Columnistas

Aprender del pasado

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La campaña del terror no es un invento reciente. Ese tipo de campaña ha estado presente en muchos eventos electorales o plebiscitarios en el pasado.  Un caso particularmente claro en ese sentido fue la campaña desarrollada por la dictadura pinochetista a lo largo del año 1988 – durante el plebiscito que definía la permanencia o no de Pinochet en el poder – y posteriormente en la campaña electoral del año siguiente, en la cual se eligió al nuevo Presidente de República.

En ambos eventos la campaña del terror estuvo presidida por varias ideas fuerzas que permeabilizaban todos los mensajes de la dictadura. Por un lado, la idea de que la situación económica y social de aquel momento era lo mejor que Chile podía esperar, y que todo proyecto de cambio no podía sino conducir a empeorar las cosas. Desgraciadamente para ellos, la mentira no podía llegar muy lejos, pues en Chile había en ese entonces 5 millones de pobres y miles de ciudadanos trabajaban en programas de empleo municipal extraordinariamente precarios y mal remunerados. Poner énfasis en los elementos de la realidad, trabajando siempre con la verdad en la mano, y convirtiendo todo aquello en un mensaje claro y mostrado con calidad, centrado en ideas fuerza fáciles de entender, fue fundamental para desnudar sin apelación la propaganda gubernamental.  Pero también fue fundamental que la dirigencia política de la campaña por el No, con el apoyo de los economistas de los diferentes partidos, irrumpieran con un programa de gobierno creíble, sensato y encaminado a hacer compatible la democracia con el crecimiento económico y con mayor bienestar social. El pinochetismo sabía que no tenían la razón, pero confiaban en que una idea, aun cuando falsa, si se repetía hasta el cansancio podía terminar por ser tenida como verdad. Pero les fallo. Mas aun, la historia demostró que era posible, en lo económico y en lo social, construir un Chile mejor que el que entregó la dictadura.

Hoy en día tampoco las cosas lucen bien para que propician que el país no puede estar mejor. Los tímidos avances en cuanto al crecimiento del PIB no pueden ocultar los desastres en materia de distribución del ingreso, y en materia de falta de acceso – por parte de las grandes mayorías nacionales – a una salud y una educación de calidad ni a una vejez tranquila. Nuevamente, hay que contrarrestar la mentira con la verdad – sin descuidar la forma y la calidad del mensaje – y con ideas claras sobre la situación que se pretende conseguir con el cambio político que se propicia.

La campaña del terror también ponía – y pone – énfasis en el orden público, como un activo que solo el gobierno de Pinochet en ese entonces – y Piñera hoy en día – pueden asegurar. Los mismos que apoyaron la instalación de un gobierno represivo y criminal, primero, y trataron por todos los medios de perpetuarlo en el poder, posteriormente, son los mismos – los mismitos, el país los conoce – que hoy en día se muestran como adalides del orden y la estabilidad, y señalan a sus oponentes como expresión del caos, del vandalismo y del terrorismo.




En los años 1988 y 1989, la predica programática de la oposición, la actitud sostenida durante toda la campaña electoral en términos de no caer en las provocaciones del régimen e incluso la actitud responsable y serena mantenida el mismo día de la victoria electoral permitieron la instalación de un gobierno altamente respetuoso de los derechos humanos. Hoy en día, tras 30 años de esas primeras grandes derrotas de la dictadura, y de varios años de ejercicio de la presidencia, las fuerzas democráticas tienen solvencia moral y política como para decir que la violencia y el terror no son elementos de su patrimonio. Los objetivos de antaño, así como los objetivos de hoy, no se podían ni se pueden conseguir por la vía de la violencia.  En ese terreno tenemos todas las de perder. Y en política, esa debería ser una razón suficiente.

 

Por Sergio Arancibia

 

 

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  1. Carlos Gonzalez says:

    Creo que este articulo es «manoso» en el sentido que niega que la alternativa a las policas economicas de la Dictadura no eran tal. que en «democracia» se asumió con mayor fuerza un capitalismo neo-liberal desenfrenado que finalmente resulto en el estallido del 18 de Octubre. Los modelos de pensiones ya creados en Dictadura fueron «perfeccionados» por los gobiernos democráticos. Tibios cambios a la educacion que luego fueron reducidos por el gobierno de Pinera no ha solucionado la terrible desigualdad del modelo neo-liberal.La salud ha sido entregada a los privados quienes lucran con la mala atención asistencial medica de Chile. Si bien tienes «derecho a la Salud» no existen los medios para proporcionar atención medica preventiva ni curativa. Miles de habitantes se mueren cada ano por falta de atención medica.
    El articulo habla de la necesidad de «no violencia en el pasado y en el presente…. pero ignora la violencia diaria que reciben los chilenos en su diario subsistir. No solo la violencia policial -único camino de dissuasion usado por la derecha- sino la violencia diaria de falta de atención de salud, enorme diferencias sociales en las prestaciones educacionales y la tragedia diaria de los jubilados.

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