obstrucción de inodoros con toallas, para provocar inundación de excretas.

 

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A esa hora la borrachera, unida a la anarquía, entraba en su clímax y los despavoridos dueños de casa, se veían obligados a llamar a la policía.

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La actitud de vándalos, vestidos de etiqueta se resumía en la siguiente explicación, para justificar su grosero comportamiento: “Esto les sucede a los arribistas de mierda, por presumir y vestirse con ropaje ajeno”.

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Una de estas familias de inmigrantes, desde hacía años se quería blanquear y llegó a la desfachatez de renegar de su origen e inventar ser descendientes de nobles italianos.

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El estreno en sociedad de las dos hijas quinceañeras, realizado en la mansión familiar, las llenó de ludibrio al concluir la fiesta en bacanal, y para capear el escándalo, divulgado en toda la prensa del país, viajaron fuera de Chile por algunos meses.

 

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La historia se convirtió en novela 35 años después y se publicó en 1991.

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Si la derecha empalagosa, cursi por antonomasia, acepta en sus filas al medio pelo, que llama en forma aparatosa “Clase media”, se trata de la vieja estrategia, destinada a demostrar alguna tolerancia social.

 

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Necesita incorporar a los sirvientes, a esa clase arribista que navega en el tormentoso mar de la sociedad, sin saber si deben mantenerse fieles a su condición o gatear por la resbaladiza escala del oportunismo.

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Desde hace algunos años, en los partidos políticos de derecha, por estrategia, empiezan a destacarse personajes del medio pelo, sin apellidos ni escudos de armas, ni tradición alguna, cuyo vertiginoso ascenso los ha llevado a ocupar cargos de cierta relevancia. Jamás van a ser aceptados dentro del núcleo íntimo.

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En Renovación Nacional hay cierta tolerancia en acoger al advenedizo, sin embargo, en la UDI y EVOPOLI, el cedazo es muy selecto.

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No deben hacerse ilusiones los patipelados del medio pelo, si piensan darse un barniz social, mejorando el apellido o casándose con solteronas a punto de vestir santos.

 

Sus patrones y siempre se lo hacen sentir, tienen demasiadas generaciones recorridas, abusando, saqueando al país. Lo cual consideran tarea de patricios. Por algo han mantenido sus privilegios a lo largo de la historia de Chile.

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La astucia del zorro, mientras merodea el gallinero, la llevan en la sangre. Saben cómo utilizar a quienes por mendrugos, palmadas en la espalda y sonrisas incluidas, se apresuran a rendirles sumisión.        

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Por Walter Garib

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