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A 50 años de la Primavera de Chile: pinceladas de la Historia

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El sueño de una vida digna es el deseo legítimo de cualquier ser humano que haya alcanzado el umbral de la conciencia de sus derechos y deberes formando parte de cualquier grupo humano en tiempos actuales.
Antes de alcanzar el desarrollo que la sociedad, a nivel global, ostenta al día de hoy, el ser humano debió atravezar varios estadios dolorosos de la historia. El nivel de desarrollo que se le atribuye a la humanidad en su conjunto es, por cierto, muy disímil y con distintos grados de progreso en cada una de las naciones, a la vez que cada una de ellas, en particular, exhibe marcadas diferencias entre los distintos segmentos o clases sociales que la componen.

En Chile, a comienzos del siglo XX, se inició, lo que algunos llamaron, el despertar de los trabajadores. Un fenómeno que se le suele situar, principalmente, en la zona norte del país -encabezado por Luis Emilio Recabarren- donde la clase trabajadora comenzó a tomar conciencia de la enorme desigualdad social existente y, al mismo tiempo, a germinar la semilla de la lucha por la igualdad de derechos de los seres humanos.

Bajo la premisa de ejercer sus derechos ciudadanos, el trabajador chileno se incorporó al proceso político de la nación ejerciendo también el derecho de constituirse en un actor de cambio en una sociedad que, de manera evidente, necesitaba generar mayores condiciones de participación ciudadana, a la vez que producir cambios importantes en la actividad política, económica, social y cultural en beneficio de las mayorías. De esa manera, el trabajador comenzó a comprender que su destino individual estaba inseparablemente ligado a la suerte del colectivo de trabajadores y que de la capacidad de acción de la clase trabajadora dependía, fundamentalmente, la construcción de una sociedad con mayor justicia social.

El camino para la liberación de la clase oprimida, no sería fácil. La historia de lucha de los trabajadores por alcanzar conquistas socioeconómicas -muchas veces de nivel básico para la subsistencia- llegó a constituir un derrotero marcado por la tragedia -provocada por la clase dominante- dejando el accionar represivo del Estado de Chile un reguero de muertos que enluta la historia del país. En un lapso cercano a 7 décadas del siglo pasado la clase dominante decretó la ejecución de 15 masacres de obreros y pobladores (1905-1969) llevadas a cabo por las Fuerzas Armadas y Carabineros que se estima en una cifra superior a las 7.000 personas. Esa cifra supera las bajas del Ejército de Chile en la Guerra del Pacífico, la que se estima en alrededor de 3.000 soldados.




La luchas políticas del pueblo chileno han sido largas, extenuantes, desde que comenzara la organización obrera y la formación de partidos políticos en que los trabajadores se hicieron parte de esos colectivos, junto a otros sectores de la sociedad. Desde esos referentes, y a través de políticas de alianzas con diversos sectores, se llega a la formación del Frente Popular, encabezado por Pedro Aguirre Cerda en la década de 1930. Incipiente periodo de acumulación de fuerzas que fue seguido de persecusiones, avances y retrocesos para el movimiento social.

Un nuevo impulso en el ideario de justicia, surge en la década de 1960. La Revolución cubana (1959) vino a introducir un factor nuevo en la historia política de Latinoamérica. Fidel Castro y el Che Guevara surgen como nuevos referentes para muchos y en Chile se agudizan las contradicciones de clase y el movimiento popular comienza a convocar a sectores medios de la población que también asumen la necesidad de cambios estructurales en la sociedad.

Desde Europa, el movimiento estudiantil universitario, conocido como «La Primavera de París, en 1968»- al que se sumó el movimiento obrero francés provocando una huelga general- trajo vientos de cambio y agitación creciente que se extendió por todos los continentes y que hicieron tambalear las estructuras de un capitalismo que se arrastraba por la historia dejando en el camino a millones de seres sumergidos en el hambre y el desamparo.

En Chile, el amplio movimiento político agrupado en la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende, llega al poder, luego de ganar las elecciones presidenciales el 4 de septiembre de 1970. Culminaba así una etapa de un camino iniciado muchos años antes en pos de un anhelo que se hacía realidad, después de varios intentos y también de vencer innumerables obstáculos. El triunfo de Allende, militante de un partido marxista, constituía un hecho sin precedentes en la historia política nacional e internacional. De manera adicional al triunfo electoral, la llegada de Salvador Allende a la Moneda tuvo el simbolismo de hacer ingresar con él al pueblo de Chile a la casa de gobierno.

La tarea por realizar: transformar a Chile en un país donde se dignificara al ser humano, creando condiciones de respeto y dignidad para todos, constituiría el desafío más dificil y temerario de ejecutar. Los dueños de Chile, no estaban dispuestos a permitirlo. Utilizaron todos los recursos que poseían para sabotear al gobierno popular. Se organizó la más despiadada campaña propagandística contra el gobierno en medio de «la guerra fría». Se organizaron grupos paramilitares de ultraderecha para ejecutar asesinatos políticos con el fin de crear el caos en el país. El imperialismo estadounidense financió la ejecución de muchas acciones criminales destinadas a desestabilizar el gobierno hasta producir el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973.

Después vino la venganza brutal de quienes sintieron amenazados sus privilegios: 17 años de dictadura. Más de 3.000 asesinados, entre muertos y desaparecidos. Cerca de un millón de exiliados. Cientos de miles de torturados y encarcelados en todo el territorio, aunque la Comisión Valech registra sólo una parte muy menor de todos quienes fueron hechos prisioneros y torturados. Muchos optaron por no hacer denuncias, por distintos motivos. Desde el exilio, sólo una parte minoritaria denunció su situación a los organismos respectivos.

Nos arrebataron muchas cosas, es verdad. Pero no pudieron arrebatarnos la dignidad, ni la esperanza de un futuro mejor. La prueba más evidente que la esperanza no muere, se encarna en las nuevas generaciones que han vuelto a enarbolar las banderas libertarias y los sueños de construir una sociedad democrática. Como escribiera el poeta Pablo Neruda: «podrán cortar las flores pero no podrán detener la primavera».

En esta nueva primavera se comienzan a «Abrir las grandes Alamedas», tal como lo anunciara el presidente Salvador Allende en su último discurso.

El 18 de octubre de 2019, fue el inicio de un nuevo ciclo, con el Estallido Social. El paso siguiente para democratizar Chile debe ser el 25 de octubre 2020 ganando el plebiscito de manera abrumadora.

Higinio Delgado Fuentealba. Agosto 2020.

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